La misma sangre

Crítica de Manuel Germano - Ociopatas

Elías (un correcto Oscar Martínez) es, en apariencia, un señor apacible, padre de familia, con dos hijas (una de ellas interpretada por Dolores Fonzi), un yerno (Diego Velázquez), un nieto, un lindo chalet y una esposa que es una exitosa cocinera. La larga mesa de la cena no anticipa lo que está por ocurrir en esa casa ni cuáles serán las sospechas que se tejerán alrededor de los vínculos familiares tras la noche en que se desata la tragedia.

La historia arranca años antes de la noche fatal, con una escena donde el padre de Elías (Norman Briski), que se luce en su breve pero eficaz intervención) sufre un accidente en el campo y muere al caerse del molino. Ese episodio sirve para mostrarnos que el rostro adusto del hijo tiene que ver con que su padre lo considera un inútil. Elías lleva la carga de ocupar un lugar de segundo, eclipsado por la sombra de su hermano, que murió años antes, y la necesidad de probar que él puede lo marca, como si se tratase del defecto dramático de un personaje shakesperiano, hasta llevarlo a la desesperación de siempre querer demostrar algo. Para colmo, su mujer al frente de una empresa de catering para fiestas, ratifica la sentencia de que es un inservible y alimenta la ira y la frustración de este hombre lleno de deudas al que no está dispuesta a prestarle la plata que lo puede salvar.

Miguel Cohan, director y guionista de este drama con suspenso, plantea una primera mitad de la película donde construye la intriga, y donde nos muestra los hechos desde dos puntos de vista: el del yerno (Diego Velázquez) que casi sin quererlo asume el rol de detective casero y encuentra indicios para sospechar lo peor de su suegro; y el del protagonista que devela lo que pasa detrás de cuatro paredes donde no todo es lo que parece.

Sin embargo, cuando tiene todos los elementos para un thriller atrapante con giro inesperado, Cohan pone todas las cartas sobre la mesa y “spoilea” su propia película, ya que nos da la clave de la trama mucho antes del final. Con el transcurrir de los minutos la narración pierde foco y se diluye por altibajos del guión que se va por la tangente en algunos tramos y deja varios cabos sueltos, sin lograr mantener la tensión dramática de ese prólogo que prometía.