La tierra roja

Crítica de Diego Maté - Cinemarama

Después de la crudeza de La marea y de la experimentación de La cantante de tangos, Diego Martínez Vignatti, de nuevo junto a la actriz Eugenia Ramírez Mori, prueba suerte esta vez con un cine de corte narrativo. La tierra roja cuenta una historia de pueblo chico, infierno grande cuyo centro es la contaminación ambiental. Un estudio médico confirma que la papelera local produce los agrotóxicos responsables de los males que aquejan a los habitantes de un pueblito misionero; las protestas y las represalias escalan hasta que el conflicto hace estallar el relato. El director cincela su mundo con una singular atención puesta en lo físico: la vitalidad corporal del equipo juvenil de rugby es la contracara exacta de las enfermedades y malformaciones que padecen los lugareños. El médico encargado de curar los cuerpos carcomidos oficia de voz moral del film; el sexo es una necesidad fisiológica antes que afectiva. El protagonista, Geert Van Rampelberg, un Gerard Butler belga taciturno y macizo, dirige el equipo de rugby y es al mismo tiempo capataz de la papelera. Sobre él recaen el peso visual de la puesta en escena y de la narración: su transformación silenciosa, emotiva, casi orgánica, articulada en un castellano tosco, será la que desvíe el curso de la película entera.