Esta primera aventura de Travis Knight, actual director de los estudios Laika, abre un panorama atrapante en el terreno de la animación "cuadro a cuadro" y demuestra que es posible combinar creatividad y bellísimas imágenes en una producción asombrosa. De la mano de Laika Entertainment, el mismo estudio que trajo Coraline, ParaNorman y Los Boxtrolls, llega esta asombrosa película realizada con la técnica de "stop-motion" o animación "cuadro a cuadro". Kubo y la búsqueda del samurai es insuperable en su factura técnica y también entrega una historia en la que conviven cómodamente la realidad y la magia del Japón feudal. La realización de Travis Knight puede ser disfrutada por el público infantil y también por el espectador adulto que seguramente encontrará otras lecturas del material. En una aldea, Kubo -con voz de -Art Parkinson-, un niño con talento para el origami y la música, deberá encontrar las partes que conforman una armadura sagrada que alguna vez supo conseguir su padre, un samurai legendario. Kubo enfrentará entonces a los fantasmas del pasado y en su aventura lo acompañarán una simia parlante -Charlize Theron- y Escarabajo -Matthew McConaughey-. Ya desde el inicio con su madre a merced de olas gigantescas y varada en una playa, Kubo es un bebé que demuestra ser especial, que a pesar de tener un ojo, tiene la capacidad para ver todo y transformar con los años a todo su entorno a través de los relatos que realiza con figuras de papel. Esta primera aventura del actual director de los estudios Laika, abre un panorama más que atrapante en el terreno de la animación y demuestra que el tono oscuro y fantasmagórico impreso en la narración logra momentos de alto impacto. En ese sentido, la aparición de las gemelas malvadas -con voz de Rooney Mara- o la presencia del resentido Rey Luna -Ralph Fiennes- le dan al relato un peso dramático que la separa notablemente de las últimas producciones animadas de otros estudios. Entre dioses, monstruos, costumbres y leyendas capturadas en una narración dentro de otra, Kubo se ubica en un pedestal difícil de destronar.
Laika nos trae una pequeña obra de arte basada en tradiciones orientales y colmada de momentos entrañables. La película comienza con un mar bravío, en medio del mismo vemos a una mujer en una pequeña embarcación con un bulto aferrado a la espalda. De repente la marea la arrastra hacia la playa y notamos que el bulto se mueve y emite sonidos. Cuando la joven abre las telas nos encontramos ante un bebé con una característica especial: tiene un parche en el ojo. Este es Kubo, un sencillo y gran prólogo para presentar al personaje. Desde el comienzo sabemos que será especial, y después de una elipsis temporal, tomamos conciencia de sus atributos. Kubo vive en una cima solitaria con su madre, quien se encuentra algo confundida, los sueños y la realidad no tienen límites en su mente. Kubo es quien baja a la aldea y con su instrumento musical mágico da vida a historias sorprendentes. Hasta que un día las premoniciones de su madre se cumplen, aquello que parecía fantasía ahora es real, y es a partir de ahí que comienza su travesía. No hay más que elogios para esta aventura asombrosa de un atractivo visual exquisito y artesanal, en el que todos los elementos del folklore, de las fábulas y leyendas japonesas están presentes: las criaturas fantásticas, los seres mitológicos, animales extraordinarios. Así como también esa forma particular de concebir la existencia que tiene la cultura oriental, en la que se enfatiza la cualidad intuitiva por sobre la racional. Donde los sentidos están a disposición de encontrar, en la naturaleza y en la simpleza que nos rodea, la belleza. Todo esto es Kubo y mucho más, porque asimismo es una gran historia familiar y de amor, en la cual se destacan valores como el respeto a los mayores, la bondad y el honor. Una película de excelencia visual que alterna las técnicas stop-motion y 3D, con una dinámica argumental ambiciosa y sofisticada. ¿Qué más se puede pedir?
Kubo y la Búsqueda Samurái es la nueva película animada con la impresionante técnica de stop-motion que nos tiene ya acostumbrados la productora Laika, quienes fueron responsables de Coraline (2009), ParaNorman (2012) y Los Boxtrolls (2014). Es el debut del CEO de Laika, Travis Knight, como director y se puede decir que empezó con el pie derecho. Para los que no conocen, la técnica de stop-motion consiste en aparentar movimiento a través de una serie de imágenes sucesivas. Los objetos que se fotografían son estáticos, de diferentes materiales (papel, plastilina, cartón, etc.) y suelen ser a tamaño escala. Esta película animada de más de una hora cuarenta de duración, que puede ser uno de los únicos puntos que le puede jugar en contra, cuenta la historia de Kubo (Art Parkinson), un niño con la capacidad de poder realizar origamis mágicos con solo tocar su guitarra shamisen, que se adentrará en una gran aventura junto con Mono (Charlize Theron) y Escarabajo (Matthew McConaughey) para poder conseguir las piezas de una poderosa armadura samurái y así poder vencer al malvado Rey de la Luna (Ralph Fiennes). Esta historia del recorrido del héroe, que es más que conocida, tiene por detrás un mensaje simple, pero valioso, que las memorias y recuerdos de los que más queremos es una de las “magias” más poderosas que tenemos y a veces no las vemos cuando se encuentran a simple vista. Con una dirección de arte impecable, esta película nos transporta a un antiguo Japón lleno de paisajes naturales plagado de referencias folclóricas y culturales de esa nación. La paleta de colores refleja los diferentes estados por los que va atravesando Kubo y sus amigos, que acompañan perfectamente el clima emocional de las escenas y complementan los variados escenarios por los que recorren. De esta manera, al ser stop-motion, las texturas son más visibles y hay momentos en el que uno no puede distinguir qué es real y qué fue realizado por animación digital (cómo los fondos) y eso es algo que suma mucho. Asimismo, el recurso del origami está muy bien utilizado y las diferentes formas que se crean son todo un arte de ver. También, cabe destacar los créditos finales, que se encuentran animados de manera tradicional en dos dimensiones y los dibujos se notan que están inspirados por el estilo de animación japonés de acuarelas y pinceles. Laika ya tiene historial de haber presentado historias animadas que tocan temas bastantes oscuros y que otras compañías como Illumination o Disney no se adentran, y Kubo no se queda atrás, al tocar temas como la muerte y el más allá, como parte del ciclo de la vida. Además, sus villanos dan miedo de verdad, como por ejemplo las Hermanas (Rooney Mara), que tienen un diseño oscuro y sombrío que se completan con unas máscaras que son reminiscentes a las de Guy Fawkes, que se hicieron famosas en la película V de Venganza (James McTeigue, 2006). En referencia a la música, compuesta por el italiano ganador de un Oscar, Dario Marianelli (V de Venganza, Los Boxtrolls) se acopla perfectamente a la película, ya que la misma acompaña perfectamente las escenas de acción, como así también las que tienen más peso dramático, todo atravesado con diferentes instrumentos japoneses que terminan de cerrar este espectáculo audiovisual inspirado en la cultura japonesa. En conclusión, Kubo es una hermosa producción de animación que no defraudará a grandes y chicos y seguramente estará dentro de las posibles nominadas al Oscar de este año.
Una auténtica joya de la animación En un mercado como el de la animación dominado por grandes productoras (Disney-Pixar, Illumination, Blue Sky, DreamWorks) hay algunas compañías "gourmet" que apuestan por películas más arriesgadas. En la última década, a la británica Aardman se le sumó un pequeño estudio propiedad de Nike con sede en Portland llamado Laika, que concibió films como El cadáver de la novia, Coraline y la puerta secreta, ParaNorman y Los Boxtrolls. Ahora, de la mano del presidente de la empresa, Travis Knight (en su debut en la dirección), llega la notable Kubo y la búsqueda samurái. Esta historia de aventuras fantásticas protagonizada por un niño japonés de 11 años con habilidad para el origami y la música (toca un instrumento llamado shamisen que tiene poderes mágicos) no sólo atrapa y conmueve con sus escenas de acción o sus búsquedas espirituales, sino que además regala uno de los universos más hermosos que la animación haya concebido en mucho tiempo. Cada plano, cada movimiento, cada criatura, cada detalle, cada textura, es de una belleza apabullante gracias a la mixtura de distintas técnicas en su mayoría artesanales. Más allá de que es una película apta (y recomendada) para toda la familia, hay que advertir que Kubo y la búsqueda samurái se ubica en las antípodas de la animación vertiginosa y a puro estímulo primario de, digamos, Madagascar, La era de hielo o Los Minions. En ese sentido es muy probable que los más pequeños la encuentren un poco rebuscada y hasta algo aburrida. Sin embargo, aquellos adultos que disfrutan del cine de animación tienen en este film una oportunidad única y es verlo en la versión original subtitulada (por suerte hay varias funciones con esta opción). El protagonista, Kubo, es interpretado por Art Parkinson, pero cuando él se ve obligado a abandonar el pueblo costero en el que vive para iniciar una larga travesía descubriremos que la voz de Escarabajo es de Matthew McConaughey y la de Simio, de Charlize Theron, mientras que las malvadas hermanas están a cargo de Rooney Mara y el no menos temible Rey Luna, de Ralph Fiennes. Todos concretan multifacéticos trabajos de enorme expresividad. Conflictos familiares, iconografía propia de las tradiciones milenarias niponas, historias de samuráis, elementos sobrenaturales (la inmortalidad es uno de los temas recurrentes, al igual que las formas de lidiar con la pérdida de los seres queridos) y buenas dosis de humor se combinan para una auténtica joya hecha con mucho talento y corazón por la factoría Laika, el secreto mejor guardado de Hollywood.
