La ilusión de Noemí

Crítica de Guillermo Colantonio - Fancinema

AMEBAS

Se podría pensar en ciertas películas como amebas, esos organismos sin paredes celulares cuya forma nunca es absoluta. Se podría pensar, también, en un sentido positivo y negativo la cuestión. En el primer grupo, se encontrarían aquellos films abiertos a la espontaneidad, imprevisibles, imperfectos pero con un nervio que se hace sentir y los hace carne en la retina; en el otro, La ilusión de Noemí calificaría como ejemplo de dispersión, de historias y personajes mal desarrollados, entre otros problemas.

Un inconveniente es el tono. No sólo narrativo (con falta de timing) sino en las voces inexpresivas de los actores que, cuando no exageran con subrayados sus intervenciones, son de una parquedad inentendible. Además, la saturación del sonido a cada momento empantana cualquier atisbo de verosimilitud, un rasgo que brilla por su ausencia. Al respecto, hay un pésimo balance entre imagen y sonido. Cada ruido es un estruendo.

Se alcanza a advertir una historia que pretende imbricarse en dos planos, el de unos niños amigos y sus padres, y el marco es Berisso. Los chicos afrontan la realidad que les toca vivir a base de fantasías mientras los grandes se dirimen entre sus creencias y sus posibilidades laborales. Debe decirse que hay que hacer un gran esfuerzo para tener empatía con ellos dada la falta de matices que reina en el guión como en la distante y fría mirada de una cámara más preocupada por colocarse en posiciones arbitrarias.

La confusión en la pintura de ambiente es tal que somos capaces de ver locaciones con signos de la década del ochenta e inmediatamente asistimos a conversaciones con celulares de última generación. La geografía barrial aborda siempre los mismos lugares, los ángulos y movimientos de cámara pretenden ser variados pero al carecer de funcionalidad dramática, derivan en un pintoresco gesto que conduce a poco y nada.

La alternancia de planos y los cortes no pueden disimular su carácter caprichoso. Una discusión, en su momento de máxima tensión (sentencia que a esta altura suena a exageración), es cortada de manera poco sutil. Tan poco sutil como una inserción de contenido político y un amague hacia el desarrollo de una trama laboral que es sólo eso, un amague más de los tantos que presenta esta película amorfa.