Lady Bird

Crítica de Benjamín Harguindey - EscribiendoCine

Just Greta

Lady Bird (2017) probablemente sea una de las mejores puestas en escena de uno de los relatos más trillados, el de la chica que madura a lo largo del último año de colegio y al final se va a la universidad. En el camino cambia a su amiga gorda por una amiga cool, tiene sexo por primera vez y se pelea con la madre que no la entiende. ¿Aprenderán a respetar sus puntos de vista?

La película está escrita y dirigida por Greta Gerwig, otrora actriz de cine independiente y reina del costado más simpático de la cultura hipster, que atesora miradas alternativas dentro de un espacio seguro y tradicional como lo es la estructura de esta película. Saoirse Ronan hace su mejor impresión de una joven Gerwig como la adolescente del título, que se hace llamar Lady Bird y en los primeros minutos de la cinta se tira del auto que su madre está manejando. Pasa la mayor parte del resto de la historia usando un yeso rosado.

Como todo adolescente capaz de protagonizar su propia historia, Lady Bird no ve la hora de dejar todo su mundo detrás: una casa humilde, un colegio católico, una familia que la quiere pero no la comprende. Su fantasía es ir a la universidad y marcharse a Nueva York. Es la misma trayectoria que hizo Gerwig, así que la película es más bien autobiográfica. Hay una escena clave en la que una monja admira el “amor” que Lady Bird demuestra por su natal Sacramento en un ensayo, que describe con tanto detalle. “Lo único que hice fue prestar atención,” dice la chica. La monja le explica que las dos cosas son lo mismo.

Se desprende pues que Lady Bird es una obra de amor de la directora hacia su pasado, detallada en personajes tiernos, diálogos astutos y creíbles, y un entramado de escenas impresionistas que aparecen casi anecdóticamente pero hacen a la personalidad espontánea y naturalista de la historia. Saoirse Ronan posee una presencia entrañable y genuina. El ambiente familiar de su hogar es igual de creíble: impecables Tracy Letts y Laurie Metcalf como sus padres. Las interacciones con los padres nunca se sienten forzadas ni resultan juiciosas.

Hasta los personajes más estereotipados cobran profundidad a través de las particularidades del lenguaje que usan y las pequeñas viñetas que protagonizan. La película está llena de pequeños momentos que se sienten muy humanos y parecen exceder las necesidades de la trama, que a grandes rasgos es descartable. Quizás el final se siente medio flojo y queda en la conjetura pero va con el tono vivencial de la película. Tratándose de una fórmula harto repetida que concluye con un climático baile de graduación, Lady Bird ostenta aunque sea una voz y una actitud propias, cortesía de la dirección de Greta Gerwig.