Una joyita medieval La nueva película de animación del estudio Laika plantea una historia de superación, con clima de época. Allá por 2009, con el estreno de Coraline y la puerta secreta, el mundo de la animación recibía con los brazos abiertos el nacimiento de un nuevo estudio llamado Laika. La película sorprendió por el sobresaliente uso del la técnica stop motion, cuya maestría se le atribuyó por entonces al director Henry Selick, responsable también del clásico El extraño mundo de Jack. Unos años después de Coraline..., Laika lanzó ParaNorman y después Los Boxtrolls, sin relación alguna con Selick, pero manteniendo la pericia en la técnica. Ahora, con el estreno de la deslumbrante Kubo y la búsqueda del Samurái, el estudio creado por uno de los fundadores de Nike parece estar listo para hacerle frente a la hegemonía de Pixar. En el Japón medieval, Kubo vive escondido en una cueva con su mamá, quien está perdiendo la memoria y sobreprotege al chico desde que él perdió un ojo. Kubo baja todos los días a un pueblito de pescadores y, armado con un shamisen (una especie de guitarra japonesa) y un par de hojas de papel, cautiva a los vecinos con historias en origami sobre las batallas de su papá samurái. El director debutante y CEO de Laika, Travis Knight, aprovecha todo ese universo como una gran alegoría del estado actual de la animación y del lugar que ocupa su compañía en el mundo del cine. El cineasta mezcla el tono iniciático del universo de Harry Potter con el occidentalizado Akira Kurosawa que inspiró Star Wars para narrar la gran aventura de Kubo: el chico tiene que escapar de sus tías gemelas que, en nombre de su abuelo, quieren arrancarle al niño su otro ojo. Kubo sale entonces en busca del legado de su padre, una armadura mágica que puede protegerlo de su abuelo, y en el camino encuentra una impensada compañía en una mona con pocas pulgas (Charlize Theron) y un tarambana escarabajo samurái (Mathew McConaughey). La pelea que Laika puede darle a Pixar gracias a Kubo y la búsqueda del Samurái no tiene que ver con una historia universal a la manera de la saga Toy Story ni mucho menos. Por el contrario, sus virtudes son enaltecer la singularidad de una historia con un final abierto impensado en una película para chicos y la particularidad estética al conjugar la tradicional animación de objetos con el diseño más moderno de las imágenes generadas por computadora.
Sólo la música los salvará La recuperación de la literatura oral y el folklore oriental son los puntos más interesantes de Kubo y la búsqueda del samurai (Kubo and the Two Strings, 2016), la película animada con la que Travis Knight (Los Boxtrolls, ParaNorman 3D) vuelve a la pantalla grande en una de las más bellas historias que el último cine nos ha brindado. Reposando la mirada en Kubo, un pequeño niño que pasa sus días cuidando a su madre enferma y relatando historias con su guitarra mágica y miniaturas de origami, un día ve cómo sus rutinas cambian al ser sorprendido por dos misteriosas brujas que con su oscuridad desean arrasar la aldea japonesa en la que vive, secundadas por el abuelo del pequeño, un misterioso y siniestro ser. Sabiendo que la única salida es poder encontrar tres piezas que pertenecían a su difunto padre, para así protegerse de los hechizos y el acecho de los villanos, Kubo, emprende, sin saberlo, un viaje que se convierte en iniciático para él. Así, junto a un Mono, una especie de mentor que lo guia en su travesía, a los que se sumará Escarabajo (quien aporta la cuota de humor necesaria pero también el contrapunto para que Mono se termine por consolidar como su sombra), Kubo avanza en caminos rispidos para recuperar su identidad y con ella, la tranquilidad del pueblo. El guión de Marc Haimes y Chris Butler mantiene la tensión necesaria durante todo el metraje para seguir las aventuras del trío protagónico asediado por malhechores y obstáculos que pondrán a prueba las habilidades y “magia” que el pequeño Kubo posee. Travis Knight construye una película que impacta visualmente a partir de las bellas recreaciones de escenarios y paisajes japoneses ancestrales, los que configuran el espacio ideal para que Kubo, Mono y Escarabajo se relaciones y comiencen a desandar la búsqueda de los objetos (espada, armadura, yelmo) que el niño necesita para protegerse y sobrevivir a los embates de los enemigos. Kubo y la búsqueda del samurai es un film que habla sobre el alcanzar metas y el ofrecerse al otro, pero también habla de la música como medio de salvación para aquellos seres que dedican sus vidas a la pelea, la confrontación y el odio. Hermosa parábola para grandes y pequeños, la película posee en su versión original la interpretación de Art Parkinson, Charlize Theron, Matthew McConaughey, Rooney Mara y Ralph Fiennes, entre otros, que logran dotar a sus personajes de una vívida calidez, necesaria para que el relato se suceda con naturalidad y sencillez, con empatía y potencia, con belleza y amor. Mención aparte la cuidada banda sonora con Regina Spektor cerrando el film con su particular versión de "While my guitar gently Weeps" de The Beatles.
Llega otra verdadera obra de arte de los estudios Laika, quienes nos regalaron las geniales Coraline (2009), ParaNorman (2012) y Los Boxtrolls (2014). Estas películas combinan la animación 3D con la técnica stopmotion creando así un estilo tan original de animación como las historias que eligen para contar. En el caso de Kubo y la búsqueda del samurái nos encontramos con un relato que transcurre en el Japón feudal y que aprovecha muy bien todo ese mundo y cultura con mezcla de fantasía. Me fascinó la manera en la cual se narra la historia y los cuentos en tercera persona del protagonista. También lo bien definidos que están todos los personajes y sus maravillosos vínculos. Vi la versión original que posee las voces de Charlize Theron, Ralph Fiennes, Rooney Mara, Matthew McConaughey y George Takei, lo que eleva aún más la excelencia del film, realmente la recomiendo así. Y si bien el llamado “camino del héroe” ya está muy quemado en Hollywood aquí es todo tan original (desde lo visual y narrativo) que no importa que la historia tenga paralelos y claros parecidos con otras. No es una película que los más chiquitos disfrutarán en comparación con ejemplos recientes tales como La vida secreta de las mascotas pero para alguien de 10 años que se enganche con las aventuras la pasará más que bien. Este estreno es de esos que hay que experimentar porque cuesta mucho trasmitir las sensaciones que ocasiona pero sin dudas es una de las mejores películas animadas que vi en los últimos tiempos y no hay que perdérsela.
Crítica emitida por radio.
MAGIA, VILLANOS CRUELES Y HÉROES AMOROSOS Realizada por los famosos estudios Laika, en un moderno stop motion, esta película dirigida por Travis Haimes y escrita por Marc Haines y Chris Butler, se ubica en un Japón de héroes y villanos, en una historia de valientes capaces del sacrificio, el poder de la magia, las grandes perdidas, familiares horribles y vecinos amorosos. Ya desde el comienzo una voz advierte, si tienen que pestañar, háganlo ahora… La acción es constante, desde el comienzo una madre cruza un mar turbulento como Moisés y rescata a su hijo al que le falta un ojo. Y de ahí en más no da respiro, con momentos increíbles de origamis únicos, personajes crueles como dioses tiránicos y mucha acción. Es para chicos de ocho años para arriba y “sus adultos”. Un entretenimiento que sorprende.
La magnífica Kubo es toda una rareza. Una película "miyazakiana", y "kurosawana", hecha en Estados Unidos con gran trabajo de voces de grandes estrellas -Charlize Theron, Matthew McConaughey, Ralph Fiennes-. Y una película de animación, súper imaginativa, pero fuerte y compleja, no necesariamente para niños. O, en todo caso, para niños grandes (sale con calificación para mayores de 13). Dirigida por Travis Knight -animador en Boxtrolls-, cuenta la historia de un niño que debe encontrar una armadura mágica para librarse de los espíritus malignos de su familia. Hay una aventura central, trepidante y sorprendente, pero Kubo no le teme a la complejidad de su trama y menos de sus temas. La muerte, y la de los seres queridos, y adónde van y qué pasa con los que ya no están y qué dejan en nosotros. Con un niño al que le falta un ojo como protagonista, un pequeño héroe cuentacuentos, que rasga su guitarra y transforma papeles de colores en pequeñas o grandes maravillas animadas. La belleza de Kubo también llega lejos, y cuando salimos del cine, muy distintos a como entramos, sabemos que la emoción proviene tanto del contenido como de la bellísima forma. Incluidos los magníficos títulos finales, con Regina Spektor cantando a los Beatles.
