La mujer rey

Crítica de Maximiliano Curcio - Revista Cultural Siete Artes

En la década de 1820, en África, una unidad militar exclusivamente femenina forma una legión anti-colonizadora, liderada por una guerrera africana, de estilo amazona, con el fin de proteger al reino de Dahomey. Se preparan para luchar contra las tropas invasoras del Imperio de Oyo, al servicio de un régimen terrorífico, cuyo propósito es esclavizar a la población conquistada. Dos bandos inmersos en violento conflicto. Bien, esta es parte de la historia que intentan contarnos. Pero algo muy distinto es pretender reescribir ‘la historia’. ¿Cuál es el próximo límite ético a rebasar, con tal de validar el discurso imperante? Dana Stevens firma el guion de una historia que adapta sobre una idea original compartida con la intérprete Maria Bello. Actriz y productora, Viola Davis, intenta demostrar que una mujer de color puede liderar la taquilla mundial, sin necesidad de tratarse de mera corrección política. ¿Pero a qué precio? ¿Qué es aquello que convierte a este film en uno de los más controversiales y polémicos del año? Veamos detenidamente; “La Mujer Rey”, con realización de Gina Prince-Bythewood, conjuga elementos del cine grande de epopeya con el efecto dramático que otorga lugar a sus personajes para lucirse, en un entorno audiovisual deslumbrante. Un enfoque que la escuela hollywoodense pretender recrear, bajo los cánones actuales de inclusión y empoderamiento que combaten la opresión patriarcal y el sueño europeo. una mujer afro feminista y anti- esclavista parece engendrar el molde perfecto de heroína. Inclusive, sirviendo de guía a personajes como Dora Milaje, en “Pantera Negra”, profundamente inspirados en estas mujeres guerreras. La épica suele tomarse licencias ficticias para darle más drama a la situación, y el presente largometraje no es la excepción. Los libros de historia aseguran que, en realidad, la Dahomey antiesclavista que nos quieren hacer creer es, en realidad, todo lo contrario. No hay nitidez al respecto de lo planteado. A fin de cuentas, los estereotipos revanchistas fuerzan demasiado el hecho real, en pos de modernizar la mirada. En el campo de batalla, el mensaje feminista choca con sus ambiciones masivas. Maquiavelismo puro. El discurso (y el fin) justifica los medios.