La villana

Crítica de Martín Chiavarino - Metacultura

La hija de la venganza

El tópico de la venganza es uno de los disparadores más interesantes dentro del cine coreano. Ya sea en los extraordinarios films de la trilogía de la venganza del director Park Chan-Wook (Sympathy for Mr. Vengeance, 2002; Old Boy, 2003; Lady Vengeance, 2004) o en las deslumbrantes obras de Kim Jee-woon (I Saw the Devil, 2010), la satisfacción del resarcimiento y la represalia han sido los motivos más importantes de la andanada de violencia y sangre vertida por el nuevo cine coreano.

El segundo largometraje del realizador coreano Jung Byung-gil (Confession of Murder, 2012), coescrito junto a Jung Byeong-sik, es una combinación de géneros centrado en el thriller sobre una mujer que busca venganza por el asesinato de su padre a manos de un mafioso. Al igual que en la mayoría de los films coreanos del género la narración no es lineal sino circular, asemejando un caos controlado y agregando información cada vez que el circulo se completa, creando nuevos significados a partir de las evidencias novedosas que se le presentan de a retazos a la protagonista.

La obra comienza de forma similar a los avatares de los videojuegos de cacería en los que la cámara funciona como el ojo del protagonista y del espectador. En esa escena, una joven entrenada para matar, Sook-hee, casada con un gánster que acaba de ser asesinado, se enfrenta a la pandilla que cree que es la culpable de la muerte de su marido y su padre en una batalla memorable para caer en manos de los servicios secretos de Corea del Sur. En el cautiverio estatal, Sook-hee, descubre que la han dado por muerta, está embarazada y le han realizado una cirugía estética en el rostro. Para lograr la libertad junto a su hija debe servir durante diez años en el servicio secreto y emprender un entrenamiento completo en distintas artes de infiltración y asalto que incluyen actuación y varias artes marciales para lograr salir de allí con su hija y comenzar una nueva vida. Una vez terminada su preparación la mujer se muda con su hija a Seúl donde se le asigna sin su conocimiento a un agente con el fin de controlarla y cuidarla. El agente logra vulnerar los sentimientos de la protagonista e inician una relación. Antes del casamiento entre ambos ella recibe órdenes de ejecutar un asesinato pero cuando apunta contra el objetivo descubre que el mismo es su primer marido, que no ha muerto como ella creía. De esta manera, las certezas de la mujer se desmoronan y comienza a buscar la verdad, pero su primer marido también descubre que su mujer no ha muerto y ante el intento de asesinato mueve sus piezas contra sus perseguidores y contra Sook-hee.

Con gran maestría Jung narra una historia cargada de violencia, de sutilezas y pequeños detalles que se van acumulando e influyendo en el relato para poner en juego las vidas de sus personajes en escenas con un gran trabajo de cámara. La acción, el suspenso, el melodrama, la sátira, las artes marciales logran unirse a través del exceso de cada una de ellas, dejando un resto que permite una amalgama alrededor del asunto de la venganza.

Las interpretaciones de todo el elenco son maravillosas ofreciendo actuaciones de gran emotividad y crudeza según el relato indica, pero la gran protagonista del opus es la dirección que se destaca en las escenas de acción y en la construcción de la historia. La Villana (Ak-Nyeo, 2017) logra crear así excelentes escenas alrededor de una historia que se va complejizando, desplegando matices, cambiando roles, descubriendo facetas como capas de una narración que parece siempre tener algún secreto más para develar que transforme nuevamente las reglas del juego a la que los protagonistas deben adaptarse. Al igual que en su film anterior, Jung plasma sus ideas en la pantalla simulando pinceladas furiosas que salpican al espectador como un artesano que busca crear una obra perfecta y personal, creando un lazo que sorprende y estimula a pensar, sentir y observar con detenimiento sin dejar ningún cabo suelto.