La huella en la niebla

Crítica de Gustavo Castagna - Tiempo Argentino

El río y sus misterios

En los últimos años una de las características (bienvenidas) de algunas películas del cine argentino surgido a mediados de los 90 fue haberse alejado del universo Palermo Hollywood y sus personajes divagando entre forzados aires minimalistas y náuseas sartreanas de mesas de liquidación.

En los últimos años una de las características (bienvenidas) de algunas películas del cine argentino surgido a mediados de los 90 fue haberse alejado del universo Palermo Hollywood y sus personajes divagando entre forzados aires minimalistas y náuseas sartreanas de mesas de liquidación. Títulos que aparecieron en el Bafici y en el evento de cine de Mar del Plata (Los salvajes; La araña vampiro; Germania; Marea) cambiaron la pose vacía y cool por los silencios de una naturaleza protectora pero también agresiva hacia los personajes. El referente, en cambio, tiene su origen en la original puesta en escena de Los muertos y La libertad de Lisandro Alonso y en la sólida y personal obra de Gustavo Fontán y sus alusiones a la poética de Juan L. Ortiz.
La huella en la niebla, segundo largometraje del entrerriano Emiliano Grieco (Diamante, 2013), continúa con esa tradición narrativa donde el hombre y el paisaje se funden una y otra vez.
La mínima historia se inicia con Elías (Damián Enríquez), un bote, el silencio invadido por los sonidos de la naturaleza y un relato que se construye a través de una información a cuentagotas. Aparece su padre (ese buen actor Germán De Silva), un pasado que cobra protagonismo, la joven Lara (Emme Vitale) con su nueva familia y el río como trance metafórico frente al estado de las cosas.
La huella en la niebla tiene los tempos narrativos de ese río cansino que de vez en cuando sufre alteraciones, como ocurre con su personaje, en donde confluyen un pasado poco feliz y un presente que dependerá de la recomposición familiar y laboral. Para ello, la película trastoca de su atmósfera bucólica y de sus inquietantes silencios a la superficie genérica del policial, necesaria para que el director anude parcelas argumentales que resuenan como dispersas durante la primera parte. Tal como sucedía en algunos de los títulos de Alonso o en la trama de Los salvajes, ese mundo calmo marcado por el paisaje será invadido por la anécdota policial, en donde la sangre y la violencia adquirirán importancia para comprender las motivaciones de Elías junto a su pasado y su presente.