La casa de los conejos

Crítica de Mex Faliero - Funcinema

UNA HISTORIA DE LA DICTADURA

La dictadura y sus consecuencias ya podrían ser un subgénero del cine nacional, que ha construido un verosímil propio para recrear aquellas imágenes setenteras; verosímil que se impone no solo desde lo visual sino además desde un código de las actuaciones. En sí el propio cine argentino de los setentas estaba decididamente imposibilitado de mostrar lo que pasaba, por lo que la construcción audiovisual de todo el cine posterior parece respaldarse en un imaginario que surge de tomar elementos propios de otros cines: el policial duro, el noir, el drama intimista. En la representación hay siempre una idea bastante áspera, y muy ocre, sobre ese pasado lúgubre que pone en tensión el drama hasta alcanzar lo trágico. La casa de los conejos, película de Valeria Selinger basada en la novela Manèges, petite histoire Argentine, de Laura Alcoba, es un nuevo ejemplar de ese cine (si bien su historia comienza unos meses antes del Golpe de Estado de 1976), que recorre todos estos tópicos sin terminar de habitarlos definitivamente.

Un poco el conflicto de la película es el de sus protagonistas: una madre que huye de las autoridades y se refugia en la casa de unos compañeros revolucionarios, llevando consigo a su pequeña hija. Una casa que es, en verdad, un refugio para actividades vinculadas con la impresión de medios de izquierda y la planificación de acciones armadas. Esa casa, entonces, nunca se habita, nunca es “el hogar”, pero de alguna manera comienza a serlo cuando la actividad revolucionaria se convierte en algo cercano para la pequeña Laura. La casa de los conejos, a la manera de la más sólida Infancia clandestina, toma como propio el punto de vista de la niña, lo que le sirve por un lado para evitar los juicios de valor y mirar todo con cierto candor, a la vez que naturaliza algunas imágenes un poco burdas, como aquel pasaje en que la piba toma la leche mientras su madre y sus compañeros limpian armas de fuego. Es una imagen que seguramente se corresponde con lo que real, pero que en el contexto de lo simbólico que ofrece el film subraya lo que ya estaba claro de antemano.

Como decíamos, la película de Selinger evita los juicios de valor. No construye un universo de buenos y malos, y eso es muy saludable, más allá de una última secuencia un poco abrupta y fragmentaria donde representación de ese miedo que estaba siempre en off luce bastante estereotipada. En todo caso el problema de La casa de los conejos no tenga que ver con el punto de vista elegido y con su coherencia argumental, sino más bien con una indefinición en el tono y con una débil generación de climas, cuando se entiende que lo que busca es precisamente mostrar esa vida al límite que vivían estos personajes. Se agradece alguna instancia de humor que rompe el rictus habitual de las actuaciones, pero la película desde su casi único espacio nunca termina de construir climas intensos, nunca ese horror en off tiene el peso suficiente como para que temamos por la suerte de los protagonistas, incluso dramáticamente es bastante lavada y le falta a las imágenes un peso propio para que el carácter de drama observacional funcione. En definitiva no hay contradicción discursiva, apenas un tono discreto y sin ripios que vuelve la narración demasiado monótona. Una película fallida, demasiado correcta, sin vibración.