El amuleto perfecto En Kubo: La Búsqueda Samurai (2016) un joven deberá dejar la tranquilidad de la rutina para hacerle frente a espíritus, monstruos y dioses para sobrevivir, teniendo como única opción el encontrar la armadura mágica de su padre, con la que develará grandes secretos e historias de su familia. Kubo es música sobre un pentagrama: la película cobra vida al igual que lo hacen los origamis cuando el protagonista comienza a narrar sus historias, desde la primera nota de su banjo. Atrapante, divertida y entretenida, Kubo se nutre de sus personajes con gran carisma, en giros argumentales que poco a poco se irán develando para sorpresa del protagonista como del espectador. En Kubo reside el amor hacia la familia, las aventuras y el vínculo con nuestros seres queridos después de la vida. No es una película fácil ni mucho menos similar a las del género. Kubo propone algo más íntimo, profundo, con tintes dolorosos, sin llegar a golpear bajo pero haciendo muy emotiva toda la proeza de sus protagonistas. Japón, desde sus tradiciones y cultura, también cobra vida gracias al respeto hacia la naturaleza, los animales y el honor. Kubo cuenta con una estética muy especial y particular, diferente de lo que se viene viendo en las películas de animación. En parte, esto se debe a la producción de los estudios Laika, que llevaron a pantalla otras historias como Coraline (2009) y Paranorman (2012). Los diferentes escenarios en pantalla cobran vida por sus colores, diferencias y contrastes. En su contexto, cada reacción o reflexión de los protagonistas no azaroso ni mucho menos, sino que tienen complicidad para que esto fluya. El director Travis Knight junto a todo el equipo técnico llevan al cine de animación a otro nivel, siendo totalmente superadores en la manera de filmar con relación a distintas películas del género. Cada personaje conlleva un aura y un estilo muy particular, producto tanto de la dirección como de los actores que los representan -McConaughey, Charlize Theron, Rooney Mara-, que ponen su voz, miedos y humor a personajes que brillan con luz propia, y a su vez se reflejan en el otro, dándole al espectador una contención afectiva en cada plano de la obra. La música, la fotografía y la dirección se complementan de manera simétrica para crear un clima único, en su belleza como también para la producción de ambientes que muestran el camino a seguir de Kubo y sus compañeros. El trabajo del italiano Darío Marinelli -ganador de un premio Oscar por su banda sonora en Atonement (2007)- en la música es sublime, con piezas muy propias que determinan en la escena que se está desarrollando, tanto a nivel tensión como así en la emotividad, que llegan directamente al corazón de Kubo como de los espectadores. La narrativa de Kubo fluye como agua en el mar, siempre en función de lo que ocurre con los sentimientos y reacciones de los protagonistas, sin caer en ningún momento en lugares comunes o pozos argumentales. Kubo es una película de animación para jóvenes y adultos. Se compromete con el espectador desde el primer momento, tocando temas tan difíciles como la muerte, la venganza y el miedo al futuro. Funciona como lo hacen de manera tan notoria los amuletos -objetos mágicos que sirven para protección- en la película. Es un film completo de comienzo al final, sin fisuras y protegido por el gran labor de todo el aparato técnico que lo preside, desde la figura de su director como así todo el equipo de la dirección de arte, elenco, montaje y la banda sonora.
Hay que darle el crédito a la productora Laika por mantener su integridad artística en estos tiempos donde el género de animación hollywoodense tiende a refritar las mismas fórmulas argumentales. Junto con los filmes del estudio Aardman (Wallace y Gromit) y los trabajos de Tomm Moore (Song of the Sea) la compañía se destaca entre los últimos bastiones del dibujo animado más artesanal. Hasta el momento brindaron filmes de calidad (Coraline, ParaNorman, Boxtroll) que se animaron a brindar historias con contenidos más jugados de los que suelen trabajar los estudios de la competencia. Kubo y la búsqueda del samurái es la propuesta más ambiciosa que desarrolló Laika hasta el momento y se destaca por presentar una historia trágica y melancólica que se nutrió muchísimo del cine asiático y la mitología japonesa. Este debe ser uno de los filmes de animación occidental que capturó con más precisión el espíritu de las obras de los estudios Ghibli y Hayao Miyazaki. Muy especialmente en lo que se refiere a la sensibilidad de la historia y el tratamiento de la fantasía. Kubo representa la ópera prima del CEO de Laika, Travis Knight, quien desarrolló un trabajo excepcional en los aspectos técnicos. Todo el universo de fantasía que creó con las marionetas es fascinante y la película tiene varias secuencias que son de una opulencia visual impactante. El trabajo que hicieron con las escenas de peleas especialmente no tiene antecedentes en el género stop motion con marionetas. La labor del director Knight por momentos trae al recuerdo el viejo cine de animación de Don Bluth, un artista que no tenía miedo en desarrollar historias de alto contenido dramático como lo fueron en los años ´80 La ratoncita valiente o Un cuento americano, donde los protagonista vivían situaciones trágicas. Salvo por unos breves diálogos humorísticos en general el tono del film es muy melancólico y la violencia se retrata de manera gráfica. Al igual que la producciones previas de Laika, Kubo no es una propuesta para menores de siete años ya que tiene escenas que pueden aterrar a los más chicos. En lo personal si bien disfruté de este film la historia no me pareció tan entretenida como las producciones previas de esta compañía. Por momentos la narración de Knight se vuelve algo lenta y el protagonista tiene un papel bastante pasivo en el conflicto donde no hace nada interesante más que recolectar objetos mágicos en distintos escenarios. Recién hacia el final Kubo demuestra alguna actitud heroíca en la pelea con el villano que carece de una motivación convincente para disparar todo el conflicto. Un gran problema que tiene el guión. Los malos simplemente son perversos y violentos porque sí y no tuvieron ningún tipo de desarrollo que explicara mejor sus acciones. Esa es una debilidad del argumento que se podría haber trabajado mejor. Más allá de esta objeción, Kubo te mantiene hipnotizado frente a la pantalla por la belleza de las imágenes y el mensaje de perdón que brinda la trama es noble. Si te gusta el género de animación es un estreno que no podés dejar de pasar en los cines, ya que califica entre las propuestas más interesantes del año.
De los realizadores de Coraline y ParaNorman llega “Kubo Y la Búsqueda del Samurái”. En los últimos años Laika Studio viene sorprendiéndonos con todas sus entregas, sin embargo, esta podría ser la más débil de ellas. Una película de ideas muy originales contada con una técnica magnífica de animación pero relegando las técnicas de guión y realización a un segundo plano. La película trata sobre un joven llamado Kubo (Art Parkinson – Game of thrones) que debe localizar una armadura mágica usada por su padre con el fin de derrotar al Rey de la Luna (Ralph Fiennes – Harry Potter). Desde el inicio se nos plantea un relato interesante sobre una madre que entrega la vida por su hijo y este, al crecer, hace lo mismo por ella. Estos personajes si bien no son de los más profundos, interesan sólo por salirse de lo convencional debido a que ellos viven en la pobreza extrema a la vez que ella padece amnesia y él es tuerto. No conforme con esto tienen a su única familia liderada por el abuelo de Kubo asechándolos para matarlos, por lo que no pueden llevar una vida normal y no podrán hacerlo hasta que Kubo mate a su abuelo. Ya desde esta premisa la película nos ofrece otras alternativas, los personajes con pensamientos tan básicos como los de sus realizadores, sólo ven a la muerte como única salida y se mueven en su historia mostrándonos porque está bien matar a su propio abuelo. No se presentan grises, alternativas, picos dramáticos, reflexiones, son sólo escenas puestas para el espectador sin pensar en el verosímil del universo o explicar, por lo menos, por qué cuando la madre de Kubo le dice “no salgas” él automáticamente sale y ella no lo impide. Kubo va a la aldea y se encuentra con una señora que casualmente le dice que haga lo que acabamos de escuchar que no debe hacer pero como él es la representación de sus realizadores sólo atina a hacerle caso a una desconocida antes que a su amada madre. Por esta misma línea, nos quieren hacer creer que el mundo que habitan es mágico y fantástico por el simple hecho de existir lo que sería interesante y podría pasar desapercibido de no ser porque los únicos que gozan de este beneficio son los héroes y anti-héroes en una rebuscada forma de generar tensión. Por momentos se ven intentos de los realizadores por explicar lo inexplicable y Kubo representa a la voz del espectador que hace las preguntas pero nuevamente nadie le responde, lo esquivan o se van de tema y no lo retoman jamás. Como remarqué anteriormente, la película brilla sólo por la floreciente imaginación e invención visual de sus animadores. Además, logran detener el movimiento, acelerarlo, girar la cámara en torno a los personajes de formas muy precisas e innovadoras y, así, la historia de un niño pequeño se vuelve más emocionante. Nuevamente, trabajan de manera exquisita el terror con escenas de noche y personajes que en ella aparecen y nos recuerdan a lo mejor de Tim Burton, como las tías malvadas de Kubo. Estos personajes se presentan en la primera vez que Kubo sale de noche y no dejan nada librado al azar, porque su objetivo está muy claro, quitarle el ojo a su sobrino, pero la madre de este niño samurai aparece y se enfrentan en una breve batalla mientras escapa. Kubo despierta en medio de la nada y mono está allí para iniciar la gran aventura llena de acción para cubrir los baches narrativos. Por otro lado, las voces fueron otro de los puntos de seguridad para la Universal con roles que fácilmente podrían haber sido ocupados por otros o podrían haber destacado con acentos más asiáticos pero como todo negocio lo principal es vender. Matthew McConaughey, en el personaje de un escarabajo samurái con problemas de memoria, es el fiel protector de Kubo junto a mono (Charlize Theron – Mad Max). Un dato llamativo es que la película intente poner énfasis en el supuesto descubrimiento final de que Mono en realidad es la madre de Kubo transformada, cosa que no sucede, debido a que tienen la misma voz y la misma cicatriz en el ojo, no obstante, a diferencia de su forma humana, ahora mágica e inexplicablemente ya no sufre de amnesia, es suficiente para que Kubo no sospeche de que un mono tiene los mismos rasgos que su madre, siendo también un detalle que vuelve a subestimar al espectador. Todas estas particularidades convierten a “Kubo: La búsqueda del Samurái” en una historia forzada de madre e hijo que intenta ser épica para atraer a los más pequeños y perderlos con colores, magia, música y katanas. Una película más de estudio con una duración cronométrica de 101 minutos pero que se siente como una eternidad.
