La chica en la telaraña

Crítica de Emiliano Fernández - Metacultura

Abominaciones del imperio

Cuesta reconocerlo pero lamentablemente cierta magia de la Saga Millenium desapareció en su quinto eslabón, La Chica en la Telaraña (The Girl in the Spider's Web, 2018), algo así como una versión negociada -léase a mitad de camino- entre el espíritu de las creaciones de Stieg Larsson y lo que el Hollywood actual reclama de este tipo de propuestas. Ya dejando en el pasado las tres adaptaciones suecas originales del 2009, dirigidas por Niels Arden Oplev y Daniel Alfredson, y la remake norteamericana del 2011 a cargo de David Fincher, todos trabajos muy interesantes y basados en los tres libros que Larsson completó en vida, el opus que nos ocupa no llega a ser fallido para nada pero ofrece un cóctel formal algo extraño: tenemos una idiosincrasia, contexto y personajes de Millenium, una premisa y algunos desvaríos a la 007/ James Bond y unas secuencias de acción, una iconografía tecnológica y un dinamismo general símil Misión Imposible (Mission Impossible), amén de detalles de los policiales hardcore y las epopeyas clásicas de espionaje y hasta una multitud de referencias a una obra muy semejante, Alguien Sabe Demasiado (Mercury Rising, 1998).

La trama comienza con una típica situación acorde con el temple de izquierda, aguerrido y anticapitalista de la saga, con la querida Lisbeth Salander (Claire Foy de adulta, Beau Gadsdon de niña), la hacker bisexual y gélida que caza oligarcas, escapando en su infancia y abandonando a su hermana en manos de su padre psicópata sexual, quien gusta de asfixiar a mujeres con un “envase” símil polietileno y una aspiradora, y arremetiendo precisamente -ya mayor- contra un CEO de la alta burguesía que suele moler a golpes a prostitutas varias, dejándolo colgado cabeza abajo y vaciándole las cuentas bancarias para transferir todo el dinero a sus víctimas. Rápidamente la protagonista acepta el encargo de Frans Balder (Stephen Merchant), un ex empleado de la Agencia de Seguridad Nacional de Estados Unidos que desarrolló un programa llamado Firefall para acceder a los códigos nucleares de todo el mundo y que ahora pretende que Salander lo robe y destruya porque los yanquis lo traicionaron reteniendo el control absoluto del software y porque considera -con razón, por supuesto- que es una herramienta geopolítica muy poderosa para cualquier gobierno global.

Ayudada por el periodista de investigación Mikael Blomkvist (Sverrir Gudnason), dueño histórico de la revista mensual Millennium de Estocolmo y hoy inexplicablemente más joven y en un rol algo secundario, Lisbeth terminará bajo un fuego cruzado bien peligroso que involucra a un sindicato criminal conocido como Las Arañas y comandado por la hermana de Salander, Camilla (Sylvia Hoeks de adulta, Carlotta von Falkenhayn de niña), a un agente norteamericano llamado Edwin Needham (Lakeith Stanfield) que está detrás de la protagonista por haber robado Firefall y a una bella jerarca del servicio secreto sueco, Gabriella Grane (Synnøve Macody Lund), que procura impedir que Needham se entrometa en los asuntos internos del país y que desea detener tanto a Salander como a los miembros de Las Arañas; todo un planteo a su vez mezclado con la presencia de un jovencito genio, August (Christopher Convery), hijo de un Balder que pronto es asesinado y el único capaz de desencriptar Firefall para que pueda usarse, circunstancia que lo convierte en un bien muy preciado por todas las partes en disputa al punto de sabotearse mutuamente sin cesar.

Las buenas intenciones detrás del convite son más que palpables y de hecho el desempeño concreto del realizador Fede Álvarez, responsable de las excelentes Posesión Infernal (Evil Dead, 2013) y No Respires (Don't Breathe, 2016), es admirable a nivel visual y en lo que respecta a la dirección de actores, no obstante el guión de Steven Knight, Jay Basu y el propio Álvarez resulta un tanto anodino y especialmente con algunos elementos fuera de lugar si nos concentramos en la Saga Millenium, lo que nos reenvía al detalle de que hablamos de una traslación del cuarto libro de la hoy franquicia y el primero no escrito por Larsson, quien falleció de forma imprevista en 2004 y así se publicaron póstumamente en 2005 los legendarios tres primeros eslabones, Los Hombres que no Amaban a las Mujeres (Män som Hatar Kvinnor), La Chica que Soñaba con una Cerilla y un Bidón de Gasolina (Flickan som Lekte med Elden) y La Reina en el Palacio de las Corrientes de Aire (Luftslottet som Sprängdes). Lo que no Mata te Hace más Fuerte (Det som Inte Dödar Oss) es la novela en cuestión, escrita por David Lagercrantz y editada en 2015 como producto de la pugna entre la familia de Larsson y su pareja, Eva Gabrielsson, que tiene en su posesión material incompleto inédito que no puede publicar por no haber estado casada con el autor.

Dicho de otro modo, el revoltijo que nos presenta La Chica en la Telaraña es en simultáneo debido a la intervención de un escritor asalariado y de un Hollywood que también colabora para que el sustrato de la propuesta se aleje de los pormenores de la corrupción, el sadismo y la falsa sensación de impunidad de las altas esferas del poder económico, político y social para en cambio acercarse al terreno del thriller tecnófilo tradicional de nuestros días con preeminencia de escenas de acción y soluciones dramáticas algo escuálidas, ese que además viene de la mano del nene prodigio que atesora la clave para “salvar” al mundo. De todas formas, Álvarez es mucho más inteligente que el promedio de sus colegas y lo que podría haber sido un trabajo sin alma se transforma en una película en ocasiones muy atractiva sobre todo por la maravillosa actuación de una Foy -ya vista en Unsane (2018) y El Primer Hombre en la Luna (First Man, 2018)- que no tiene nada que envidiar a la genial Noomi Rapace de los films suecos y que supera lo hecho por Rooney Mara en el opus de Fincher. Más allá de diversas exageraciones y su entramado poco ingenioso, la obra es prolija y entretenida y continúa señalando que en el fondo lo que se analiza son las abominaciones de las oligarquías al servicio del execrable imperio de las naciones más ricas del planeta…