La Academia de las Musas

Crítica de Gustavo Castagna - Subjetiva

EL SABER Y LAS PALABRAS

Bienvenido el nuevo opus de José Luis Guerín, el cineasta de Innesfree y Tren de sombras, aun cuando la experiencia se efectúe dos años luego del estreno en festivales. Bienvenida esta fusión, otra vez, entre opuestos y complementarios como son el documental y la ficción, tal como el realizador lo había conformado en la extraordinaria En construcción. Bienvenidos esos primeros planos de mujeres, descriptos desde un sujeto observador, como ocurría en En la ciudad de Silvya, aquella búsqueda de ese rostro en medio de un montón de rostros de otras mujeres.
La academia de las musas contempla nuevamente la mirada de propios y extraños, pero en este caso, también a través de las palabras, de la confluencia de lo público con lo privado tomando con centro del relato al filólogo Rafaelle Pinto junto a su esposa y al grupo de musas inspiradores que interactúa junto a él como complemento (al estilo de un coro subterráneo) y luego como motivación principal.

Palabras, clases, preguntas, conceptos, respuestas, cruces de miradas y la Divina Comedia y sus aspectos poéticos invaden la primera parte del film de Guerín, acaso las menos estimulantes desde la construcción de un relato. Las idas y vueltas verbales anuncian un próximo cambio de tono y de estilo, además de los dos encuentros que Pinto tiene con su mujer, que por momentos parecen inclinarse hacia una zona de comedia verborrágica plena de simpatía.

Pero el desplazamiento definitivo del punto de vista –en principio transparente desde la perspectiva del filólogo-, ocasionalmente insinuado en charlas iniciales, se produce en la segunda mitad del film. Allí La academia de las musas es invadida por la ficción, o por la representación de la ficción, a través de las presencias de las tres musas principales: Emanuela, Mireia y Carolina. Las tres, cada una con diferentes opiniones, convergen a la construcción de un solo personaje (acaso como en aquella Persona de Bergman pero con una criatura más). Las musas ahora se corporizan en tres mujeres filmadas como aquella Silvya de En la ciudad de Silvya, registradas ahora por una cámara a través de vidrios, espejos esmerilados, trastiendas estéticas y formales en donde a Guerín se lo nota más que cómodo pero al borde de caer en un preciosismo injustificado. Pero las musas están, como el viaje a Cerdeña del filólogo con una de ellas, como aquellas preguntas que no encuentran respuestas contundentes y sí descansan en la práctica (verbal) del amor y al infidelidad, alejándose de la oratoria verbal y teórica del comienzo. Como si aquel rayo verde de Eric Rohmer de hace tres décadas resucitara en otra geografía y en otros planteos, ahora, con las musas muy cerca de un profesor, atentas y con una serie de preguntas y comentarios que debería responder (o no) el experimentado filólogo.

LA ACADEMIA DE LAS MUSAS
La academia de las musas. España, 2015. Dirección: guión, edición y fotografía: José Luis Guerín. Intérpretes: Rosa Delor, Emanuela Forgetta, Carolina Llacher Patricia Gil, Raffaelle Pinto, Mireia Iniesta. Duración: 92 minutos.