Laika, el estudio de animación responsable de maravillas en stop-motion como “Coraline y la Puerta Secreta” (Coraline, 2009), “ParaNorman” (ParaNorman, 2012) y “Los Boxtrolls” (The Boxtrolls, 2014), nos trae una nueva aventura llena de magia, acción, mística oriental y una historia familiar que nos va a tocar mucho más que esas dos cuerdas que se nombran en el título original. La traducción local es bastante desafortunada, pero no hay que perder de vista esta idea fundamental a la que se hace referencia y se va gestando a lo largo de un poco más de hora y media de película. “Kubo y la Búsqueda Samurái” (Kubo and the Two Strings, 2016) no es conformista y, a pesar de estar dirigida a un público menudo, no se contiene a la hora de narrar los hechos más trágicos de la corta existencia de su protagonista. La vida de Kubo estuvo marcada desde su nacimiento, pero esto no lo desanima. Ahora es un nene que se dedica a contar historias fantásticas sobre un famoso guerrero samurái, mientras cuida a su madre y comparte sus pocos momentos de lucidez. Pero Kubo tiene varios enemigos: su abuelo, Moon King, y las hermanas de su mamá, hechiceros poderosos que no descansarán hasta conseguir lo que más desean. Un tremendo enfrentamiento obliga al nene a darse a la fuga y tratar de encontrar las tres partes de una legendaria armadura que perteneció a Hanzo, su papá, único recurso para derrotar a sus más grandes antagonistas. Kubo no está solo en esta cruzada, lo acompañan Monkey, un amuleto que cobró vida y se transformó en un sobreprotector simio parlanchín, y Beetle, un hombre-escarabajo, guerrero bajo las órdenes de Hanzo que fue hechizado por las hermanas y perdió gran parte de sus recuerdos. Los tres atravesaran peligros y aprenderán a convivir mientras juntan los tres elementos de la armadura y escapan de los malvados. “Kubo y la Búsqueda Samurái” no se rige por la lógica. Toma muchísimos elementos del Japón antiguo, su iconografía y sus costumbres, y los mezcla con un abanico de posibilidades infinitas y fantásticas. Hay rituales, hay peleas con katana y mucho origami, un recurso que le cabe a la perfección a esta aventura en stop-motion. Visualmente, es impactante, y los papelitos doblados formando figuras no dejan de maravillar, aunque es la historia y sus protagonistas, lo que le otorgan el alma a este relato que habla de la vida, la muerte, familia, el destino y como lo vamos forjando paso a paso. La película de Travis Knight, animador debutante tras las cámaras, tiene mucha acción, la cuota justa de humor irreverente (como su joven protagonista) y un toquecito de oscuridad que puede alejar a los más chiquitos, pero jamás los toma por idiotas. Las imágenes y la música son hermosas y contundentes, al igual que su mensaje, uno que pega fuerte en cada fibra de nuestro niño interior y de nuestro adulto responsable, arrancando unos cuantos lagrimones por el camino. “Kubo y la Búsqueda Samurái” es, sin dudas, una de las mejores películas del año. Lástima que esta historia tan profunda y original nos llega de la mano de personajes animados, protagonistas que, generalmente, no suelen tener el reconocimiento que se merecen entre los sesudos círculos de la crítica.
Lo esencial es invisible a los ojos. Cualquiera que esté familiarizado con el trabajo de la productora Laika no se sorprenderá cuando se hable de excelente calidad de animación y de historias potentes, originales. Luego de haber sido responsables de films como Coraline y la Puerta Secreta, ParaNorman y Los Boxtrolls, el nuevo desafío planteado supera con creces todo lo hecho hasta aquí. Con el presidente de la compañía, Travis Knight, debutando en la dirección, llega la historia de Kubo (Art Parkinson), un niño de once años que vive junto a su madre en un pueblo costero situado en un Japón cuasi onírico. Sus días se suceden entre historias y más historias: aquellas que él cuenta para ganarse la vida, las que le cuenta su madre para recordar a su padre, uno de los mejores samuráis (derrotado en una batalla contra poderosos enemigos), y finalmente la historia de su vida, la pérdida de su ojo y el origen de su familia, el cual -por razones del destino- llegará a descubrir en una épica aventura. Este valiente niño posee un don mágico, heredado de su madre, a partir del cual logra que figuras realizadas a través de la técnica del origami cobren vida cuando toca el shamisen, un instrumento de cuerdas que siempre lleva consigo. Al tener que abandonar el pueblo donde vive por la amenaza de espíritus del pasado que vienen por él, iniciará un camino -el camino del héroe- en busca de una armadura y una espada, con las cuales dará pelea a enemigos demasiado íntimos. En este recorrido lo acompañan un simio (Charlize Theron) y un escarabajo (Matthew McConaughey), quienes serán parte esencial de la travesía y aportarán una cuota de humor al relato. Desde la primera escena queda claro el diseño visual imponente con el que se construyó todo el film, a través de un trabajo preciso con la técnica de animación en stop motion. La calidad visual es magnífica, la construcción de cada personaje y cada paisaje están dotados de una belleza pocas veces vista en pantalla y la propuesta en ningún momento decae (las escenas en las que Kubo da vida a los origamis son simplemente exquisitas). Otro punto que resalta, y al cual nos tiene acostumbrados la productora, es el tratamiento del guión: si bien es una película pensada para niños, aunque posiblemente los adultos lleguen a disfrutarla mucho más, no titubea al momento de tratar temas como la muerte, el más allá y la pérdida de seres queridos. A diferencia de los films de Disney o Pixar, aquí los personajes oscuros realmente lo son y aquello que debe contarse no se hace con eufemismos; este tipo de honestidad fílmica y argumental convierte a la película en una verdadera obra de arte, tanto en términos de animación como de estructura. Estamos ante una maravillosa propuesta de animación que de seguro ocupará un puesto en los premios a la excelencia cinematográfica, lo único que puede lamentarse es la reticencia de la productora en lo que respecta a las segundas partes aunque -como bien dice el protagonista- toda historia necesita un final.
Kubo es un niño nacido y criado en la antigua Japón, que vive en la cima de una gran roca y que cuida a su madre enferma, una joven con algunos trastornos psicológicos por culpa de su trágico pasado. Todos los días Kubo emprende su camino a un pequeño pueblo para tocar con su guitarra y algunos papeles que le sirven para hacer origami (animales, personas y objetos de papel). Listo para relatar cuentos sobre valientes guerreros, este niño pronto tendrá que desafiar grandes peligros que lo acechan, peligros que incluyen a personas de su misma sangre que quieren capturarlo para obtener un bien preciado, el se aventurara en un viaje junto a un Simio parlanchín y un escarabajo con rasgos humanos en búsqueda de el traje que utilizo su difunto padre. Esta es la cuarta película del estudio de animación Laika, una compañía dedicada a crear films en stop-motion, sus anteriores trabajos son “Coraline”, “Paranorman” y “Los Boxtrolls”. Laika muy por el contrario a sus competidoras (Disney como principal ejemplo) ofrece aquí una historia que mezcla aventuras, nuevas amistades, magia oscura, un pasado trágico y sobretodo de valor. Pocas veces nos encontramos con una película animada que sea oscura en cuanto a argumento, causando por momentos dolor, tristeza, angustia y un sinfín de momentos similares, eso se ve que es el punto fuerte de la trama y haciéndola aun más atractiva para el público, en todo caso la película no es recomendable para chicos tan chicos por todo lo anterior dicho, es más, pienso que es una película animada destinada para un público adulto. Kubo y la Búsqueda Samurái es muy original en todos los aspectos, tanto en animación como el gran uso que otorga a cada uno de los personajes, pero la animación lo es todo, cada momento es algo imperdible y digno de ser elogiado, la historia por su parte está muy bien narrada y el folklore sobre la cultura japonesa no pasa desapercibido. Laika con las pocas producciones hechas hasta el momento sabe cómo aprovecharlas al máximo, los actores encargados de prestar las voces a los personajes son: Art Parkinson (Game of Thrones) como Kubo, Charlize Theron (Mad Max: Furia en el Camino) como Simio, Matthew McConaughey (Dallas Buyers Club, Interestellar) como Escarabajo. Desde ya “Kubo y la Búsqueda Samurái” tiene que perfilarse como una de las mejores películas animadas de este 2016 por ofrecernos un film que sobresale en todos los aspectos, por ser un film muy original y con gran despliegue visual. Lo bueno: Los personajes y sus miserias, acá queda claro que una historia animada puede abarcar distintos cambio de ánimo en sus protagonistas sin que se pierda la magia hacia el espectador. La animación en todo momento, no se deja de lado nada y la técnica spot-motion es para aplaudir de pie, recomiendo que se queden unos minutos durante los créditos finales, se puede apreciar por un breve momento el cómo emplean esta técnica en la película, dejándolo a uno con ganas de más. Lo malo: El desenlace final puede notarse como algo apresurado.
“Kubo y la búsqueda del samurai” Se estrena este jueves 1 de septiembre “Kubo y la búsqueda samurai” film norteamericano de animación en stop motion en 3D producida por Laika Entertainment. Diferente largometraje de acción y aventura que se desarrolla en un Japón de ensueño. El joven protagonista Kubo vive junto a su madre, un tanto enferma, escapando de un pasado relacionado a la familia de ella, que en el transcurso del film se irá revelando. Kubo tiene una enorme capacidad para contar historias fantásticas con figuras de origami, con lo que se gana la vida en el pueblo de esta localidad costera. Esa fantasía se mezcla con la realidad, donde sus figuras de origami cobran vida. Una noche haciendo caso omiso a la orden de su mamá de no salir a esas horas, empezará una serie de aventuras ligadas con la búsqueda de su padre Samurai, y se revelará el conflicto familiar (sus malvadas tías y el padre de ellas, que vendría a ser el abuelo de Kubo). Dentro de los detalles que más me gusta de esta historia es cómo se muestran algunas bellas costumbres japonesas, como ser cuando le rinden homenaje a los seres queridos que se fueron de este mundo, una noche donde cada familia enciende una vela y la coloca en un pequeño recipiente depositándolo en el mar. Preciosa imagen donde se ven todas esas luces alejarse en el agua acompañada por la banda sonora. También el amor de una madre hacia un hijo, y todo lo que está dispuesta hacer para protegerlo. En la lucha del bien contra el mal “Kubo y la búsqueda samurai” toma definitivamente partido por una opción. Quién gana esta batalla? Para ver en familia, interesante película de animación, recomendada en pantalla grande.
