La delicadeza

Crítica de Jessica Johanna - El Espectador Avezado

Si alguien sabe de amor, ellos son los franceses, saben contarlo, saben sentirlo. Quizás porque tienen como escenario esa ciudad tan bella, ideal para los enamorados.
“La Delicadeza” es una comedia romántica agradable, delicada debo decir, y exquisita. Situada en París, es una linda historia de amor que en ningún momento peca de ser empalagosa y sabe escaparle a los clichés.
Cuenta la historia de una mujer, desde el lado del amor. Empieza con el conocer al hombre de tu vida, perfecto y con quien se tiene una perfecta relación. Pero claro, la perfección no existe, o la felicidad no es algo más que pasajero, y dura poco. Y la vida, que puede ser tan generosa como mezquina, se encarga de demostrarlo cuando tras contar la historia de esta relación en unos pocos minutos (con un estilo audiovisual muy interesante que lamentablemente después se va perdiendo para derivar en un relato más clásico) él muere y ella no encuentra consuelo alguno más que aferrarse a su trabajo.
Pero otra vez vuelve a aparecer el amor, se toma su tiempo pero aparece. Lejos de parecer perfecto, lo hace en la figura de un sueco “feo” y medio torpe, pero totalmente querible. Y otra vez vuelve a suceder aquello que le sucede a cualquier persona cuando se enamora: el miedo a sufrir (como cuando pensamos en ‘tengo miedo de enamorarme de…’ y en realidad es porque ya caímos en sus redes), las inseguridades, el hecho de que el tiempo vuele junto a esa otra persona…
Hasta antes que aparezca este peculiar personaje, la película se centra sólo en el interpretado con elegancia y frescura por la linda de Audrey Tautou (alejada desde hace rato de Hollywood) pero después se permite por momentos separarse de ella para seguirlo a él, que sin duda es el punto más alto del film.
"Ella me permite ser la mejor versión de mí mismo”, define el sueco bonachón (François Damiens) esta relación que nace con un beso que parece salir de la nada.
Con una cuidada fotografía y la banda sonora de Emilie Simon, David Foenkinos adapta junto a su hermano su propia novela y el resultado es un film pequeño, pero que representa al amor como lo que es: lindo, misterioso, loco y extraño, algo con lo que cualquiera puede sentirse identificado. Quizás a lo último sí parezca sobrarle unos minutos y hay algún personaje secundario que, quizás porque no está construido sólidamente, no termina de cumplir su función pero no deja de ser una opción agradable.