La teoría del todo

Crítica de Emiliano Fernández - A Sala Llena

El umbral del tiempo.

A pesar de que en buena medida la labor de la crítica consiste en asignar responsabilidades en función de lo acaecido en pantalla y conforme el tamiz subjetivo de cada individuo, lo cierto es que en ocasiones resulta evidente que los cineastas involucrados hicieron lo posible con el tópico que les tocó en gracia o que eligieron concienzudamente. Por supuesto que hablamos de las limitaciones que de por sí plantean determinadas temáticas, una dimensión que por lo general suele dejarse de lado al momento del análisis de las películas y sus componentes específicos. El asunto se complejiza cuando, más allá del ítem candente de turno, se suma la premisa que aclara que veremos un opus “basado en hechos verídicos”.

Considerando lo manifestado anteriormente, bien podemos afirmar que La Teoría del Todo (The Theory of Everything, 2014) es el mejor film viable según su sustrato, nada más y nada menos que el periplo profesional de Stephen Hawking, los avatares de su lucha contra la esclerosis lateral amiotrófica y su relación sentimental con Jane Wilde, su primera esposa. El realizador James Marsh, de quien recordamos su extraordinario documental Man on Wire (2008), apuntala una epopeya tan sencilla como respetuosa que abarca el período comprendido entre los estudios de posgrado de comienzos de la década del 60 y el divorcio definitivo de 1991, con mucho tiempo del metraje dedicado al deterioro motriz progresivo.

Debido a que el guión de Anthony McCarten está basado en las memorias de Wilde, la vida familiar adquiere un rol central en el desarrollo y así la trama está enmarcada dentro de las fronteras de las “biografías autorizadas”, incluyendo un tratamiento sutil de los puntos álgidos de la evolución amorosa (léase un triángulo con un profesor de piano y un vínculo con la que luego sería la segunda esposa de Hawking, Elaine Mason). La obra pretende retratar la génesis de sus indagaciones cosmológicas sobre el Big Bang, las singularidades espaciotemporales y la necesidad de unificar la relatividad general con la teoría cuántica, todo bajo el contexto melodramático de la pesadilla que padeció la pareja y sus vástagos.

Las múltiples dificultades que presenta el devenir del británico son en gran parte sorteadas por Marsh mediante una propuesta algo extensa y derivativa aunque con una magnífica reconstrucción de época, un tono humanista que evita los golpes bajos y una dirección de actores muy ajustada. De hecho, el talentoso Eddie Redmayne, en la piel de Hawking, se inspira en el desempeño de Daniel Day-Lewis en Mi Pie Izquierdo (My Left Foot, 1989), no obstante aquí por suerte consigue disminuir las revoluciones con vistas a dar vida a una persona más apaciguada. Felicity Jones, por otro lado, también emplea toda su perspicacia a la hora de componer a Wilde, una mujer aún más tenaz e inquebrantable que su marido…