Lo maduro e interesante de la trama elevará a los espectadores jóvenes y sorprenderá a los adultos. Todo el mundo debería ver Kubo. Al revisar la pila vieja de VHS para chicos, es común terminar viendo alguna de esas películas que durante la infancia estaban en cada pantalla. También es común quedar horrorizado frente a los temas adultos y momentos “shockeantes” que hace 20 años no le movían un pelo a ninguno de los espectadores más chicos. ¿Qué pasa entonces? ¿Están los jóvenes preparados para vivir la muerte de los padres de Bambi, de Mufasa o de Kerchak? Sí. Muchos estudios se han olvidado de que los niños son capaces de entender tragedias y dificultades. Al mismo tiempo que Dreamworks saca secuelas de Minions a rolete porque puede, otros como Laika ahondan en historias con facetas más oscuras pero que traen un premio mayor: una obra con temas duros de la vida real que los chicos pueden ver y discutir sin que la trama los subestime. Kubo (Art Parkinson) es un narrador impresionante. Tocando su shamisen (un instrumento de cuerdas tradicional de Japón) cuenta historias que mantienen la atención de todo su pueblo por horas. Pero cuando baja el sol debe volver a casa, donde su madre lo espera. Los cuentos que él cuenta están basados en los que su mamá le transmitió, y cuando sus tías malvadas comienzan a perseguirlo se revela que no todas esas historias son fantasía. Con la ayuda de un macaco japonés (Charlize Theron) y un samurai escarabajo (Matthew McConaughey) emprenderá una aventura para vencerlas a ellas y a su abuelo, el Rey en la Luna. El estudio Laika es uno de lo más nuevos en el mundo de la animación. Se fundó en 2005 pero en sus pocos años de vida logró grandes cosas, entre ellas una nominación al Oscar por Mejor Película Animada en 2014 con The Boxtrolls. Su especialidad es el stop-motion, y en sus cuatro obras realizadas hasta la fecha (Coraline -Henry Selick, 2009-, ParaNorman -Sam Fell, 2012- y las ya mencionadas The Boxtrolls y Kubo) mostraron su aptitud en lo narrativo y lo técnico. No sólo crearon la película en stop-motion más larga más larga de la historia sino la marioneta para stop-motion más grande hasta la fecha, ambas de la mano de Kubo: verdaderamente aprecian y buscan mejorar su arte. Es en esta película donde el CEO de Laika decidió poner manos a la obra y actuar de director, un trabajo que se le dio muy bien. Se llama Travis Knight y si bien tiene experiencia en animación y stop motion, es la primera vez que toma un puesto tan central en una producción del estudio. El balance entre digital (los fondos) y artesanal (las marionetas) es perfecto, dado que genera una familiaridad con los personajes y un extrañamiento para con los ambientes: exactamente cómo se sentiría un viaje con amigos a través de tierras desconocidas. El trabajo de los actores de voz es impecable: cuando alguien sabe actuar con todo su cuerpo, sabe hacerlo con sus cuerdas vocales. Es este el caso de Charlize Theron en el papel del macaco japonés y de Matthew McConaughey en el del samurai escarabajo. Ambos agregan color y vitalidad y acompañan a Art Parkinson como Kubo en uno de sus primeros trabajos como actor de voz. A pesar de que la performance de los tres favorece a la taquilla y no es peor que la de un actor de voz profesional, muchos se han quejado de que en una película ambientada en Japón no se haya considerado a actores orientales para dar voz a los personajes. Cuando se estrenó Kung-fu Panda en 2008 el público chino la elogió ensu totalidad, por trama y el cuidado con el que se trató a las escenografías y vestuarios. Este mismo grado de cariño se le puso a Kubo and the Two Strings: la atención a los peinados, indumentaria y arte en general habla de una dedicación digna de alabanza. El esmero con el que se investigó la música tradicional japonesa, sus leyendas y folklore se refleja en la historia con claridad y genera en el espectador un interés profundo por la cultura que da tanta importancia a valores como el honor y el coraje, que en occidente son fundamentales pero frecuentemente olvidados. Uno de los puntos que más resalta en Kubo and the Two Strings es la narración, algo pocas veces tratado tan directamente. Que el personaje principal se dedique a contar historias genera un gran potencial para que la trama hable de sí misma y se le da mucha importancia tanto al relato que el espectador presencia (la propia película) como a los cuentos de Kubo, dentro de ella. No es mucho más que el tejido con el que se desarrolla la historia (más bien todas las historias) recibiendo el reconocimiento que se merece; parece innecesario pero quién sabe cuántos futuros narradores generará este discreto homenaje al relato.
El arte de la animación “stop motion”. Basado en la tradición japonesa, el film abunda en referencias vinculadas al budismo y al sintoísmo: en Kubo el orden físico convive con espíritus, brujas, monstruos y animales parlantes. Los estudios Laika, modestos si se los compara con los todopoderosos Disney, Pixar, Dreamworks o Sony, son el gran secreto a voces del cine de animación del siglo XXI. Especializados en el arte del stop motion, todas sus películas hasta ahora han sido nominadas a los Oscar y que nunca lo hayan ganado tiene que ver más con asuntos de lobby y marketing que con sus inagotables virtudes y méritos artísticos. Porque eso es lo menos que puede decirse de El cadáver de la novia (Tim Burton, 2005); Coraline (Henry Selick, 2009); ParaNorman (Chris Butler y Sam Fell, 2012), y Los Boxtrolls (Graham Annable y Anthony Stacchi, 2014). Cuatro films de registro fantástico que abrevan en la vertiente más oscura del relato infantil, aunque la etiqueta les quede chica. Por ese mismo camino corre el último trabajo de Laika, Kubo y la búsqueda samurai, dirigida por Travis Knight, quien participó de (casi) todas las anteriores como animador y hoy es director artístico del estudio. Así como Laika parece trabajar a contra moda, resistiendo en el terreno de la animación cuadro a cuadro cuando la variante digital demostró ser uno de los grandes negocios de los últimos 20 años, Kubo también se aparta del imaginario y la estética habitual del mainstream. Y si sus antecesoras incursionaron con éxito en géneros infrecuentes en el cine para chicos, como el relato gótico y de terror o el cine de zombies y fantasmas, ahora es el turno del relato mítico. Basado libremente en la tradición japonesa, el film abunda en referencias vinculadas al budismo y al sintoísmo. Esta última doctrina, sobre todo, sirve para explicar por qué en Kubo el orden físico convive naturalmente con espíritus (buenos y malos), brujas, monstruos, animales parlantes, reencarnaciones, hechiceros y hechizados. Como en todo relato legendario, la película comienza reclamando atención. “Si van a parpadear, háganlo ahora” es lo primero que dice la voz en off que se encarga de poner en marcha la historia y al mismo tiempo remite al origen oral de mitos y leyendas. La importancia de ese registro oral dentro de la película se ve reforzado por la historia del protagonista. Kubo es un niño tuerto de 12 años que se gana la vida como juglar, cantando aventuras de samurais en la aldea en la que vive con su madre. Utilizando un shamisen mágico (instrumento musical de tres cuerdas y ejecución similar a una guitarra), Kubo le da vida a distintas figuritas de origami con las que representa las andanzas de un samurai que se enfrenta a todo tipo de monstruos, incluida una gallina que escupe fuego. La historia tiene vericuetos tortuosos que incluyen, además del niño mutilado, a un abuelo perverso, dos tías asesinas, un padre muerto en batalla y una madre traumada y sobre protectora (aunque tal vez todo lo anterior justifique su preocupación). Pero la belleza de Kubo no descansa únicamente en lo atractivo de su relato o en la maravillosa e imaginativa puesta en escena, sino en una poética del cine que puede ser leída como una carta de amor al propio oficio de la animación artesanal. Porque si en Kubo una voz en off cuenta la historia de un chico que cuenta historias, con su instrumento mágico y sus muñequitos de papel plegado el protagonista realiza el mismo trabajo que Travis hace con plastilina y una cámara. Este último en un estudio de cine, en el siglo XXI; aquel sobre el piso de tierra del mercado, en una aldea del Japón medieval.
Las primeras imágenes resultan atrapantes, olas gigantescas y una madre agotada al borde la playa con su bebé Kubo, descubriremos un ser especial, que tiene un ojo menos (luego sabremos que paso). Con el transcurrir de su desarrollo nos encontramos frente a una bella historia, sólida y cargada de metáforas. Hablade la hermandad, el amor, la amistad, una vez más se habla de los vínculos entrepadres e hijos y las relaciones humanas. Original, fascinante, repleta de magia, de colores, efectos digitales, con algunos elementos tenebrosos y toques cine de terror oriental. Maravilloso arte del origami (figuras creadas con papel) que aporta mucho al film. Brillante banda sonora, donde se destaca el tema “While My Guitar Gently Wheeps”. Cuenta con una gran estética, fotografía y su realización es con la técnica de stop-motion. Un homenaje a toda la cultura japonesa.Quien dirige este film, haciendo su debut Travis Knight es un animador estadounidense, productor de cine y ex rapero, conocido por trabajar como jefe de animación de Laika Entertainment.
