La sal de la tierra

Crítica de Jesús Rubio - La Voz del Interior

La estetización del mundo

La sal de la Tierra, que se estrena en el Cineclub Hugo del Carril, narra vida y obra del fotógrafo Sebastião Salgado. Dirige su hijo, Juliano y el alemán Wim Wenders.

¿Una película sobre la vida de un fotógrafo? Con esta pregunta abre La sal de la Tierra, el documental que Wim Wenders filmó para exaltar la vida y obra del prestigioso fotógrafo brasileño Sebastião Salgado.

Si bien el documental viene precedido por reconocimientos en la edición del año pasado del Festival de Cannes (y fue nominado a Mejor Documental en la última ceremonia de los premios Oscar), hay que decir de entrada que quizás esos reconocimientos se deban más a la estetización del horror que tanto pondera el festival francés y al nombre del director alemán, que a los méritos cinematográficos.

Codirigida por Juliano Ribeiro Salgado, hijo del fotógrafo, La sal de la Tierra es una suerte de biopic lastimera y sin demasiadas luces que se encarga de recorrer los distintos lugares del mundo donde Salgado viajó para fotografiar y ser testigo de algunos de los acontecimientos más destacados de la historia reciente de la humanidad (desde conflictos internacionales y hambrunas, hasta éxodos y selvas tropicales).

El documental va intercalando las voces en off de Salgado, Wenders y Juliano con las fotos más emblemáticas del homenajeado.

Antes de empezar a contar su historia, Salgado se detiene en el significado de “fotografiar”: “En griego, ‘photo’ significaba luz. Y ‘graphein’ era escribir, dibujar. Un fotógrafo es, literalmente, alguien que dibuja con la luz. Alguien que escribe y reescribe el mundo con luces y sombras”.

Retratar la miseria y el horror de la condición humana parece ser la tarea de Salgado, quien adquirió fama y prestigio justamente por fotografiar el costado más violento y terrible de la humanidad, aunque también por ser un aventurero, que entiende que para conocer a las personas y sus distintas culturas hay que estar en el lugar, con sus habitantes.

Después de una larga introducción, en la que Salgado habla de unas fotos de Sierra Pelada, la mina de oro de Brasil, y de lo que sintió y vivió cuando estuvo allí, el filme empieza a mostrar sus proyectos más importantes: Otras Américas, en el que el fotógrafo se propuso recorrer toda Latinoamérica; Éxodo, proyecto en el que se encargó de retratar a los marginales; y su último gran trabajo, Génesis, que consiste en descubrir territorios vírgenes, con flora y fauna salvaje, donde se concentre lo primitivo, el origen de las cosas.

En un momento, Salgado dice que si el encuadre no es bueno, no hay fotografía, que sólo habría una imagen. Encuadrar la foto embellece el panorama.

Y ahí está el problema. ¿Por qué encuadrar y embellecer niños muertos o desnutridos? ¿No es suficiente con mostrarlos sin estetizarlos? ¿Cuáles son los límites de Salgado? Por momentos las imágenes se parecen a las que algunos suben a Facebook, las mismas que despiertan la morbosidad culposa del espectador.

Wim Wenders tiene una filmografía con más altibajos que una montaña rusa. Sin embrago es en los documentales en los que se ve una cierta inocencia que muchas veces es necesaria, porque increíblemente todavía hay personas que no están enteradas de la violencia de la historia de la Humanidad.