La leyenda del Rey Cangrejo

Crítica de Diego Batlle - Otros Cines

Un grupo de viejos cazadores se reúne para comer, beber, cantar, charlar y compartir viejas leyendas de la región. Una de ellas es la de Luciano, hijo del doctor de un pueblo de la región de Tuscia (Viterbo) entre fines del siglo XIX y comienzos del XX. Para algunos, “un santo”; para otros, “un noble”; para el resto, “un loco”; para todos, un borrachín empedernido. Tras ese arranque documental, la más pura ficción.

Historia de amor y aventuras (o desventuras), Re Granchio reconstruye la historia de un antihéroe, un tipo desaliñado, sucio, de tupida barba y siempre con una botella al alcance, pero también un rebelde frente a los poderosos, un impostor, un hombre desinteresado en el dinero y un enamorado. Esta primera parte “dialoga” con la filmografía de Alice Rohrwacher (Lazzaro felice) con sus mitos, tradiciones y su homenaje a exponentes del cine italiano como Pier Paolo Pasolini, Ermanno Olmi o los hermanos Paolo y Vittorio Taviani.

Una tragedia en medio de una celebración santoral con Luciano como responsable hace que sea enviado al fin del mundo -o, como se titula la segunda parte, "In culo al mundo"- y entonces veremos al protagonista, ahora con el nombre de Antonio Maria de la Vera, sacerdote de la orden salesiana, entre marineros, mercenarios y buscadores de oro en la isla de Tierra del Fuego. Esta segunda mitad es una auténtica búsqueda del tesoro (supuestamente robado de un barco de la corona española) y aquí podemos encontrar ecos de La película del rey, de Carlos Sorín; Jauja, de Lisandro Alonso; y tiroteos dignos del mejor western clásico.

Aunque por momentos luce un poco derivativa o con demasiados tiempos muertos, el resultado de Re Granchio (rey cangrejo) es -a tono con su protagonista- embriagador. Hay en el tratamiento visual y sonoro (son notables el trabajo del fotógrafo Simone D’Arcangelo y los aportes musicales de Vittorio Giampietro), en el uso de muchos actores no profesionales (como el omnipresente Gabriele Silli), en la recuperación de historias de la tradición oral, en la exaltación de épicas olvidadas y en la reivindicación de estos perdedores múltiples materiales de los que se nutren las películas más nobles y fascinantes. El cine como una odisea, un viaje en el tiempo, una aventura, una revelación.