La Patota

Crítica de Gustavo Castagna - Tiempo Argentino

Los salvajes y la dama en una versión libre

Santiago Mitre ubica la trama, de esta remake del film de Tinayre, en un lugar infrecuente para el cine argentino actual. Dolores Fonzi y Oscar Martínez, en notables interpretaciones, se valen de mínimos gestos para transmitir ideas.

Cuatro años atrás El estudiante abrió la puerta de la polémica con su modelo narrativo y temático que se sustentaba en la crítica a la militancia política en las universidades. Fue la presentación a solas de Santiago Mitre, quien ahora duplica la apuesta con una versión muy libre de La patota, concebida hace más de medio siglo por un buen director como Daniel Tinayre a través de un argumento excedido de mensajes moralistas y religiosos. Pero la nueva historia de Mitre construye una mirada actual que alude a la política de estos días, a la justicia como termómetro de la sociedad, a un caso límite de violación llevado al extremo en cuanto a sus consecuencias y dispares opiniones sobre el tema. Desde el plano secuencia inicial donde el padre juez (Oscar Martínez) discute con su hija Paulina (Dolores Fonzi), abogada doctorada que decide romper el mandato paterno y educar como maestra rural en Misiones, desde esos casi diez minutos enfáticos por el uso de la cámara en mano junto a los textos que profieren los actores, Mitre ubica su trama en un lugar de tensión infrecuente para el cine argentino de los últimos años. En esas cuestiones que basculan entre el mensaje explícito con tufillo reaccionario ("¿Es una monarquía?, pregunta Paulina a los alumnos en la primera clase de "educación cívica") y las múltiples miradas que el film propone sobre la posterior violación que padecerá la protagonista, La patota adquiere el rango de "película de tesis" donde el espectador, cada uno con su opinión "política", mirará con disgusto o no aquello que se expresa desde las imágenes. Por lo tanto, ¿es un film político? Sí, entre otras posibles definiciones. También, se está frente a un debate de ideas que se transfiere por vía del discurso directo (la escena final discursiva y contundente entre el padre y la hija) o de manera subliminal (el cuerpo de Pamela pasa a ser el leiv motiv en la última parte del film). Mitre, astuto cineasta, confía en la exposición del conflicto, en la convergencia de la verdad con la (in)justicia, en la decisión final que le corresponderá a Paulina. Y allí, justamente, lo político se mezcla con la denuncia, dicha a viva vox, en exceso enunciativa. Para que el relato fluya desde diferentes puntos de vista (los alumnos, el novio de Paulina, el padre, la hija, el paisaje con sus habitantes que también formulan una opinión), Mitre cuenta con las notables composiciones de Fonzi y Martínez, valiéndose ambos de mínimos gestos para transmitir ideas. Ideas a un pasito de la expresión ideológica que plantearían un dilema a futuro: ¿Se está frente al nacimiento de un cine "mitrista"?