La pequeña Jerusalén

Crítica de Ezequiel Obregon - EscribiendoCine

Cuestión de Principios

La Pequeña Jerusalén se centra el drama interno de dos hermanas. El título refiere a un barrio en el suburbio parisiense, en donde vive una amplia comunidad judía. Tanto una hermana como la otra se sienten oprimidas por el dogma religioso, desde distintas perspectivas.

La película de Karin Albou está centrada en el universo femenino de una de las familias de esa comunidad. La madre parece haber adoptado la figura del padre muerto. En su rectitud ante la preservación de los ritos religiosos está la necesidad de mantener unido al clan. Es por ello que disiente con la vida de Laura (Fanny Valette), su hija menor, quien estudia filosofía y comienza a pensar a la religión como adversa al sujeto. De Kant retoma la noción de la ley como marco para la libertad individual, ley que se empecina en practicar aunque las cosas no terminen de resultar como a priori imaginó. Por otro lado está Mathilde (Elsa Zylberstein), su hermana mayor, que a diferencia de ella busca practicar las normas de la Torah sin contradecir ningún renglón. Un error de interpretación que hace de la misma produce una vida marital irregular, signada por el desprecio al goce sexual y la falta de autoestima.

La trama explora con mayor minucia a Laura, tal vez porque es el personaje más contradictorio y por ello más interesante. Suerte de heroína del teatro de Henrik Ibsen, pregona ciertas leyes que más tarde se verán jaqueadas por los caminos que el amor la lleva a transitar. La hermana, en ese sentido, es un personaje más unidimensionado, la resolución a su conflicto es un tanto maniquea.

La directora tiene un punto de partida interesante al incluir pinceladas de costumbrismo a las cuales el humor irónico y su valor contextual lo hacen “ameno”. Su mirada apunta al detalle, a la construcción espacial que privilegia el gesto y subraya al rostro como portador de un pathos. En ese sentido, Valette resulta una elección actoral indicada, en apenas una mueca resuelve todo un estado. Enamorada de un argelino musulmán, su sistema de ideas mostrará los puntos débiles, y sucumbirá ante la crisis.

Lo noble de La Pequeña Jerusalén es que si bien el relato no siempre presenta el mismo interés cultiva una serie de personajes entrañables, que escapan a la estructura de binomios. Practican y defienden sus creencias sin por ello ser juzgados. En ese sentido, la pregunta que pareciera englobar a la totalidad del film es si es posible resolver el dilema entre tradición y modernidad de forma positiva en cada individuo.