“Kubo y la Búsqueda Samurái”, aventuras animadas para chicos Will Vinton era un famoso productor y director de cine de animación (ganador de un Oscar y varios premios Emmy por su trabajo) que a finales de la década del noventa buscó inversores externos para poder producir largometrajes con la famosa técnica de animación stop-motion (se aparenta el movimiento de objetos por medio de una serie de imágenes fijas sucesivas). Así llegó Phil Knight -propietario de la empresa Nike en ese momento- que con los años llegó a ser el accionista mayoritario y se quedó con la compañía. Vinton, por supuesto, fue despedido. El hijo de Phil, Travis, que trabajaba como animador, quedó como el CEO de la empresa que se empezó a conocer como Laika en 2005. En 2009 estrenaron su primer largometraje llamado “Coraline y la puerta secreta” (Coraline, 2009), al que le siguió “ParaNorman” (2012) y finalmente “Los Boxtrolls” (The Boxtrolls, 2014), las tres nominadas al Oscar a Mejor Película Animada. Ahora nos llega su último trabajo, ópera prima de Travis Knight, llamada “Kubo y la búsqueda samurai” (Kubo and the Two Strings, 2016), una obra maestra de esas que no abundan. En el antiguo Japón, Kubo (Art Parkinson) es un inteligente y bondadoso joven que lleva una vida tranquila en un pequeño pueblo junto a su madre, la cual no está del todo bien de la cabeza. El chico se gana la vida relatando historias a los aldeanos con la ayuda de origamis mágicos. Esto lo puede hacer sólo hasta el atardecer, ya que por orden de su madre no tiene que estar fuera de su refugio por las noches o sus malvadas tías gemelas (Rooney Mara) lo van a encontrar. Es que a Kubo le falta un ojo que supuestamente le robó su abuelo el Rey Luna (Ralph Fiennes), y como el trabajo quedó inconcluso debe ocultarse. Un día no puede evitarlo y la noche lo encuentra en la aldea, es por esto que sus tías lo encuentran pero su madre llega justo para salvarlo a tiempo. El chico huye gracias a la magia de su mamá y despierta más tarde en un extraño lugar. Ahora debe unirse a Mono (Charlize Theron) y Escarabajo (Matthew McConaughey) para vencer a sus enemigos, salvar a su familia y resolver el misterio que rodea la muerte de su padre, el más grande samurai que jamás haya existido. A la fecha, con 1 hora y 41 minutos, esta es la película más larga hecha con la técnica stop-motion, venciendo por 1 minuto a “Coraline”. Si están familiarizados con estos filmes, sabrán que es un trabajo titánico hacerlos. En “Kubo”, por ejemplo y para que se den una idea, por semana se hacían 4.3 segundos de filme en promedio. Hagan la cuenta y les da aproximadamente un tiempo de 5 años en que llevó hacerla completa. Hay una secuencia en un bote, claramente la mejor, que tomó 19 meses en filmarse. Números increíbles, ¿no? Y este nivel de detalle y compromiso es lo que hacen de este largometraje una obra excelente. La historia es original, con el humor y la acción necesarias y cada plano y secuencia no hace más que enamorar al espectador. Si la ven subtitulada, van a apreciar el enorme trabajo que realizan Theron y McConaughey que, sólo con su voz, logran transmitir a la perfección las emociones de sus personajes. En lo posible, intenten no ir con nenes chicos a las salas porque pueden terminar asustándose, ya que hay algunas escenas que les pueden hacer ganar dos o tres semanas de pesadillas. Es casi una certeza que “Kubo y la búsqueda samurai” tendrá un lugar asegurado en la próxima edición de los Oscar. Y, si nada extraño pasa, ya es hora de que Laika se lleve la estatuilla. Esta es una obra maestra, y así debería ser reconocida.
Humor, aventuras e imágenes fascinantes • "KUBO Y LA BÚSQUEDA SAMURAI" ES UNA JOYA PARA TODA LA FAMILIA Producido por el estudio conocido por bellos films como “Coraline y la puerta secreta”, “Kubo...” está lleno de situaciones fabulosas que sirven para acentuar sus cualidades visuales. Esta historia animada ambientada en el Japón medieval tiene todo para fascinar al público infantil, pero además aporta todo tipo de elementos para que disfruten los adultos, por su humor corrosivo, por los guiños al cine clásico de samuráis y, sobre todo, por lo formidable de las imágenes, que al llevar la antigua animación de figuras cuadro por cuadro a la era digital, no se priva de homenajear al genial Ray Harryhausen y sus films de personajes mitológicos como Jason o Sinbad. El Kubo del título es un niño japonés que ha despertado a un antiguo espíritu vengativo, algo que tiene que ver con el destino sufrido por su abuelo y el misterioso paradero de sus padres. El protagonista tiene como aliados contra el espíritu y la búsqueda de sus raíces a un mono bastante cínico y una especie de escarabajo samurái más fanfarrón que heroico. Las aventuras del trío están llenas de buen humor y de situaciones fabulosas, que sirven para acentuar las cualidades visuales de esta producción del estudio de stop motion animation Laika, conocido por joyitas como "Coraline y la puerta secreta". El 3D está muy bien usado y entre los momentos culminantes hay una lucha con un esqueleto bien al estilo Harryhausen. Sin duda el talentoso elenco vocal que va desde Charlize Theron hasta Brenda Vaccaro hace lo suyo, pero de todos modos aquí lo que manda es la imagen.
Para ser un film del mismo estudio que animó películas como Coraline y Paranorman, no me ha resultado tan atractiva tanto a nivel visual como de trama. Es un poco difícil separar en la mente el hecho de que se esté abordando una temática de origen japonés tan profunda, pero con realización norteamericana. Pequeñas críticas negativas aparte, Kubo y la búsqueda samurai (Kubo and the Two Strings, 2016) apoya su encanto sobre tres factores principales: uno tiene que ver con eso de buscar objetos a modo de desafío, algo que al público en general le encanta y que en este caso se trata de tres elementos típicos de esa cultura asiática, como por ejemplo el sable. Lo segundo es el logro a la hora de utilizar la técnica de origami plasmada a través del stop-motion en 3D; simplemente hermoso. Por último, uno de los personajes secundarios, de los que menos diálogo tiene, es el más atractivo en la historia, algo que suele repetirse en el largometraje animado. Kubo y su madre viven alejados del mundo para mantenerse a salvo de ciertas amenazas familiares que datan de mucho tiempo atrás. El niño no sólo perdió a su padre, sino también un ojo que le quitó su propio abuelo. Ese es un buen dato que le aporta originalidad a la historia. Claro que en un momento dado, el pequeño protagonista rompe las reglas y se aleja de lo seguro, donde acaba en problemas. Así es como inicia una aventura que involucra las almas de nuestros antepasados y un viaje junto a un mono (no pregunten) y a un escarabajo humanoide (tampoco pregunten). Quizás por momentos le hace falta algo de ritmo en muchos sentidos, pero le alcanza para llegar a ese objetivo que es entretener y hacernos reflexionar. La película de Kubo no va a ser lo mejor de este 2016, un año en que tanques como Buscando a Dory nadaron por las salas de los cines a nivel internacional, sin embargo, de seguro tendrá su oportunidad en la temporada de premiaciones. Algunos datos curiosos e interesantes para destacar de este film: costó 60 millones de dólares y llevó 5 años de producción; esto quiere decir que por semana, apenas podían filmarse unos 4 segundos de metraje. Es la cuarta película que crea Laika y la primera vez que Matthew McConaughey le pone la voz a un personaje. El director era un debutante; nada más ni nada menos que Travis Knight, CEO de la propia compañía. 48 millones eran las posibles expresiones faciales para Kubo, por lo que se crearon para él unos 12 mil rostros prototipo para ser utilizados (¡!). Finalmente, no se pierdan el cierre de la peli porque alberga un momento del rodaje muy importante y vistoso para los amantes del cine, al igual que un cover de The Beatles (guiño, guiño) que es realmente un disfrute para los oídos.
Mi guitarra llora suavemente Kubo y la búsqueda samurai es una película de animación stop-motion con una belleza y melancolía poco comunes en los productos para chicos. El cine de animación tiene posibilidades infinitas. Es cierto que con los avances tecnológicos el cine tradicional con actores también parece tenerlas, pero cuando la imagen está creada completamente de cero, sin figuras de carne y hueso, todo es posible. Ahí está el ejemplo de Mi buen amigo gigante, en la que Steven Spielberg tuvo que recurrir a la animación para lograr los efectos de perspectiva necesarios. Sin embargo, muchas películas de animación -al menos las mainstream- suelen apelar al realismo con la lógica de que “cuanto más real parezca el dibujo, mejor es”. Por supuesto, los “ambientes” son los originales. Pongamos el ejemplo de las últimas de Disney y de Pixar: Zootopia y Buscando a Dory transcurren en ciudades pobladas por animales y la gracia está en que estos animales se comportan como personas, un recurso del que se burla con una sutileza aplanadora la ingeniosa serie de Netflix BoJack Horseman. Ninguna de las dos películas está del todo mal -aunque están lejos de sus mejores predecesoras-, pero empalidecen enseguida cuando vemos qué puede lograr una película de animación que vaya por otro lado. Hoy estrena Kubo y la búsqueda samurai, cuarto largometraje de la productora Laika -responsable de la extraordinaria Coraline, sobre novela de Neil Gaiman-. Si bien Kubo… es una película de stop-motion (no se trata de dibujos sino de marionetas, aunque la tecnología ha logrado que la diferencia entre ambas técnicas sea bastante borrosa en sus resultados), la imaginación para crear escenarios y personajes, peleas, naufragios y aventuras de todo tipo es descollante. La historia comienza en Japón. Kubo (con la voz de Art Parkinson, el Rickon Stark de Game of Thrones, en un papel bastante más estimulante que el que tuvo en la serie) es un chico al que le falta un ojo y que vive en una cueva con su madre enferma. Todos los días baja a la aldea más cercana para contar historias a la manera de un juglar, con su guitarrita japonesa y sus muñecos de origami, que cobran vida y actúan las peripecias de los personajes. Su padre era Hanzo, un guerrero samurai que murió hace tiempo. Es lo poco que le contó la madre en sus breves intervalos de lucidez. Y le contó otra cosa: que no salga de noche porque sus tías y su abuelo, el Rey de la Luna, lo van a encontrar y se van a llevar su otro ojo. Pero un día, visitando a su padre en el cementerio, se le hace tarde, oscurece, sube la luna y aparecen ellas (con la voz doble de Rooney Mara) que intentan atraparlo. Su madre lo salva en el último instante haciéndole crecer alas y transportándolo a otro mundo mágico en el que debe encontrar una armadura, un casco y una espada samurai con la ayuda de una oveja (voz de Charlize Theron) y un cascarudo (Matthew McConaughey). Como se ve, la historia no ahorra vueltas mágicas y Kubo y sus amigos deberán enfrentarse a esqueletos gigantes, fantasmas y todo tipo de criaturas para finalmente vencer al Rey de la Luna (Ralph Fiennes). Pero además de la belleza y originalidad visuales, hay en la historia una amargura y una melancolía inusuales para una película que se supone está destinada para el público infantil. No es una película inocente (pero sí muy noble) y la muerte, y con ella la ausencia de los seres queridos, es parte esencial en la trama. Los títulos finales -acompañados por una versión hermosa de “While My Guitar Gently Weeps” por Regina Spektor- son perfectos para asimilar esta obra maestra y recomiendo mirarlos completos. No porque haya un epílogo a la Marvel, sino porque tienen una vueltita que emparenta ese final con el de El sabor de la cereza, que nos arranca del ensueño y nos recuerda que lo que acabamos de ver es sólo, y nada menos, que una película.
