La gomera

Crítica de Diego Batlle - La Nación

El director rumano Corneliu Porumboiu -creador de notables largometrajes de ficción, como Bucarest 12:08; Policía, adjetivo; Cae la noche en Bucarest, y El tesoro, además de documentales como El segundo juego e Infinite Football- cambia por completo de rumbo y de registro con un atrapante e ingenioso thriller rodado en parte en su país, pero que tiene también varias secuencias filmadas en La Gomera del título original, una de las más pequeñas islas de las Canarias españolas.

Tráfico de drogas, un tentador botín de 30 millones de euros, traiciones cruzadas entre gánsteres y policías, una bellísima femme fatale siempre en el medio, un lenguaje impensado (conformado íntegramente por los silbidos a los que alude el título internacional en inglés, The Whistlers) para comunicarse a la distancia sin ser descubiertos, obsesión por las cámaras de vigilancia y múltiples referencias cinéfilas tanto al film noir francés (el protagonista Cristi, un agente corrupto devenido parte de la mafia que interpreta Vlad Ivanov, remite al Lino Ventura en las películas de Jean-Pierre Melville) como a los westerns de John Ford (con imágenes de Más corazón que odio incluidas), pasando, nada menos, por la célebre escena de la ducha de Psicosis, de Alfred Hitchcock, son solo algunas de las piezas de un complejo rompecabezas que solo puede armarse llegando hasta un singular final rodado en Singapur.

Porumboiu recicla, pero luego subvierte y resignifica los elementos del cine de género (o de géneros), en un film rebosante de canciones (arranca con la voz de Iggy Pop interpretando "The Passenger" y luego hay temas a cargo de Jeanne Balibar, Ute Lemper, Lola Beltrán y música clásica de Richard Strauss), de virtuosismo en la estructura del guión y en su montaje (está narrado en episodios no cronológicos centrados cada uno en distintos personajes) y muy buenas ideas de puesta en escena.

Algunos cinéfilos quedarán algo perplejos porque La Gomera, que tuvo su estreno mundial en el marco de la Competencia Oficial del último Festival de Cannes, nada tiene que ver con el austero e intimista cine rumano basado en conflictos familiares, pero si se acepta cambiar el chip e incursionar en un nuevo universo el resultado es tan fascinante como estimulante.