La era del rock

Crítica de Javier Porta Fouz - HiperCrítico

Unas cuantas afirmaciones

Los indestructibles 2 es mucho mejor que Los indestructibles 1. Los indestructibles 1, cuando salió, se llamó Los indestructibles. Ahora se le dice “la 1”. Curioso, ni “la” ni “1” estaban en el título original. Bueno, el título original es The Expendables, que quiere decir algo así como “los prescindibles”, los que se pueden sacrificar.

2. Sí, la 2 es mucho mejor que la 1. Se apoya menos en “mirá que te muestro a todas estas estrellas del cine de hace décadas juntas, arrugadas y gastadas, más otras nuevas, más otras que nunca dejaron de ser estrellas”. En realidad, muestra más estrellas y más tiempo, pero integra mejor eso que muestra a la acción que narra. Y, en realidad, algunas de las estrellas no están arrugadas, están arruinadas, que suena parecido pero no es lo mismo. Chuck Norris no está arrugado, pero su cara es una mancha indefinida detrás de vaya a saber uno qué intervenciones. Stallone también se puso algo que hace que sus pómulos brillen estirados, pero menos que Norris. Qué tipos duros, se estiran pero no se rompen.

3. Más allá de estos horrores y errores faciales, la película es un festejo de la acción más vertiginosa filmada con claridad y de forma competente, y con grandes cantidades de humor. Claro, si usted no entiende el humor de estas películas y se toma las masacres de altas cantidades de malos malvados pérfidos en serio, bueno, Los indestructibles 2 no es para usted.

4. ¿Y por cuáles otros motivos la segunda es mejor que la primera? En parte, porque la payasada se acepta sin vergüenza. El descomunal villano –llamado Vilain– e interpretado por Jean-Claude Van Damme es resbaladizo, brilloso, asqueroso: verlo es como acariciar una babosa, pero una babosa feliz. Además, dos que hacían meros cameos en la primera acá se ponen a trabajar, como Bruce Willis y Arnold Schwarzenegger (y puedo escribir bien Schwarzenegger sin chequear). Cuando Willis, Schwarzenegger y Stallone se juntan y disparan, son los tres socios de Planet Hollywood reventando todo. Vaya uno a meterse con el poder metafórico de todo esto.

5. La era del rock, por su parte, confirma lo que ya estaba claro en la remake de Hairspray: este señor Adam Shankman convierte en anodino todo lo que toca. Si pudo arruinar una de las mejores películas de John Waters, quitarle gracia y vida y meterla en una insulsa caja de colores con diversos moños, vuelve a hacer lo mismo con un gran material de base en La era del rock. Todo brilla y tiene colores pero nada ilumina, nada conmueve. Y ni que hablar de la cantidad de actores y canciones que desaprovecha. Y ni que hablar de los extrañísimos rostros brillantes (¿intervenidos tal vez?) de los jovencísimos protagonistas. El estilo inane de Shankman (o la ausencia de todo rasgo de estilo) ameritaría una descripción más detallada, pero para eso debería volver a ver la película. Y eso no va a ocurrir en el futuro cercano. Y, por favor, basta de filmar a Catherine Zeta-Jones un poco fuera de foco o con extraños filtros. ¿Qué es lo que se intenta disimular?

6. Estoy leyendo el extraordinario libro El ruido eterno de Alex Ross. En el capítulo El arte del miedo dice esto, que siempre es importante recordar: “Eisenstein había acometido la peliaguda tarea de hacer una película en varias partes sobre la vida del zar Iván IV, conocido normalmente como Iván el Terrible, el ídolo de Stalin. Si Eisenstein producía una hagiografía de Iván, estaría haciendo pública una apología del Terror de Stalin; si ofrecía un retrato con todas sus imperfecciones, ofendería al líder. Repartió la diferencia haciendo una parte I con un tono más festivo y una Parte II más crítica. (…) Stalin reaccionó como era de prever. La Parte I recibió un premio Stalin, compartido por Eisenstein y Prokofiev. La parte II nunca llegó a los cines. ‘Iván el Terrible era muy cruel’, dijo Stalin a Eisenstein después de ver la segunda parte. ‘Puedes mostrar que era cruel. Pero debes mostrar por qué necesitaba ser cruel.’” La segunda parte, La conjura de los boyardos, la que decía verdades, la que no le gustó a Stalin, no sólo es mucho mejor que la primera sino que es, simplemente, la mejor película de Eisenstein. Vaya uno a meterse con el poder metafórico de todo esto.