Kung Fu Panda 2

Crítica de Diego Batlle - La Nación

Sin mayores innovaciones, pero con el mismo impacto visual

Las desventuras del torpe y querible oso panda Po en la antigua China generaron en 2008 un inmenso éxito comercial no sólo en las salas de todo el mundo, sino también en el cada vez más amplio y lucrativo negocio del merchandising . Por eso, apenas tres años más tarde (el plazo mínimo que hoy insume desarrollar un film animado a gran escala), estamos frente a una secuela sin demasiadas innovaciones, pero con un despliegue visual, de acción y de humor suficiente como para repetir aquel suceso.

Jennifer Yuh -una cotizada directora de arte de origen asiático que debuta aquí como realizadora de largometrajes- propone en el arranque una secuencia de títulos construida con una vistosa animación casera, pero luego de ese prólogo sobre las tradiciones chinas la narración regresa al estilo pirotécnico y adrenalínico que caracteriza a la saga. Si bien se abordan de manera superficial algunos conflictos ligados a la paternidad (más específicamente a la adopción) o a la búsqueda de la paz interior, la mayor parte de la hora y media está dedicada a los entrenamientos (Po se ha convertido en un experto instructor en artes marciales) y a las largas secuencias de batallas con un buen aprovechamiento de los efectos 3D.

Si el Bien está encarnado en Po (la voz del histriónico Jack Black) y sus amigos (con aportes también expresivos de figuras como Angelina Jolie, Jackie Chan o Seth Rogen), el Mal en esta segunda entrega tiene como a principal exponente a Shen (Gary Oldman), un pavo real resentido y con conocimientos de magia negra al frente de una manada de terroríficos lobos. Todo queda servido, entonces, para un enfrentamiento a puro vértigo y con escenas de masas que tienen como fondo los bellos paisajes y las imponentes y pintorescas escenografías de China. Una fórmula bastante similar a la del film original en la búsqueda del mismo objetivo: conseguir la fidelidad del masivo público familiar.