Laika (Coraline, ParaNorman y Los Boxtrolls) presentan su nuevo proyecto Kubo y la búsqueda samurái de Travis Knight. Kubo es un chico que vive en una cueva de un acantilado con su madre, ambos se cuidan mutuamente (la progenitora no parece tener un estado de lucidez permanente) y han huido de un trágico pasado en el cual el niño perdió un ojo. Cada día, el pequeño baja a la plaza del pueblo y se convierte en un juglar que junto a su shamisen (un instrumento tradicional japonés de tres cuerdas) y la mágica aparición de figuras de origami va relatando historias relacionadas Hanzo, un samurái que dio su vida por salvar a su familia. Su rutina tiene como condición volver a casa antes del atardecer. Pero un día, Kubo no cumple con lo que su madre le aconsejó y se desatan las fuerzas del mal. Para enfrentarlas deberá emprender un camino en la búsqueda de las partes de una armadura mágica. Contará con la ayuda de un mono, un escarabajo guerrero y un muñeco de papel. Kubo y la búsqueda samurái es el debut en largometrajes de Travis Knight, ligado a los estudios Laika, responsables de Coraline, ParaNorman y Los Boxtrolls. Knight creó una cautivadora historia de esplendor visual que asume riesgos de guion y sale más que airosa en sus altas aspiraciones en un terreno muy competitivo. La película abre con la frase “Si van a parpadear, háganlo ahora” y la premisa no puede ser más certera. No conviene perderse nada de cada pequeño detalle de un relato cargado de belleza y elegancia, a pesar de estar signado por la tragedia familiar y la venganza. Mark Haimes y Chris Buttler escribieron un guión que contiene interesantes elementos que se resignifican con el fluir de la acción (un simio de madera se convertirá en mono real, un samurái de origami mutará en un escarabajo guerrero, un mechón de pelo será una cuerda atada en la muñeca, que junto a otra cuerda servirá para algo que no conviene contar y una cicatriz en un personaje será similar a la de otro). Ambos autores no dudaron en incluir componentes oscuros relacionados con el terror balanceándolo con momentos de comicidad, sin que esto signifique hacer concesiones que bajen el alto nivel de la narración en el camino que deberá recorrer el héroe, que también es un juglar que cuenta una historia que mantiene en vilo a su auditorio, pero que a la vez deberá hacer su propio camino para descubrir la propia, su identidad y su orígenes. Lo que maravilla de Kubo y la búsqueda samurái es su apabullante sencillez en lo que cuenta y la manera en que conjuga elementos reales y fantásticos sin perder un ápice de encanto que lo rinda al facilismo ni al sobre explicado. Visualmente es cercana a la perfección, combinando la artesanal técnica de stop-motion con animación digital, elevándola a un nivel de gloria, que compite de igual a igual con Pixar o el estudio japonés Ghibli. Ambientada en el Japón feudal, pero sin concesiones a que sus personajes tengan destino de merchandaising que los occidentalice, el estudio Laika brinda una de las sorpresas del año, no solo en el cine de animación, sino también en comparación con todo lo estrenado hasta el momento.
A NO PESTAÑEAR “Si van a pestañear, háganlo ahora”. Una película que comienza con esta línea, no puede más que prepararnos para una aventura fascinante, pero además se impone a sí misma un reto muy grande: esta aventura tiene que ser fascinante. Kubo y la búsqueda samurái se apodera de esa frase y la hace cuerpo, a través del relato y del más puro placer por la narración, pero también a través de su protagonista, Kubo, una suerte de juglar que arranca sus historias exigiéndole a su audiencia eso mismo que la película nos exige a nosotros: prepararse para lo increíble. Kubo y la búsqueda samurái es, además, la nueva maravilla de los estudios Laika, productora de cine animado especializada en stop-motion. Un repaso por su corta filmografía nos prepara para lo mejor (El cadáver de la novia, Coraline, ParaNorman, Los Boxtrolls), pero además sienta las bases para un tipo de entretenimiento que respira libertad a cada segundo: cada una de estas películas resulta en primera instancia un prodigio técnico y visual, pero sobre todo una apuesta a complejizar la estructura del mainstream animado actual con historias que no se sienten apresuradas por convertirse en el fenómeno de feria del momento. La atención está puesta en lo que se cuenta, en los personajes y en un correcto fluir que justifica cada una de las decisiones de puesta en escena: por ejemplo en Kubo y la búsqueda samurái (torpe título local que inhabilita la poesía del original) la relación entre las tradiciones orientales y la referencia al origami tienen una estupenda concordancia no sólo con los sucesos que se cuentan, sino con las formas que va adoptando el relato en sus diversas capas: lo real, lo fantástico, lo onírico, la aventura y -fundamentalmente- el rescate del cuento y la tradición oral como una forma de memoria. El gran tema de Kubo y la búsqueda samurái es precisamente cómo lidiar con las pérdidas. El protagonista sale, ante la presencia de una madre conmocionada y paralizada, a buscar sus orígenes, pero fundamentalmente a definirse hacia el futuro. Kubo arrastra una historia trágica, oscura: su abuelo le arrancó un ojo, sus tías lo buscan para matarlo, su heroico padre fue asesinado. Pero todo es una idea borrosa en la mente del protagonista. Por eso para Kubo, conocer y comprender ese pasado, será una forma de romper con el maleficio que impide el crecimiento. El camino que transitará es el que lleva del niño al adulto, y en ese movimiento tendrá que lidiar definitivamente con las pérdidas, asimilarlas. Para eso, el director Travis Knight se vale de una adecuada aplicación de la cultura oriental, especialmente en lo espiritual y en el vínculo que generan con la muerte y el más allá, pero -como decíamos- también en su tradición con las historias fantásticas y los cuentos que no son más que metáforas de lo terrenal. Todo esto es sobre lo que avanza el film, que es en verdad y en primer plano una gran aventura repleta de imaginativas secuencias de acción, con una utilización adecuada del humor que no suena a extorsión de la falta de ideas, y a unos personajes sólidos y coherentes con su propia y decidida búsqueda. Y si todo esto no alcanza, Knight sabe que Kubo y la búsqueda samurái se podría valer sólo de su apartado visual para maravillar. Ojo, no estamos hablando de imágenes bellas y estáticas, sino de una poética visual que funciona perfectamente en la experiencia de sus personajes y, también, en la del espectador. Porque si las imágenes tienen la cualidad de ser imponentes, también son representativas del cuento que la película busca ser. Kubo y la búsqueda samurái es finalmente una celebración del contador de historias -y por relación, del cine mismo-, que encuentra en la propia esencia del arte cinematográfico la capacidad de construir memoria y, de paso, inhabilitar el olvido. Ahí está la clave de la película: ser alguien, hacer algo significativo, convertirse en recuerdo, ser memoria, hacerse inmortal. Ahora sí, podemos pestañear.
