La leyenda de la viuda

Crítica de Marcos Ojea - Funcinema

LOS RUSOS TE HAN HECHO MAL

Esta crítica iba a empezar diciendo que era difícil establecer si existe o no un cine de terror ruso, pero una charla con una amiga (docente, traductora y rusóloga) me complicó las cosas. Me dijo que en Rusia se hacen muchas películas de terror que no llegan a Occidente, con lo cual es evidente que sí, hay un cine de terror ruso, o al menos uno que se produce en Rusia (que no es lo mismo). Como el acceso a ese material no es fácil, lo que queda es tratar de ampliar el horizonte, y pensar si esas producciones son capaces de conformar una identidad y ser parte de una tradición. Una vez más, mi amiga me ilumina: al contrario de lo que ocurre con la ciencia ficción, donde los rusos han hecho escuela en el cine y en la literatura desde la época soviética, el terror fue importado desde otras latitudes (principalmente desde Estados Unidos), y nunca logró escapar de moldes, fórmulas o repeticiones. Es cierto que esto último podría aplicarse también al estado actual del género en Hollywood, con una industria que se bambolea entre la falta de imaginación y la necesidad de congraciarse con distintos movimientos sociales, pero el caso sigue siendo otro. Y más allá de los grandes maestros, hay directores capaces de conjugar inventiva y tradición. Es decir: no es lo mismo el cine de James Wan, que adopta formas narrativas y estéticas que dialogan directamente con un cine de terror previo e icónico, y construye nuevos horrores desde ahí, que un cine sin un arraigo cultural que simplemente reproduce conceptos que le son ajenos. Y no tiene que ver con cuestiones geográficas, porque cualquier cine puede establecer vínculos con otro cine, sino con la falta de creatividad y de riesgo a la hora de conjurar esas relaciones.

Las películas rusas de terror que se pudieron ver en Argentina en los últimos años confirman todo lo dicho previamente, y muchas de ellas están vinculadas al nombre de Svyatoslav Podgaeskiy, director de films mediocres pero con presupuesto como La novia, La sirena o Baba Yaga: el regreso del demonio. Para La leyenda de la viuda, Podgaeskiy se corre de la dirección (aunque se mantiene como productor) y cede ese lugar al debutante Ivan Minin. Podríamos volver a Wan y pensar en Podgaeskiy como una versión berreta del director malayo-australiano, haciéndose cargo desde distintos roles de un universo estético y temático definido, pero probablemente sea demasiado. Lo que es evidente es la voluntad del realizador ruso para hacerse un nombre dentro del género en su país, aunque más no sea siguiendo paso por paso el manual de horrores ya conocidos. La influencia más evidente para La leyenda de la viuda es El proyecto Blair Witch, con un grupo de personajes adentrándose en un bosque donde habita un monstruo. Cambiamos al trío de documentalistas por un grupo de rescatistas que buscan a un niño perdido, y a Burkittsville por San Petersburgo, y tenemos más o menos lo mismo; la diferencia es que entre una película y otra pasaron veinte años, y miles de propuestas que copiaron el modelo y agotaron el recurso.

Hay una intención inicial por reproducir el dispositivo found footage, con una secuencia de entrevistas a los lugareños y unas advertencias de que lo que vamos a ver sucedió en realidad. Pero lo que realmente vemos es una reconstrucción de los hechos, a mitad de camino entre la cámara testigo y una narrativa convencional. De haberse decido por el found footage, el amateurismo que impregna toda la película podría justificarse, e incluso contribuir a que el terror funcione a partir de lo que queda en off. Hay pequeños amagues, intentos de crear alguna imagen perdurable, pero es la propia narración la que se va encargando de frustrar cada posibilidad, empantanando a los personajes con giros entre previsibles y sin sentido. En un momento una de las protagonistas dirá “siento que estamos caminando en círculos”, y la sensación se transmite al espectador, que lo único que espera es que todos se mueran, menos el perro rastreador. Y ni siquiera: no hay vocación por el gore, ni siquiera por el sobresalto; tampoco hay intención por construir personajes interesantes, o por dar forma a un monstruo a la altura de las historias que se cuentan por ahí. La leyenda de la viuda, como sucedió con las películas anteriores que involucraban a Podgaeskiy, funciona mucho mejor en el póster que puertas adentro. Lo peor quizás sea la seriedad con la que sucede todo: un terror plano, industrial y sin gracia, que no asusta pero tampoco entretiene. ¿Será entonces que sí hay un terror ruso, cuya identidad es no tener identidad y ser aburrido y malo? No podemos afirmarlo al ciento por ciento, pero en cuanto a Rusia, mejor quedarnos con el vodka, los osos, las mamushkas y Natalia Oreiro. Todo eso les sale bien. La vacuna, esperemos que también.