La navidad de las madres rebeldes

Crítica de Emiliano Fernández - Metacultura

A la sombra materna

En la misma línea de la reciente y también impresentable Guerra de Papás 2 (Daddy's Home 2, 2017), La Navidad de las Madres Rebeldes (A Bad Moms Christmas, 2017) es un nuevo intento de comedia por parte de Hollywood que pretende retratar la supuesta idiotez del estadounidense promedio, en otra de esas jugadas comerciales que se ubican a mitad de camino entre el basureo y la condescendencia en relación al público a captar: ya sabemos que estos engendros sólo funcionan en serio en el mercado del país del norte, el destino de exportación llega cuando los protagonistas mueven la taquilla o cuando la fórmula está tan quemada que todos pueden vislumbrarla de antemano dejándose “guiar” por el título en cuestión. Desde hace décadas la mediocridad del formato familiar se mezcla con el fetiche burgués de las festicholas para descerebrados que ponderan el consumismo más grasiento.

Hay varios puntos en común entre este film escrito y dirigido por Jon Lucas y Scott Moore, todos unos especialistas en el tema con bodrios de la talla de 21, la Gran Fiesta (21 & Over, 2013), Fiesta de Navidad en la Oficina (Office Christmas Party, 2016) y la horrenda saga iniciada con ¿Qué Pasó Ayer? (The Hangover, 2009), y la película protagonizada por Will Ferrell, Mark Wahlberg, Mel Gibson y John Lithgow… por cierto los resultados son igual de calamitosos. Mientras que las diferencias más visibles pasan por el tono de “comedia zarpada” de la primera y de “comedia liviana” de la segunda, y la ausencia hoy por hoy de un elenco a la altura de su homólogo del opus de Sean Anders (con la honrosa excepción de la enorme Susan Sarandon), las dos propuestas se centran en los conflictos entre distintas generaciones de familias burguesas durante la atribulada víspera navideña.

Si antes los inconvenientes se suscitaban por el maltrato del padre fascista que interpretaba Gibson -oh, casualidad- hacia su hijo Wahlberg y las diversas disputas con el otro dúo padre/ hijo, el de Lithgow y Ferrell, ahora es el turno de ofrecernos la versión femenina del estereotipo en función de tres mejores amigas, en la piel de Mila Kunis, Kristen Bell y Kathryn Hahn, que deben lidiar con sus respectivas progenitoras, léase Christine Baranski, Cheryl Hines y la ya nombrada Sarandon. Los personajes, al igual que en la primera parte El Club de las Madres Rebeldes (Bad Moms, 2016), son de trazo grueso y paupérrimos: Kunis es la mami linda y “normal” que un día se cansa y manda todo al demonio, Bell es la típica tonta que quiere caerle bien a todo el mundo a costa de no desarrollar ni un mísero rasgo propio y finalmente Hahn es una triste parodia de la fémina rockera entrada en años.

Por supuesto que las madres/ abuelitas de las crías de las protagonistas respetan el mismo modelo aunque a veces invirtiendo la polaridad, con Baranski interpretando a una arpía dominante, Hines a una mujer muy light y súper molesta y Sarandon a una manipuladora deliciosamente egoísta. Como era de esperar, el convite celebra a la estupidez por la estupidez en sí porque se enrola en el cinismo inofensivo y decadente de nuestros días, ese que fue impulsado por la misma industria cultural que genera productos idénticos al que nos ocupa, llenos de insultos gratuitos y situaciones trilladas que se agotan de inmediato porque -a diferencia de otros tiempos mejores del mainstream- no forman parte de una estructura inteligente que apunta a la sátira social/ política… más bien todo lo contrario, ya que aquí tenemos de nuevo sentencias regresivas, apáticas y sexistas de lo más repulsivas que retrasan muchos años y confirman que vivir a la sombra materna es la única manera de vivir y que el lugar de la mujer sigue siendo engendrar a una prole de energúmenos que con el tiempo seguirán la tradición familiar y así todos juntos verán películas como la presente.