Ga’Hoole: La leyenda de los guardianes

Crítica de Diego Batlle - La Nación

Condena al nazismo en 3D

El trabajo de Zack Snyder se luce más por la animación que por el relato

El director Zack Snyder ( 300 , Watchmen: Los vigilantes ) parece obsesionado -siempre desde su estética cercana al cómic y a partir de materiales originales de otros autores- por las alegorías sobre el fascismo. En Ga´Hoole: La leyenda de los guardianes se "apropia" de las novelas de Kathryn Lasky para ofrecer un film de aventuras animadas que, más allá de estar protagonizado por lechuzas, cuestiona de forma bastante directa el racismo, el fanatismo y el extremismo propios de la ideología nazi.

Con múltiples hallazgos en términos visuales (se exhibe en versión para salas digitales 3D e IMAX), el film consigue cautivar por momentos con los elegantes vuelos de los búhos o las coreográficas secuencias de batallas entre los sabios guardianes del título y los "puros", raza de crueles guerreros que se dedica a esclavizar o, en el mejor de los casos, a adoctrinar a los animales más débiles.

El film tiene como principal eje el derrotero de dos hermanos que acaban de salir del nido familiar y aprenden a volar. Tras ser secuestrados por los "puros", el primero, Kludd, se convertirá en un eficaz soldado al servicio de los "puros", mientras que Soren logrará escapar e integrará el bando de los queribles guardianes. El enfrentamiento, por lo tanto, queda planteado desde el principio.

El problema del film -más allá de su articulación de una mitología bastante obvia derivada de, por ejemplo, El señor de los anillos - es que no encuentra personajes capaces de conectar con el público (o los públicos): resulta demasiado elemental para los adultos y demasiado cruel y solemne para los más chicos (a pesar de que hay un cuidado por no mostrar sangre, es desaconsejable para menores de 10 años).

Así, los pasajes en los que se intenta "aflojar" la tensión con escenas muy editadas que incluyen múltiples observaciones de color con fondo musical o que proponen situaciones cómicas resultan decididamente forzados, a contramano de un relato que Snyder pretende manejar por otros rumbos y con otros climas mucho más descarnados y sórdidos.

Lo mejor del film, por lo tanto, tiene que ver con los hallazgos visuales de la animación tridimensional. Más allá de algunos regodeos innecesarios (tomas en cámara lenta que permiten mostrar, por ejemplo, el choque de las gotas de lluvia contra las plumas de las lechuzas), las imágenes alcanzan una belleza, una plasticidad, una textura y una profundidad que el cine pocas veces ha logrado. Es allí donde reside el principal mérito y casi el único valor de una historia que extraña en su construcción y en su dimensión dramática la misma categoría que sí alcanzó en su acabado formal.