La hora de la religión

Crítica de Gustavo Castagna - Tiempo Argentino

Acerca de la mentira (religiosa)

Es el año de Marco Bellocchio. Meses atrás se estrenó la excelente Vincere y ahora le toca el turno a un film anterior, La hora de la religión, que expresa la feroz mirada del cineasta sobre la fe y la necesidad de creer en algo no terrenal. Ernesto Picciafuocco (impresionante trabajo de Sergio Castellito) es un dibujante y artista reconocido, ateo, separado y con un hijo. En la primera escena, enviados del Vaticano le informan de la inminente beatificación de su madre, asesinada por uno de sus vástagos, dilema moral que acosará a Ernesto, ya que la presión familiar hará lo posible para que el personaje se interrogue sobre su pasado y su mirada sobre la fe, o la falta de ella. Sin embargo, tal como hiciera en Vincere, Bellocchio elige una puesta en escena no realista, plagada de momentos fantásticos que iluminan una ciudad irreal que parece ocupada por fantasmas. Más aún, Ernesto se enamorará de la profesora de catecismo de su hijo, pero la película plantea si esto no es más que una intromisión (otra más) de la religión en la vida privada del desconcertado aunque también sonriente Ernesto. El viaje a la revelación o la confirmación de la mentira de la fe, expresada visualmente como si se tratara de diferentes estadios del Infierno de Dante, establecerá más de una paradoja que, al fin y cabo, es la intención primordial del film: ¿hasta qué punto puede resistir alguien la invasión ideológica de una fe religiosa sin reparar que se trata de un insoportable tormento? Film de tesis, polémico, original, audaz. Un típico Bellocchio de estos tiempos.