La vida de Adele

Crítica de Pablo O. Scholz - Clarín

El amor duele

Cuando el amor pega en cierta zona cercana al esternón, a la izquierda, mejor estar preparado. Adèle no estaba prevenida. Tenía 15 años, pero lo que le ocurre supera a cualquiera a cualquier edad.

La vida de Adèle es una historia de amor que contagia a puro arrebato, frenesí, pero también sufrimiento. El amor les duele a Adèle y a Emma en esta película de cortas tres horas, que no es, como algunos presentan simplificado, un amor lésbico, sino un amor, no de película -en el cine suele rebasarse la realidad-, un amor que nos llega real, porque es embrollado, vehemente. Auténtico.

Adèle estuvo con otros chicos, pero cuando se cruza en la calle con esa chica de cabellera teñida de azul, abrazada a otra chica, no sabe por qué, pero se da vuelta. Y Emma también. Amor a primera vista. A no perder de vista.

La relación entre Adèle y Emma en una década será como una montaña rusa. Adrenalina pura, emociones incontenidas, pasión, idas y vueltas, placer sexual, partición de cabezas incluidas. Lo que Abdellatif Kechiche expone es un romance sin red. Si Adèle y Emma se entregan así, y no se miden, es porque se encontraron.

Pero las relaciones nunca son sencillas. Pregúntenle a Adèle.

El director muestra, mucho, y no se pronuncia sobre sus personajes. Sí se preocupa por las cosas que unen y otras que separan a las protagonistas. Pertenecen a clases sociales diferentes -Adèle es de un hogar proletario, Emma es una extravagante estudiante de arte-, pero ése no será tema para la ruptura. Adèle está obsesionada, necesita a su chica con ella. Los tiempos eran buenos, ella nunca pensó en el futuro.

La vida de Adèle es como un merengue relleno con dulce de leche. Empalaga. Kechiche cuenta casi todo -179 minutos- con primeros planos. Tiene sus tempos, sexo sin inhibiciones, apetitos saciados, erotismo de alto nivel, todo en un filme sobre una historia de amor con un lazo imposible de disolver. Y se empecina, pero bien, en mostrar a los personajes en situaciones tan cotidianas como comiendo. ¿En una nueva búsqueda de autenticidad? Lo consigue.

Adèle Exarchopoulos tiene una belleza entre fresca e intimidante. El labio superior levantado, la boquita casi perfecta, una capacidad para transmitir sentimientos contundente. Ya a los 20 es la nueva diva del cine francés.

Y no vengan con que el amor que lastima, no es amor. Pregúntenle a Adèle.