La mentira

Crítica de Diego Batlle - La Nación

La mentira

El autor de El cantante expone los agujeros del capitalismo salvaje

El director de El cantante -película con Gérard Depardieu que se estrenó con gran éxito en la Argentina- reconstruye en su cuarto largometraje una insólita historia real tomada de la crónica periodística: la de un experto en engaños, trampas y simulaciones que, poco después de salir de la cárcel, recala en un pequeño pueblo del norte de Francia.

Allí, a pesar de la profunda crisis socioeconómica que padece la comunidad, este estafador profesional (notable trabajo de François Cluzet) logra convencer a empresarios y funcionarios (incluida la alcaldesa que interpreta Emmanuelle Devos) para que apoyen financieramente a su empresa (ficticia) -que supuestamente es subsidiaria de un poderoso holding de la construcción- en la extensión de una autopista que había sido detenida dos años antes, emprendimiento que podría terminar con el aislamiento y recuperar el crecimiento de la castigada zona.

Con un tema y un registro que remiten por momentos a El empleo del tiempo , obra maestra de Laurent Cantet, y con un sólido elenco en el que aparece brevemente (aunque en un papel decisivo) el gran Depardieu, Giannoli expone en toda su dimensión y en sus múltiples facetas la contracara, las contradicciones, las miserias, las grietas (los agujeros) del capitalismo más salvaje.

El film -que por momentos se alarga demasiado, aunque el director montó una versión bastante más corta que la que estrenó en la competencia oficial del Festival de Cannes 2009- encuentra en el antihéroe de Cluzet un impostor tan patético como querible, de esos extraños personajes que pueden generar tanta empatía como rechazo, a su protagonista perfecto, un hombre oportunista pero también entusiasta y tozudo que seduce a esa atractiva y vulnerable alcaldesa viuda que interpreta la siempre solvente Devos.

La fotografía de Glynn Speeckaert hace maravillas tanto en los ámbitos cerrados donde se desarrollan los tensos conflictos humanos como en los espacios abiertos, donde la pantalla ancha permite exponer la megalomanía de este faraónico proyecto concretado sin el más mínimo sustento. Un despliegue visual que resulta ideal para sostener una historia inteligente y con múltiples connotaciones e implicancias.