La estrella de Belén

Crítica de Mex Faliero - Fancinema

EL BURRO QUE SALVÓ LA NAVIDAD

Las ideas alumbradas por el cristianismo son materia habitual en buena parte del cine de Hollywood, con elementos bien distinguibles en películas de directores como Martin Scorsese o Mel Gibson, por poner dos ejemplos reconocibles de tipos que las abordan con un gran nivel de locura e imaginación. Por lo tanto, que una película animada como La estrella de Belén retome la idea del nacimiento de Jesús no molesta tanto por sus implicancias cristianas como por el carácter didáctico y con poco vuelo con el que lo hace. De hecho, esta producción dirigida por Timothy Reckart se toma bastantes libertades, incluso hasta satiriza algunos pasajes, pero no puede dejar de ponerse seria y bajar cierta línea hacia el final con lo que resulta bastante molesta. Es decir, a esta altura del Siglo XXI volver a contar cómo un ángel le dice a María que lleva en su vientre el hijo de Dios, y no poner eso en un contexto medio fantástico resulta una antigüedad manifiesta. Y una antigüedad peligrosa si pensamos que el principal público de esta película son los niños. Pero aquí están, Sony y la Iglesia unidos en sagrado matrimonio audiovisual.

Pero María y José son personajes secundarios en esta fábula religiosa, donde los protagonistas son una serie de animales que terminan ayudando para que el nacimiento de Jesús llegue sin complicaciones. Más precisamente, el protagonista es un burro que tiene el conflicto habitual de buena parte del cine animado contemporáneo: tiene un deseo, pero la realidad le impone otro futuro, con un destino que parece en su caso estar rubricado como animal de fuerza en un molino. Está bien que su deseo es el de asistir a la caravana real, con lo que la película le suma a su religiosidad un costado monárquico aún más molesto, pero en el camino obviamente el burro sufrirá alguna revelación que le impondrá la idea de que lo suyo es asistir a los desprotegidos, en este caso el torpe José y la embarazada María.

Cuando La estrella de Belén deja de lado el didactismo cristiano, avanza como una road movie cómica y slapstick, con algunos pasajes divertidos y personajes de reparto con cierta gracia, como esa oveja que aparece por allí con espíritu de Bugs Bunny (sepan disculpar la herejía). Es parte de la fricción de un relato que buscar disimular su monserga en el carisma de sus criaturas, aunque al final se imponga con determinación el mensaje. Y más preocupante aún, parte de su libertad se ve lastrada por una serie de imposiciones de producción, que buscan integrarla con buena parte del cine de animación mainstream, por lo que no puede faltar un villano aunque esté totalmente desdibujado y sólo opere como elemento funcional de la trama. En verdad la misma historia se podría haber contado con un espíritu más libre, menos atado a la tradición y a la necesidad de construir un final con mensaje sobreexplicado. Pero hay quienes entienden que si se apunta a los niños, las cosas deben estar licuadas como uno de esos purés horribles que les dan a los bebés. Por suerte en la cara del burro protagonista hay una chispa, una emoción, que hace bastante honesta su ingenuidad e impone su mirada leve haciendo mínimamente tolerable el relato.