La vida en común

Crítica de Rodrigo Seijas - Fancinema

RITUALES Y APRENDIZAJE

Si hay un problema casi crónico en el panorama del cine argentino es su dificultad para darle una voz consistente a los menores de edad de cualquier estrato social. Las películas nacionales no suelen hablar de la infancia y/o adolescencia, y menos aún interpelar al potencial público que abarca. De ahí que La vida en común no deje de ser un pequeño hallazgo, no tanto porque le hable a los niños y adolescentes, pero sí porque se atreve a darles una voz, o al menos un espacio-tiempo para que se expresen y un conflicto que los muestre en acción.

El film de Ezequiel Yanco se centra primariamente en Uriel, un joven que, cuando un puma acecha a la comunidad en la que vive, a diferencia de sus pares (que quieren cazarlo para cumplir con un ritual que refiere a tradiciones de pueblos originarios) decide tomar otro rumbo, que lo coloca en un lugar particular y distintivo. Lo que contemplamos es un relato de aprendizaje pero también de rutina y convivencia en un lugar como el Pueblo Nación Ranquel, con sus reglas, perspectivas y convenciones que lo distinguen. Lo individual, íntimo y subjetivo se entrelazan con lo coral y comunitario en una narración concisa y a la vez potente.

El otro gran protagonista de La vida en común es el paisaje, pero no como un mero conjunto de imágenes bellamente fotografiadas, sino como un factor que define a los distintos personajes que va sumando el relato. La voz en off de Uriel, subrepticiamente y en voz baja, como en un susurro, es un indicador de esta relación entre los sujetos y el entorno, entre los hombres –y los que procuran ser hombres- y una naturaleza que funciona como proveedora pero también como entramado hostil.

La vida en común encuentra lo fascinante de estas ambigüedades y contradicciones, y en sus apenas 70 minutos encuentra las formas para transmitir los pequeños cambios que suceden, sin subrayados y con la dosis necesaria de empatía. Al fin y al cabo, lo que está contando es una pequeña aventura, y por suerte nunca se olvida de eso, dándole una vuelta de tuerca al género.