La conferencia

Crítica de Gustavo Castagna - A Sala Llena

LA TRASTIENDA

Quince, veinte jerarcas nazis de diversos rangos y cargos, militares y civiles, decidiendo la Solución Final en la conferencia de Wannsee, en 1942, mientras la guerra seguía sucediéndose en diversos frentes y aquel poder empezaba a tambalear. Un grupo que se respeta y espía, que tiene cuentas pendientes, que conversará y opinará desde diferentes puntos de vista sobre temas relacionados a “lo judío”, pero también, a cuestiones internas que describan a algo no tan homogéneo como se preveía. Envidias, celos, miradas de reojo, frases y palabras cortantes, explicaciones y datos, números y cifras, espacios geográficos por resolver, qué les tocará a cada uno, lo protocolar en su máxima expansión. Todos hombres adustos, pocas risas y alguna ironía, solo una mujer dejando constancia del encuentro que tendrá un par de interrupciones para dirimir en fuera de campo o en campo qué hacer en ese instante y así remitir toda la información a los superiores, a los que no están, a quienes articularon a esas piezas desparramadas en una sala de reuniones y de ese modo concretar el definitivo Holocausto.

La película del prolífico director alemán Matt Geschonnek (un puñado de películas para cine y un montón para televisión) se aferra a la palabra escrita, al guion y a las actuaciones, a la convención formal del plano y contraplano, para transmitir un discurso aterrador, que no esconde nada, que se comunica al espectador como si se tratara de una reunión de hombres de negocios o del directorio de una empresa que debe decidir el destino de otro, de alguien considerado inferior, de un supuesto empleado molesto que ya no merece ocupar un lugar laboral. De ahí que el horror de la guerra y el destino de quienes estaban en los campos de concentración del nazismo, según la propuesta de La conferencia, se manifiesta con elocuencia y al detalle alrededor de una gran mesa y con veinte sillas en dónde sentarse.

En ese punto, en el trayecto del film, se produce cierto encono de algunos de los participantes, los roces entre el mundo civil (ministerial) y militar, destacándose las siniestras palabras y la seguridad con la que comunica su discurso Adolf Eichmann y las miradas y los silencios que se corporizan en Reinhard Heydrich, el enviado de su superior Hermann Göring. En esos dos personajes y, en un tercero, el doctor Wilhelm Stuckart, se sintetizan los otros y los objetivos de la película: tres opiniones diametralmente opuestas sobre los temas a tratar, desde lo protocolar y analizado de antemano (Eichmann), desde la pausa y el oído atento (Heydrich) y desde el reclamo y las preguntas por hacer (Stuckart). Tres visiones diferentes que acordarán, luego de mutuas desconfianzas, la terrorífica “solución final al problema judío”

Por eso los últimos planos corroboran la decisión. La despedida y algún brindis dejarán espacio a otras reuniones que no pueden esperar demasiado. El horror se ha presentado desde las bambalinas, detrás del telón, desde el marco teórico. La última toma con la sala de conferencia vacía antecede a la praxis, a esa ejecución final que fue decidida en un paisaje bucólico pero entre cuatro paredes, una mesa de trabajo y algunos cómodos asientos.