Kung Fu Panda 2

Crítica de Santiago García - Tiempo Argentino

El regreso del oso de la gente

Dado el éxito de taquilla de la primera película con este personaje animado, sólo era cuestión de tiempo para que llegara una secuela y en versión para anteojos 3D. Aun a pesar de sus limitaciones, es mejor que la anterior.

Kung Fu Panda 2 es, por supuesto, la segunda parte de una película muy exitosa y muy querida por el público infantil. A pesar del genuino cariño que aquel film logró al momento de su estreno, hay que decir que no se trataba de uno de los mejores títulos de animación del cine contemporáneo. Pero también está claro que lo que decide una secuela no son los méritos artísticos sino la recaudación, y Kung Fu Panda 2 –realizada en 3D– era algo que no podía quedarse afuera de la ola de segundas partes del verano en los Estados Unidos.
La buena noticia hay que decirla pronto, porque esta segunda parte es, incluso con sus limitaciones, mejor que la primera. Los motivos por los cuales esto ocurre se deben a dos factores muy claros: en primer término una claridad narrativa y una historia pequeña, clara y concreta. En segundo término, una particular y consciente búsqueda de la belleza que va desde los títulos del comienzo, las escenas del pasado y hasta el gran clímax del film.
Una vez más, la idea del destino está marcada en la historia como motor principal de la misma. Un pavo real, desterrado de su reino años atrás por sus padres, construyó un arma para destruir el kung fu y dominar China. Es el temor a ser destruido lo que lo llevó a la masacre que le costó el destierro. Según la profecía, un ser blanco y negro era quien lo iba a destruir y por eso el film abre –en una secuencia tan trágica como arrebatadoramente bella– con el pavo real asolando una comarca de pandas. En paralelo, el panda Po, protagonista del film, comienza a buscar en su pasado quiénes son sus padres y qué les ocurrió.
No hay tampoco grandes novedades bajo el sol y quienes no hayan visto la primera entrega de Kung Fu Panda no tendrán mucho motivo para acercarse a esta continuación.
Mucho del humor que la película tiene se basa justamente en los vínculos previos que los personajes tienen, y la manera en que el panda pasa de ser un holgazán a convertirse en un maestro del kung fu le resultará insólita.
Una película con una historia sencilla y pequeña y con imágenes de gran belleza, dos elementos que hacen que la experiencia de ver una segunda parte sea, al menos por una vez, algo más que un mero trámite sin gracia. Quienes disfrutaron de la original, disfrutarán por igual o más esta secuela.