La canción de las novias

Crítica de Leonardo M. D’Espósito - Crítica Digital

Cuando el fondo histórico disuelve a los personajes

Los films que tienen como núcleo circunstancias sociales o históricas –o ambas– corren un enorme riesgo: que esas circunstancias o la toma de posición respecto de ella termine transformando a los personajes en meras herramientas para el mensaje didáctico. Cada película, sea La guerra de las galaxias o La batalla de Argelia, plantea un mundo, reglas específicas y comportamientos que reflejan los nuestros: nos importan o no sus habitantes de acuerdo con ese reflejo. En el caso de La canción de las novias, si bien la realizadora Karin Albou hace lo posible para darles dimensión a sus protagonistas, termina sin decidir si lo que más le importan son sus criaturas o su contexto. La historia está ambientada durante la ocupación nazi en Túnez: una joven judía debe aceptar un matrimonio por conveniencia; una musulmana, también. Entre ambas se establece una amistad casi física, al borde de lo homoerótico, que se desliza a enormes tensiones a medida que la vida de los judíos se hace más y más intolerable bajo el régimen de ocupación.

La descripción de esta amistad juvenil es precisa y captura la atención del espectador. Pero la tentación de hablar de discriminación y política (mujeres obligadas por sus familias según un orden tradicional, más las diferencias entre judíos y musulmanes, más la opresión de una dictadura dibujan un marco demasiado pesado para el tapiz personal) termina siendo demasiado grande y Albou cae en ella. Es entonces cuando el guión –entendido sólo como un índice de situaciones arbitrarias y calculadas– toma control de la película y diluye el drama personal –que es universal– en el contexto. Sin embargo, mientras la relación entre estas mujeres se desarrolla a partir de pequeños o grandes gestos, y en momentos donde la descripción descarnada de algunas situaciones se vuelve obligada (el caso de una depilación de vello púbico, que conserva sin entrar en lo pornográfico toda su connotación violatoria), el film cobra la necesaria fascinación para continuar con él: logramos creer en las protagonistas y sentir ese lazo que suelen establecer con nosotros los personajes de un film. Pero siempre un encuadre de más, un momento casi sobreactuado por parte de la directora, nos recuerda que debemos valorar este film no tanto por la vida que muestra sino por la utilidad que podemos extraer de él. Por poco, la película termina inclinándose hacia el didactismo. Sin ninguna duda, pues, La canción... es un film justo respecto de los problemas que plantea. Desgraciadamente no lo es, del todo, para las criaturas que lo habitan.