La posesión de Verónica

Crítica de Pablo O. Scholz - Clarín

Y todo fue verdad
A quienes les gusta el género, no saldrán defraudados, y hay buenos efectos.

“Una situación de misterio y rareza” reza el expediente policial tras la muerte de una joven, tras haber participado en una sesión espiritista con la archiconocida tablita de la Ouija. Fue un caso real, el “expediente Vallecas”, sobre el que el realizador valenciano Paco Plaza (el de las tres Rec) se basó, mezclándolo con algún otro. El resultado es como un combo de un restaurante de comida rápida: si se lo come despacio, se lo puede llegar a saborear.

Pero si se lo traga de golpe, puede resultar indigesto.

Verónica es la hermana mayor de la casa, cuya madre (Ana Torrent, que ya no Cría cuervos) está literalmente ausente. Después de jugar con la tablita, para buscar a su padre, Verónica comenzará a experimentar en esa casa fenómenos paranormales. Que hace que la enloquezcan, ante la mirada impávida o asustada, depende la escena, de los menores.

Los efectos son buenos, la tensión no suelta, las actuaciones son convincentes (y eso que es el debut de Sandra Escacena). En épocas en los que el género de terror parece no regenerarse sino copiarse a sí mismo, La posesión de Verónica no es una más. A los que les gusta asustarse, la apreciarán, aunque tampoco sea para tirar manteca, ni sangre ni tripas, al techo.