La muerte juega a los dados

Crítica de Matías Orta - A Sala Llena

El Delta del Tigre conserva un encanto especial para las cámaras, sobre todo a la hora de contar historias oscuras. Los Muchachos de Antes no Usaban Arsénico (1976), de José Martínez Suárez, es un gran exponente. Por el mismo sendero de thriller y humor negro transita La Muerte Juega a los Dados (2015).

Tres amigos y colegas de una oficina viajan un fin de semana a una isla del Tigre, con el simple propósito de distenderse de su trabajo (trabajo que, por cierto, involucra actividades fraudulentas). Llevan consigo a Lucas (Esteban Coletti), el cadete nuevo; un boy scout que contrasta con el carácter curtido de sus superiores. Pronto el descanso dará lugar a la tensión, y se producirá una muerte. Y si se le suma una extravagante leyenda local, sobre un ser hermafrodita que suele obrar milagros… Será el principio de una serie de acontecimientos tan tenebrosos como desopilantes.

El director y guionista Martín Riwnyj equilibra el suspenso, la violencia y la comedia gracias a una historia con vueltas de tuerca y dosis de extravagancias que no le sientan mal. El peso mayor reside en las actuaciones de Coletti, Rubén Ballester (el jefe), Juan Ignacio Machado (un inolvidable abogado alcohólico que vive pasado de revoluciones), el pionero radial Douglas Vinci (él más atormentado del grupo), Ana Livingston y Carlos Kaspar, en un papel pequeño pero con frases y gestos ocurrentes.

Si bien el final podría haber tenido un cierre mejor construido, La Muerte Juega a los Dados sigue siendo un cuento de juegos, trampas, un arma humeante y más.