La Cenicienta

Crítica de Santiago García - Leer Cine

Ser valiente y bondadoso

Una nueva versión del cuento La cenicienta. No es ni la primera y seguramente no será la última. Pero sí hay que decir que es la que mejor representa la famosa y universal historia que todos conocemos. No hay cuento de hadas más famoso que el de Cenicienta. No solo porque atravesó la historia de la humanidad en los más variados formatos, sino que también fue contado a través de los siglos por Perrault, los hermanos Grimm y llegó al cine y la televisión de infinitas formas. La versión de cine más recordada es la de dibujos animados de la década del cincuenta. Hay que decir que es raro cuando uno se prepara para ver algo que conoce de principio a fin, cuando no le quedan dudas acerca de todo lo que va a ocurrir en la pantalla. Es más raro aun cuando descubre que eso no es un defecto ni un impedimento para que la película deslumbre y emocione. Como los niños frente a los cuentos de hadas, los espectadores podrán disfrutar de cada momento conocido, atravesar cada instante con inquietud y alegría, sabiendo cual es el destino de sus personajes y deseando que ese destino se cumpla. Por algo, después de todo, este es el cuento más famoso. En el fondo de cada persona está la historia de Cenicienta, el deseo de ser reconocidos y luego de enormes sacrificios descubrir que uno es especial. No es solo cuento para niñas o niños, es para cualquiera. Esta nueva versión del cuento clásico, bastante inspirada también en la película de Walt Disney de 1950, es la conjunción perfecta entre la inocencia y el drama, capaz de alcanzar niveles de belleza arrebatadores sin ser tampoco anodina o carente de profundidad. En esta época en la cual está muy de moda revisar los cuentos de hadas y transformarlos en cosas absurdas, incluso con escenas de batalla, La cenicienta de Kenneth Branagh conserva la forma simple y directa de un cuento, consiguiendo de una manera poco común que el relato vaya tomando vuelo poco a poco, confiando más en el espectador que en las necesidades del mercado actual. Al comienzo no se sabe muy bien si la película logrará diferenciarse de la media contemporánea, pero cuando llegan las escenas previas al baile y el baile en sí mismo, hay que rendirse frente al talento de Branagh que consigue poner en imágenes todo lo que uno imagina que es el clímax de la historia de Cenicienta. Es un gran mérito que el realizador no le haya tenido miedo a la fantasía y la magia, mérito extra porque el drama está intacto y no se ve afectado por el elemento propio de los films de Disney. De hecho, y para ser justos, la película carece de cualquier cinismo o ironía modernas, y se asemeja muchísimo a los films clásicos del estudio. Esto, claro está, debe tomarse como un gran elogio. El casting de la película es perfecto de punta a punta, Lily James como Cenicienta, Richard Madden como el príncipe, Cate Blanchett -sin robarse el show- como la madrastra, Derek Jacobi (actor fetiche de Branagh) como el rey, y así todos. Y, porque merece destacarse aparte, el vestuario es posiblemente uno de los más bellos que se hayan visto en la pantalla grande. Todo al servicio de la película y de esta que, repetimos, es la mejor versión de La cenicienta que se haya hecho jamás.