La huésped

Crítica de Javier Porta Fouz - La Nación

Una de ciencia ficción, del futuro, un futuro en el que la humanidad ha sido tomada, ocupada por los extraterrestres. Ocupada, ocupados los cuerpos, como en las diferentes y añoradas BodySnatchers . Acá todo se hace de forma muy limpia, y ya no se trata de referirse al comunismo sino más bien a otra cosa más vaporosa. Los aliens de esta película dominan la tierra y han logrado una sociedad ordenada, ordenadísima, pulcra, aburridísima. Ni marcas para los productos tienen de tan aburridos que son: la harina, bueno, se llama harina. Un mundo con adhesivo vinílico pero sin Plasticola. Pero claro, como pasa siempre en el cine, quedan humanos-humanos que resisten, o al menos escapan (son los que no tienen los ojos de color celeste brillante, signo de cuerpo copado por los aliens).

En eso de escapar andaba Melanie cuando la agarraron y le pusieron un alma alien. El principio de La huésped ( The Host , nada que ver con la maravillosa película coreana de monstruos dirigida por BongJoon-ho) parece prometer un relato de género con fotografía brillante, escenarios fríos, líneas rectas, prolijidad narrativa, rasgos intermitentes del director Andrew Niccol (especialmente en su ópera prima, Gatacca ; Niccol también hizo una gran película desaforada como El señor de la guerra ).

Desde que a Melanie le injertan un alien, bueno, Melanie sigue ahí, el cuerpo entonces es compartido por "dos almas", la extraterrestre Wanderer se comunica hablando y Melanie se comunica pensando, y solo la escucha Wanderer, pero Wanderer a Melanie le habla hablando, como si no pudiera pasarle las ideas pensando. No sabemos cómo es este detalle en el libro de Meyer (la escritora de la saga Crepúsculo ) pero en todo caso, ok, es una solución de adaptación y de claridad narrativa, podemos seguir apostando por la película. Pero como a la media hora Melanie/Wanderer llega(n) a una cueva, y ahí se nos conduce sin piedad y sin ningún apuro a una situación como de Crepúsculo de outlet, con la chica de doble alma disputada por unos chicos dignos de tapa de libros de Johanna Lindsey, pero con el pelo corto. Estos chicos rubiones son inexpresivos, pero es lo de menos. Y no es el "efecto argumental obligado de la autora de Crepúsculo " lo que mata a La huésped a partir de ese momento. Es por un lado la torpeza para comunicar las situaciones: hay un momento en el que el personaje de William Hurt verbaliza a lo bestia lo que percibe y no hay manera de tomarse en serio nada porque parece hablar sin otro motivo que para que esta carrera de orugas fuera de forma avance un poco, pero no hay caso. Por otro lado se nos amontonan lo ridículo de las situaciones, los destellos new age básicos (los aliens son directamente "seres de luz"), la solemnidad, la tontería lisa y llana, la lentitud y la falta de gracia.

La película, carente de personalidad, parece haber sido realizada por estos aliens medio pánfilos. Un dato relevante: la crítica de La huésped fue la última que publicó el famoso crítico Roger Ebert antes de morir.