La familia Bélier

Crítica de Pablo O. Scholz - Clarín

La mejor sorpresa

Une el costado artístico y el comercial, tiene personajes queribles, mucho humor y emotividad.

Una gratísima sorpresa es esta Familia Bélier. Gratísima porque reconforta ver una película que aúna el costado artístico con el comercial, en el que la trama fluya y sea tan rica como atrapante. Y sorpresa porque la Argentina es el segundo país en el que se estrena esta comedia de Eric Lartigau.

Tan poco se conocía del filme que hasta seduce no contar por qué a Paula (Louane Emera) le cuesta horrores, siendo jovencita, aceptar participar en un concurso en París, lejos de la granja donde vive con sus padres y su hermano menor.

Es que ella es la única que escucha y habla en la casa, y no es un giro metafórico. En una familia de sordos, Paula es como el nexo con el mundo circundante, sea para negociar los granos que comen los animales, vender los quesos que hace la familia en la feria o traducir en la visita al médico.

La película tiene varios disparadores temáticos y subtramas. Porque si Paula es el personaje central, no todo al comienzo gira a su alrededor. Rodolphe, su padre, está harto del manejo del alcalde, y decide postularse como candidato a gobernar el pueblo. “¿Por qué no votarían a un sordo si votaron a un imbécil?”, le dice Paula sin eufemismos al mismísimo alcalde.

Es que los Bélier son gente sin demasiadas vueltas. Tras un estudio sobre las familias de sordos, el director de Mi novia Emma e Infieles anónimos comprendió en seguida que los sordos van directo al grano. Y Lartigau (50 años) pasa a preguntarle a Paula, preguntarse él y preguntarle al público si la actitud de la protagonista, una vez que descubre y escucha su voz (es un profesor de música en el colegio quien advierte su potencial en el canto) es de egoísmo o superación. ¿Justo ella tiene un don que sus padres y su hermano no pueden percibir ni disfrutar? ¿Cuánto de frustración hay en ella si su familia no puede compartir su sueño?

Pero lo mejor de La familia Bélier es que todo está contado desde el humor, la emotividad llega tamizada y no resulta edulcorante puro. Porque abre distintas vetas e historias, y todas son como encantadoras.

El único sordo de verdad es Luca Gelberg, el hermano menor de Paula, ya que François Damiens y Karin Viard debieron aprender el lenguaje de señas durante cinco meses, lo mismo que Emera (surgida del reality La voz en Francia).

La independencia, la familia, la adolescencia y el primer amor son todos tópicos abordados por esta comedia que llega sin bombos ni platillos, pero que bien merece ser recibida con ellos.