La mirada del hijo

Crítica de Jessica Johanna - El Espectador Avezado

Cornelia es una mujer de la alta sociedad rumana, es madre, amiga y esposa. Pero las apariencias suelen engañar, y detrás de la apariencia de esta mujer elegante, hay lazos familiares a punto de quebrarse. Sobre todo con el hijo al que hace alusión su título, hijo único, que vive en pareja con una mujer que por supuesto a su madre no le cae bien.
La película comienza a tomar forma, o al menos a inducirnos al lugar donde se dirige, cuando este hombre atropella a un niño y lo mata. Ahí entra en juego la madre, una mujer decidida a que su hijo no vaya a la cárcel. Las pieles de su vestimenta contrastan con la sencillez de la familia del niño fallecido. Es que para Cornelia, todo puede arreglarse, pues está segura de tener los medios para que así fuera.
La mirada del hijo es un drama que pone en juego esta relación entre madre e hijo en medio de una situación extrema. Con una nerviosa cámara en mano, el director filma una película que a la larga tiene pocas escenas pero porque sus casi dos horas de duración está más que nada abocada a escenas largas y sin demasiadas elipsis. Esta cámara y este tipo de narración, que por momentos se la siente lenta, ayuda a que la película se la perciba de una manera más cruda, y a generar una necesaria tensión en momentos claves.
Ningún personaje en esta película parece ser tan inocente, ni tan culpable. Cornelia es ante todo culpable de querer lo mejor, o lo que ella cree que es mejor, para su hijo, un hombre que tras este fatal accidente se convierte casi en un zombie.
Al final, el film toma el rumbo más esperado, más moralista, y es esa última parte, además, la que se percibe más estirada. Este drama que pone en el centro este estrecho lazo familiar madre-hijo, retrata además la corrupción y el poder que el nivel alto de la sociedad tiene y utiliza para salir favorecido.
La actriz Luminita Gheorghiu es la encargada de dar vida a esta madre posesiva, un personaje que dota de ambigüedad, que funciona de manera brillante en escenas dramáticas y no apaga ese brillo en aquellas de un humor involuntario. El punto de vista es siempre el de esta mujer, que pasa de ser una madre preocupada por su hijo, a una mujer fría que sólo quiere, y sabe que así va a ser, salirse con la suya.
El film de Calin Peter Netzer que ganó el Oso de Oro en la Berlinale del año pasado genera entonces una experiencia interesante pero incómoda, y es una película que se queda impregnada en la mente de uno e invita a la reflexión, no sobre los temas expuestos en sí, sino el paralelismo que uno no puede evitar percibir con situaciones que nos son más cercanas.