La mosca en la ceniza

Crítica de Pablo O. Scholz - Clarín

Adiós a la inocencia

Gabriela David aborda el flagelo de jóvenes prostituidas, sin subrayados.

No es la primera ni será la última vez que el cine refleje el drama y el engaño en el que caen las jóvenes del Interior que llegan a Buenos Aires seducidas por un trabajo bien remunerado haciendo limpieza y terminan encerradas y explotadas en un prostíbulo. Pero Gabriela David le ha encontrado una vuelta en su guión, y dentro del encierro de la casona en la calle Agüero construyó relaciones, marcó ingenuidades en la protagonista, Nancy (María Laura Cáccamo) y no cayó -jamás- en el subrayado ni la condescendencia a sus personajes.

Si hasta el agobio de La mosca en la ceniza lleva a recordar algunos momentos de Crónica de una fuga, de Adrián Caetano.

Nancy y Pato (Paloma Contreras) son llevadas con el anzuelo de recibir buena paga y poder ayudar a sus casas. Amigas desde la infancia, de familias numerosas, hay muchas bocas por mantener y si Nancy primero duda, finalmente ella y Pato caerán en la trampa. Una trampa difícil de sortear.

Uno puede temer por la suerte de Nancy, quien es inocente en extremo, y llega a pensar que el mozo del restaurante de enfrente (Luis Machín), que pasa a su ser su cliente, la quiere de verdad y la liberará de la esclavitud. Y también creer que Pato, que no acepta ser prostituida y es maltratada, terminará como muchos casos policiales lo reflejan. Pero en buena parte nada es como parece, y David vuelve a acertar en las líneas de fuga del guión, con un doble final en el que suelta escepticismo.

Ya en su debut en la realización, con Taxi, un encuentro (2001), Gabriela David se mostraba atenta a la construcción de personajes inmersos en una ciudad que era referente y parte fundamental en las reacciones del ladrón de taxis y la chica protagonista. Ahora casi no hay exteriores, pero cada vez que la cámara salga del prostíbulo lo hará para reflejar el distanciamiento entre la gente, alguna solidaridad y básicamente la falta de comunicación.

Podría también creerse que, siendo mujer, el tema del sometimiento tendría una mirada feminista. David, antes que feminista, es sensible.

El mayor peso de la trama recae sobre Cáccamo, toda una revelación, que logra credibilidad hasta en la suerte de monólogos que tiene, los que demuestran la ingenuidad de su personaje. Hay personajes más estereotipados, como otras adolescentes, la madama y el hombre encargado de la seguridad, pero son Contreras y Machín quienes más destacan en un elenco parejo.

El simbolismo de las moscas que Nancy atrapa y guarda en frascos con agua en distintos momentos de la película es sólo una mirada poética dentro de un filme de una gran factura técnica al que un mayor nervio y tensión hubieran ayudado a sobrellevar algún clisé y constituirse en gran obra.