L’amore con te

Crítica de Emiliano Fernández - Metacultura

Replanteando el cariño

Como cualquier otro ámbito artístico hegemonizado por la burguesía, el cine suele privilegiar un enfoque bello y condescendiente para analizar temáticas consideradas ajenas, ya sea por ser propias de otras clases sociales o no amoldarse a los parámetros de representación del estrato. Las exploraciones de otros grupos, sectores o naciones muchas veces se encaran desde la fórmula narrativa del “outsider”, ese testaferro tanto del director como del supuesto espectador ideal -su espejo- que anda haciendo turismo en un terreno que no es el suyo y que funciona como nuestros ojos en el descubrimiento de lo desconocido. Cuando pretende algún tipo de legitimidad, el autor de turno impone como protagonista más a un antihéroe que a un adalid tradicional, no obstante casi siempre mantiene este engranaje hiper narcisista porque es muy aceptado dentro del mainstream.

L'amore con te (Il Colore Nascosto delle Cose, 2017) respeta a rajatabla las minucias del formato en ocasión del retrato del afecto entre un publicista, Teo (Adriano Giannini), y una osteópata ciega, Emma (la genial Valeria Golino): a pesar de que la contraparte femenina es muy importante porque constituye la puerta de entrada a lo ignoto, en verdad la historia está armada alrededor del mamarrachesco Teo, un personaje que arrastra diversas características propias del varón en general y aquí levemente exacerbadas (prefiere acumular el menor número posible de responsabilidades y es bastante promiscuo… o en términos prácticos, no deja pasar ninguna oportunidad de acercamiento romántico). Es a través del universo convulsionado del señor que nos metemos en la rutina cotidiana de la no vidente Emma, en esencia una “mujer común” que hace frente a su discapacidad sin nunca bajar los brazos.

De a poco el estilo de vida despreocupado del protagonista -que incluye nulo contacto familiar, sobredimensión del trabajo, tendencia a maniobrar entre una novia y una amante, etcétera- se caerá a pedazos cuando se enamore de Emma y tenga que replantearse su idea del cariño para no lastimar a los que tiene alrededor con mentiras y engaños recurrentes, propios del que no desea hacerse cargo de los disgustos que ha provocado. El realizador y guionista Silvio Soldini, conocido por la interesante Pan y Tulipanes (Pane e Tulipani, 2000) y responsable también de Per Altri Occhi (2013), un documental donde analizaba el devenir de un grupo de ciegos, en esta ocasión privilegia un tono naturalista y despojado para describir el ir y venir citadino de los personajes, apelando al mismo tiempo a una serie de situaciones mundanas que pretenden construir una sensación de intimidad fragmentada.

Precisamente, la película por momentos abusa de este rompecabezas que es la vida de Teo y Emma y alarga más de lo debido un metraje que podría haberse reducido en una cuarta parte. Más allá de este problema, el cual por cierto tampoco llega a convertirse en un peso insoportable, el film a nivel general consigue evitar el estereotipo retórico/ social del “diferente virtuoso” que batalla contra los prejuicios de su contexto ya que si no fuera por la invidencia, bien podríamos decir que estamos ante una propuesta bastante conservadora en la que el hombre en cuestión deja de lado a las mujeres banales y/ o controladoras para quedarse con la más “centrada” de todas, léase la más inteligente y coherente del lote. El mayor mérito de Soldini es que resuelve todo esto de manera muy sutil maquillando la lástima que despierta Emma y el patetismo pueril de Teo, circunstancia que redondea un trabajo amable y poco más que de tanta corrección política tamizada por el prisma light contemporáneo, termina cayendo en ardides narrativos tan antiguos como el arte mismo…