La ley de la jungla

Crítica de Javier Porta Fouz - La Nación

Comedia anárquica y vital

El hombre fuera de su ámbito, tema clásico y eterno de numerosos relatos, de mucho cine y de muchas comedias, regresa en La ley de la jungla con la variante del burócrata citadino en la selva. Un empleado del Ministerio de Normas y Estándares viaja a la Guayana Francesa con la misión de que se cumplan los estándares europeos en "Guyaneige", un proyecto de complejo de esquí bajo techo en medio del trópico.

El burócrata es acompañado por una chica llamada Tarzan, atlética e intrépida, y para ambos y para todos los demás -políticos, entre otros- las cosas no salen como se espera. A partir de esos desvíos, provenientes de esa pertinaz reticencia del mundo a actuar como al hombre se le ocurre, nace esta aventura en forma de comedia absurda y anárquica que no tiene miedo de la velocidad, del slapstick engañosamente descerebrado, de los desnudos festivos, del juego como refugio para el humor.

El director Peretjatko, el mismo de La Fille du 14 juillet, suma humor político sin otras banderas que las de la deformación al extremo de las pretensiones, las ambiciones, las etiquetas pomposas y las megalomanías más diversas. Peretjatko y sus personajes rompen y demuelen con fruición, pero no hay nihilismo desaprensivo: cuando todo es imposible siguen en pie el deseo, la atracción, la risa compartida como refugio ante todos los males de este mundo, incluso aquellos tan temibles como el calor, la humedad y las alimañas selváticas.