La esposa prometida

Crítica de Roger Koza - La Voz del Interior

El deseo de los otros

Tel Aviv debe ser una de las ciudades más hedonistas del mundo, como muchos jóvenes lo saben y por eso eligen vivir en ella. Multicultural y juvenil, en las antípodas de la antiquísima Jerusalén, el placer y la diversión definen gran parte del estilo de vida ciudadano. El sujeto social invisible de esa metrópolis festiva es lo que le interesa a la directora Rama Burshtein, pues en La esposa prometida, si bien el filme tiene lugar en Tel Aviv (cuyos espacios públicos quedan prácticamente en fuera de campo), el relato transcurre en el seno de una comunidad ultraortodoxa judía, los jaredíes.

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En este universo cultural, el matrimonio es mucho más que una forma de circunscribir el deseo y asegurar la procreación. Casarse constituye un organizador simbólico del orden comunitario, y es por eso que ese acto no queda librado al azar. Las tías y las madres, junto con los rabinos, orquestan las parejas del futuro, lo que no significa que en esas coordenadas la experiencia del enamoramiento esté desterrada. El cruce entre lo inesperado y la planificación se ve en una de las primeras secuencias. Shira y su madre se acercan hasta un supermercado para ver al prometido. Por teléfono alguien le dice que él está en la zona de lácteos. La mirada de Shira indicará conformidad. Pero ¿qué hubiera pasado si no le gustara?

Si bien la joven de 18 años parece satisfecha con su posible marido, los acontecimientos la pondrán en un nuevo contexto amoroso y familiar. Su hermana mayor, que está a punto de dar a luz, dejará antes de tiempo nuestro mundo (aunque su hijo permanecerá entre los vivos) y, tras un tiempo, la madre considerará que el mejor candidato para su hija menor es el esposo de su hija mayor. ¿Un escándalo moral? ¿Una decisión conveniente? Lo cierto es que después de una deliberación entre rabinos y familiares, el nuevo pretendiente será Yochay. ¿Habrá entonces un nuevo matrimonio?

Aunque los elementos puestos en juego podrían funcionar para establecer una crítica a una práctica social específica en el contexto de una ideología minoritaria, Burshtein, una mujer que devino ortodoxa en su madurez, propone un retrato preciso de una forma de vida que coexiste en una sociedad signada por la modernidad. No se observa aquí ni un ápice de indignación liberal respecto del lugar de la mujer y de un sistema de creencias que fundamenta las costumbres. Curiosamente, la trasgresión del filme reside en mostrar abiertamente un ethos cuyas prácticas, para una gran mayoría, lucen como un delirio anacrónico.

Sin embargo, la sensualidad de los amantes y la alegría colectiva no están prohibidas en el mundo de los jaredíes; su manifestación parece más edificante y vital que la representación del erotismo blando y la vida comunitaria de las películas liberales llegadas de Hollywood. He aquí una sorpresa de la época. La provocación, en ciertas ocasiones, viene de la mano de los conservadores.

La esposa prometida
Drama
Buena
(Israel/2012). Guion y dirección: Rama Burshtein. Con Hadas Yaron, Yiftach Klein, Irit Sheleg, Chayim Sharir, Razia Israeli, Hila Feldman y Renana Raz. Duración: 90 minutos. Apta para mayores de 13 años. Sexo: nulo. Violencia: nula. Complejidad: nula. En el Cine Teatro Córdoba, a las 19 y 22.40.