La creciente

Crítica de Eduardo Elechiguerra Rodríguez - A Sala Llena

El eterno huérfano

¿Quién?

… el bicho ese

(Demián Dantander y Franco González, La Creciente)

Escasean las palabras dichas en La Creciente (2019) de Demián Santander y Franco González. A cambio de ello, contrasta lo significativo de otros efectos en el diseño sonoro de Arian Frank. Tales efectos, junto con la cámara en mano, ponen en relieve un conflicto en el protagonista evidenciado en las varias preguntas que le hacen a lo largo de la obra.

No ha transcurrido ni media hora de película y ya distintos personajes circunstanciales le han preguntado “qué hacés acá”, “qué onda vos”, “¿sos de por acá?” y “de dónde sos”. Él mismo formulará varias preguntas y se quejará de tantas inquisiciones. Estas dudas consiguen respuesta aunque no estén verbalizadas.

Matía (Cristian Salguero), el protagonista, se encuentra a la deriva. Esto ya nos lo mostró un primerísimo primer plano en su secuencia inicial nadando en el río. Pero también lo sugiere un plano contraplano cuando él consigue una pequeña casa de lata donde vivir. Su reacción ante el descubrimiento tiene de fondo el cielo y los árboles sin copa, como si él perteneciera a la naturaleza de forma inevitable aunque intente lo contrario. Ya vimos una toma similar, sin los árboles, en los primeros minutos.

¿Qué hacemos entonces con su deriva? Atendamos al canto de los pájaros, el mugido de las vacas o el jadeo del perro perdido. El protagonista sobrevive a su entorno como lo hacen o no estos animales y más allá de las dudas frente a necesidades básicas (hambre) o económicas (trabajo). Aprovechar plenamente la fauna para simbolizar la soledad de estos personajes no solo pasa por hilar la anécdota del carau con los efectos sonoros o el trabajo de pastoreo y traslado de vacas y ovejas. También la fotografía de Eric Elizondo y el montaje de Emiliano Rodríguez sorprenden en la cristalización de estos sentidos. La obra se las arregla para que el fondo de los planos en constante movimiento hable de las inquietudes de sus personajes y no solo de forma unívoca.

Dos escenas a la mitad de la película dan cuenta de cierta llaneza que nos anticipa el final aunque sus matices sean valiosos. Un almuerzo con Matía, el “Correntino” (Héctor Bordoni), su hija y Gustavito (Facundo Aquinos), el otro trabajador, subraya en exceso el predominio del padre sobre aquellos tres. La puesta de todas maneras aprovecha la tonalidad amarilla de la cortina para recordarnos una escena anterior con el cenital de los amantes en cama, ahora sentados frente a frente. La siguiente toma usa menos diálogo y es más potente en su contraste audiovisual: los mencionados amantes están en una lancha, en un plano general y en medio del río repleto de plantas que les impide deslizarse. Ella bromea “no tenés isla”. El sentido metafórico de la expresión es evidente (a él le falta experiencia) pero el literal apela a carencias en distintos niveles.

Un plano secuencia de dos minutos ejemplifica la independencia que estos amantes buscan. Mientras ella limpia un pescado con cierta tirantez y él la aborda después de una noche de laburo y joda, los dos manifiestan las pequeñas concesiones necesarias en una convivencia (“solo te pido que no bardeés más de la cuenta”), ella le advierte sobre su padre agresivo quien lo contrata a él, y juegan sexualmente. La cámara se mueve tosca como lo hacen en la rutina todas las relaciones de poder capaces de que la violencia no se imponga.

Que la película resuelva estas dinámicas con la muerte empobrece sus planteamientos. Al develarnos el nombre de Gaby (Mercedes Burgos) poco antes de que huya, se nos está planteando un karma familiar apresurado. Es difícil entonces no imaginar otro camino: ella estará toda su vida huyendo de la figura paterna y la posibilidad masculina de reconciliación estará escindida por el temor. No hacía falta matar a alguien para que se evidenciara esta orfandad contextualizada en una isla del río Paraná. Tampoco era necesario supeditar la independencia de Gaby a fantasmas previsibles mucho antes de la muerte de Matía.