La vida sin brillos

Crítica de Rolando Gallego - EscribiendoCine

Sin maquillaje

Mitos eróticos fundantes de la argentinidad, desde Isabel Sarli a Libertad Leblanc, pasando por Luciana Salazar, Edda Bustamante, Pampita, a las más recientes figuras salidas de realitys y programas de chimentos. Cada una supo aprovechar y explotar su imagen para insertarse en la cultura popular y en el universo de referencias sexuales, a la hora de definir a los iconos que poblaron tapas de revistas que terminaron luego debajo de la cama de miles de hombres.

José María Muscari convocó a diez figuras referentes de los años setenta y ochenta para la obra Extinguidas, una comedia en la que cada una de las mujeres aportaba desde su histrionismo el pulso necesario para que la nostalgia y la autoreferencia explotara en la sala. Y con el mismo espíritu La Vida Sin Brillos (2017), de Guillermo Felix y Nicolás Teté, recorre el tras bambalinas de esa obra reposando la mirada en cada una, Beatriz Salomón, Adriana Aguirre, Naanim Timoyko, Patricia Dal, Sandra Smith, Luisa Albinoni, Silvia Peyroú y Noemí Alan, Pata Villanueva, Mimí Pons, y en cómo sus vidas continuaron más allá del éxito y las estrepitosas caídas de éste, en algunos casos.

Con habilidad, los directores comienzan la película y a contarnos sus historias con imágenes de archivo de cada una, con música, cuerpos al desnudo, bailes y el espíritu de una época que no volverá, al menos de la misma manera, contrastada con su imagen actual.

Pero esto no es algo negativo, al contrario, más allá que la narración se enfoque en documentar su vida presente, en la que cada una transita como puede sus días, se puede ver un costado no reflejado hasta el momento de su intimidad y que reposiciona, nuevamente, a estas mujeres en el mapa erótico popular.

La cámara las acompaña, por momentos nerviosa, en otros en reposo y hasta en penumbras, y es testigo de cómo juegan al tenis, van al gimnasio, hablan sobre su familia, corren con sus hijas o, en una dolorosa escena, atraviesan una profunda depresión de la que no pueden salir.

Algunas se muestran tal cual como son, dan clases de teatro, dialogan con familiares, van a eventos de venta de productos cosméticos o almuerzan con sus parejas, pero hay otras que tal vez no comprendieron la consigna (o sí) y prefieren seguir detrás de los brillos y la opulencia, contando aquello que ya sabemos que fueron, un momento fugaz y efímero que pasó y al que desean profundamente volver.

Entre el pasado y el presente contrapuestos de cada una, es en donde La Vida Sin Brillos va avanzando y potenciando su narración, con las figuras recorriendo las escaleras del teatro, saliendo de gira por el país, generando encuentros que permiten acercar a nuevas generaciones a estas significativas mujeres de la cultura popular.

El recurso del mensaje de audio de whatsapp que hilvana la acción, permite también acercarse a las divas, que no inocentemente, son construidas como personajes, cada una con su función dentro del documental. Si Adriana Aguirre es percibida como la mala, Timoyko será la compañera, Luisa Albinoni la graciosa y así cada una con un rol específico dentro del espacio asignado a cada una durante el metraje.

Y entre el detalle de las vidas personales, de las charlas de camarines, de las selfies, de las fotos grupales, del brindis por el reencuentro con el éxito y el brillo, la película habla con respeto, honestidad y sencillez sobre un universo maravilloso de música y desnudez, de sentimientos y pasiones, de tacos altos y maquillaje, de plumas y pestañas, de viejas guerras de vedettes, de inyecciones y cuidados, que sigue vigente más allá del paso del tiempo y que vuelve en La Vida Sin Brillos para recordarnos aquello que un grupo de mujeres pudo y quiso ser ubicándolas en el podio del imaginario sexual de los argentinos.