Chef: La receta de la felicidad

Crítica de Natalia Trzenko - La Nación

Un plato sin demasiado sabor

Los reality shows dedicados a la gastronomía están de moda. El género -nutrido, interesante y con potencial para presentar brillantes episodios televisivos- transformó en pocos años a los cocineros en estrellas y a sus manjares y cocinas en paraísos aspiracionales para el vulgo freidor de minutas.

Para aquellos que gustan de seguir los concursos en busca del nuevo niño terrible de las hornallas y los viajes por el mundo de cocineros/celebridades/gurúes del buen vivir, todo lo que muestra y cuenta Chef: la receta de la felicidad tendrá poco de novedoso. Y demasiado de cuento autoindulgente. En el mundo que escribió, dirige y protagoniza Jon Favreau, él es Carl Casper, un chef que empezó su carrera como el joven maravilla de los sabores, pero que en algún momento perdió el Norte, tal vez cuando se separó de la bella, comprensiva y sexy Inez, interpretada por Sofía Vergara. O quizás el tropezón haya ocurrido cuando empezó a trabajar en el restaurante propiedad del conservador Riva (Dustin Hoffman).

Lo cierto es que divorciado, con una relación apenas funcional con su hijo y empeñado en cambiar el rumbo de su carrera, Carl desbarranca cuando un crítico culinario a cargo del siempre brillante Oliver Platt lo destruye con malicia. El film se tomará tanto tiempo en desarrollar la caída que al llegar el momento del proceso de reconstrucción personal y profesional habrá más fatiga que intriga. Y entonces el viaje que llevará a Carl, a su hijo y a su fiel ladero Martin (un caricaturesco John Leguizamo) a recorrer puntos clave de la gastronomía norteamericana a bordo de un camión/cocina repetirá fórmulas ya probadas en ciclos televisivos con una edición de la que Favreau se podría haber beneficiado. Pero claro, esto es cine y para demostrarlo ahí están en pantalla los famosos amigos del director como Robert Downey Jr. (confirmando su capacidad de robarse escenas), Dustin Hoffman y Scarlett Johansson, estrellas que les disputan el centro de la escena a esos apetitosos platos mejor preparados que el film que quedó lejos de su punto ideal.