La ópera prima del mandamás de los estudios Laika tiene un magnífico poder de seducción visual que mitiga parcialmente sus zonas frágiles y cuestionables Los niños están siempre en una edad de adquisición de creencias. El escepticismo les es impropio, pues el mundo es literalmente para ellos una agrupación de signos indescifrables que empieza a tener sentido de a poco. Un día la palabra ‘árbol’ es un árbol, y así sucesivamente hasta que los cuentos y los mitos ponen en juego el sentido de las palabras y no todo tiene un significado inamovible. Para incitar a la curiosidad conviene la pregunta y la sugerencia. La historia aquí se circunscribe a un niño al que le preocupa la tristeza de su madre y extraña a su padre, un viejo samurái que ha muerto; las tías y el abuelo son almas malignas que provienen de otro reino. En cierto momento, las tías vendrán por el niño, que puede poner en riesgo el poder y desdén con el que parte de su familia sobrenatural mira el mundo de los hombres. Acompañado de un simio femenino y un escarabajo samurái, el niño enfrentará a sus oscuros parientes en una tierra alternativa. Pero no todo es como parece. Como sucede en cierta lógica cultural y narrativa del Lejano Oriente el enmascaramiento de la personalidad es una forma de estar en el mundo. A un niño le llamará la atención el instrumento de tres cuerdas del niño Kubo, a quien su abuelo le arrancó un ojo; el shamisen es misterioso, pero todavía más se recordará la mejor idea de puesta en escena del film: el singular arte de plegar papeles para darle forma de criaturas adquiere aquí su adaptación cinematográfica. Cada vez que el origami se pone en movimiento, la película conquista lo que busca y no encuentra a menudo. En efecto, si el film hubiera sido una animación sostenida en figuras propias del origami habría sido magistral, lo que no quiere decir que la textura del dibujo sea deleznable. Hay pasajes hermosos e ingeniosos, como la secuencia de los ojos submarinos que en algún momento ponen en riesgo la vida del protagonista, y se podría abundar en algunos ejemplos (no) menos vistosos, aunque fugaces: la primera visita de Kubo al pueblo que está cerca del refugio en la montaña en el que vive con su madre. El gran problema de Kubo y la búsqueda samurái reside en que todo lo que se cuenta tiene el peso de una revelación. El difuso universo simbólico del sintoísmo, contexto del relato, matizado con supersticiones que ya son invenciones de las propias películas de animación, no es una visión del mundo sino el mundo mismo. La contundente belleza de las imágenes tiende a disminuir la distancia crítica o cualquier atisbo de duda. La combinación de colores, las vestimentas, la reproducción de la aldea medieval, algunos ritos para los difuntos y ciertas criaturas marinas tienen un poder hipnótico. La realidad no puede ser de otro modo. El problema aludido no está en la forma sino en el fondo: el film no es lo suficientemente japonés y por lo tanto su universalidad es paradójicamente falsa. Que se haya estrenado (casi) exclusivamente doblada al español es un reprochable defiencia que duplica una deficiencia en su naturaleza poética: el film en sí es ya un doblaje. Eso se constata en la interacción de los personajes; el tono neutro para representar la vida afectiva es propio de una estéril traducción de los sentimientos al lenguaje universal. Poco tiene que ver con un film de Miyazaki, en los que se acentúan lo singular de una cultura sin hacer concesiones hermenéuticas para sus potenciales espectadores; Kubo y la búsqueda samurái es más bien un remedo de cualquier film del maestro japonés; confundirlos expone una incapacidad de atender a las diferencias. Hay películas grandiosas como Kiriku y la hechicera y El viaje de Chihiro, en las que el espectador (infantil), sin ser adoctrinado a un sistema de creencias, puede atravesar, conocer y hasta intuir una experiencia alternativa de todo lo que lo rodea. Travis Knight tiene las mejores intenciones, pero Japón está demasiado lejos de Portland, ciudad donde Knight y sus camaradas vienen produciendo buen cine para niños. En este sentido, el camuflado y dogmático cierre del film, con las garzas doradas volando en el firmamento mientras un personaje suelta las máximas de una dudosa filosofía según la cual el final de la existencia es el inicio de otra, desnuda el film como lo que es: una ecléctica fantasía metafísica, pletórica de signos primitivos del Japón mezclados con algunos otros menos evidentes pero más cercanos a la tradición occidental, que incluye los desarraigados valores proliferantes en el cine globalizado para niños. La película de Knight vacila entre entregarse al juego imaginario del cine y la voluntad de ilustrar bellamente una lección de vida.
FAMILIA TIPO SOBRENATURAL El terror es un gusto adquirido. Por lo general en la infancia. Eventualmente todo infante cae bajo el influjo de las historias de monstruos y aparecidos, pero hay un grupo de niños, suerte de proto-fans del género, adictos a los placeres del susto y el sobresalto. Lo digo con conocimiento de causa porque incluyo entre ellos al que una vez fui. A ellos parece dirigirse especialmente Laika, el estudio de animación responsable de Coraline (2009), ParaNorman (2012) y Los Boxtrolls (2014), películas con elementos de terror infantil, con niños protagonistas enfrentados a peligros, a monstruos y también a sus propios miedos. Kubo y la búsqueda del Samurái es la cuarta película de Laika y la primera como director de Travis Knight, quien no solo participo como animador de los films previos sino que es además el presidente de la compañía. Ambientada en el Japón medieval, tiene como protagonista a Kubo, un niño que ya de entrada arranca con un ojo menos (arrebatado nada menos que por su abuelo), huérfano de padre y al cuidado de una madre cariñosa y vivaz de noche y aletargada de día. Claro, esto tiene una historia previa que tendrá que descubrir cuando deba abandonar la aldea que le sirve de refugio y salir a la búsqueda de las armas que le permitirán enfrentar a quienes desmembraron a su familia nuclear, padre y madre, y que resultan ser su abuelo y las hermanas de su madre. Lo acompañan en su cruzada un pequeño samurái de papel que lo guía, una mona que habla y un samurái escarabajo que lo cuidan en la medida de sus posibilidades. Se trata entonces de un viaje iniciático, una historia de crecimiento y autodescubrimiento. Aquí el tema es la familia. Y la familia de Kubo no es una familia muy normal dadas las características sobrenaturales de sus miembros. Su abuelo es el Rey de la Luna, con tremendos poderes mágicos al igual que sus tres hijas, una de las cuales es la madre de Kubo. Pero además se incluye una vuelta de complejidad que ya no es sobrenatural sino de roles y antagonismos. El bien y el mal están dentro de la misma familia, tanto aliados como adversarios. Lo cual incluye una cuestión interesante, que también se había visto en Coraline, y es la propia familia no como refugio seguro sino también como lugar ominoso. Como miembro de esa familia, Kubo es una criatura mágica y ese viaje iniciático es también del descubrimiento de la magia en sí mismo, de sus propios poderes y como controlarlos. Pero además es el descubrimiento de su propia humanidad, la cual implica la capacidad de empatía, de piedad y de poder perdonar. Kubo y la Búsqueda SamuraiAl igual que los films anteriores de Laika, Kubo… hace uso del stop-motion combinado con la animación 3D. Así, el film arma su propio universo pero que a su vez es coherente con el que la compañía viene construyendo. Toda la imaginería visual es minuciosa y deslumbrante, con escenas de una gran belleza y mucho cuidado por los climas. Y ahí está el elemento de terror para niños darks, con el que los adultos también pueden enganchar, que se sirve de leyendas tradicionales del Japón y de elaboradas atmosferas de pesadilla que por momentos recuerdan a clásicos del terror sobrenatural nipón como Kwaidan (1964) o Kuroneko. (1968). Una atmosfera de cuento de miedo a la luz del fuego que es marcada también por la voz en off que abre y cierra el film y las palabras que el propio Kubo repite en sus actuaciones callejeras, como apelando a la complicidad de los espectador con un “les estamos contando una historia.” Y no solo de asustar se trata. Está todo el elemento emotivo del que el relato se sirve y mucho. Y sí, al final se pone por momentos sensiblero y por momentos manipulador. Pero esto último es algo que podemos achacarle a casi cualquier prócer de la animación, desde Walt Disney a Osamu Tezuka, por no hablar de nuestro García Ferré. En todo caso, estos tipos lo hacen bien y, sin golpes bajos (bueno, un poco sí) pero con toda la artillería, hacen todo lo posible para conmover y quizás hasta arrancar una lagrima. Y los muy cretinos lo consiguen. KUBO Y LA BUSQUEDA DEL SAMURAI Kubo and the Two Strings. Estados Unidos. 2016. Dirección: Travis Knight. Con las voces de Charlize Theron, Art Parkinson, Matthew McConaughey, Ralph Fiennes, Rooney Mara, Brenda Vaccaro , George Takkei y Cary-Hiroyuki Tagawa. Guión: Marc Haimes y Chris Buttler. Fotografía: Frank Passingham. Música: Dario Marianelli. Edición: Christopher Murrie. Duración: 101 minutos.
Laika, el estudio responsable por perlitas de stop motion como Coraline y ParaNorman, pasa a un nivel de realización “sinfónico”. Tanto la narración como la estética vuelven realidad una amalgama de cuento tradicional japonés con fábulas de los hermanos Grimm y criaturas de Ray Harryhausen que se siente trascendente a cada minuto. Desde que una mujer parte una ola gigante al medio, como Moisés, pero con el mero tañido de un instrumento musical, se impone con majestuosidad la magia. La mujer es la madre de Kubo, que debe abandonar la aldea por una tenebrosa nube. En su viaje lo acompañarán un peluche de mono albino que toma vida y un escarabajo gigante convertido en gladiador, en la versión original con las voces de Charlize Theron y Matthew McConaughey. Por su parte, Kubo enfrenta a su tía bruja desplegando un arsenal de trucos, como transformar papeles en guerreros o un origami de pájaros, entre otras sorpresas. Imperdible, para grandes y chicos.
“Tu eres mi cruzada”… El relato comienza con una mujer huyendo en un bote a través del mar embravecido para llegar a duras penas hasta la costa cercana a una aldea en el Japón feudal. Ella tiene un hijo muy chiquito llamado Kubo, quien luego se convertirá en el protagonista de esta historia. El niño tiene un solo ojo porque su abuelo materno le quitó el otro antes de que pudieran escapar, y su padre, un valiente guerrero samurai llamado Hanso, dio su vida por salvar a Kubo y a su madre de sus dos hermanas y de su padre, conocido también como el Rey Luna. Años más tarde, Kubo es un niño alegre, y muy hábil con la magia al igual que su madre, con quien vive en una cueva costera, todos los días baja hasta la aldea para narrar historias a los lugareños de como Hanso enfrentó al Rey Luna y a otros monstruos, convirtiendose así en un gran héroe digno de admiración, y para ello Kubo se vale de su mágico instrumento musical, un chamisen de dos cuerdas, que al tocarlo convierte trozos de papel en figuras de origami que protagonizan sus relatos para el asombro de los oyentes. Pero como su madre, cuya salud se ha deteriorado con los años, le ha ordenado regresar a la casa antes del anochecer, sus historias quedan siempre inconclusas. Ella le ha advertido que nunca debe estar fuera por la noche porque entonces sus hermanas lo encontrarán y le quitarán el otro ojo por ordenes de su abuelo. A pesar de esto, una tarde Kubo se distrae en un lugar sagrado intentando comunicarse con el espíritu de su padre, y al caer la noche llegan sus dos tías que lo persiguen y destruyen la aldea a su paso, pero la madre de Kubo logra llegar a tiempo para salvarlo, sacrificándose al darle vida a un amuleto de madera con forma de simio que se convertirá en la protectora de Kubo. Ahora estando en las tierras distantes, Kubo deberá embarcarse en una cruzada para encontrar los tres componentes de una armadura mágica que Hanso había buscado antes de morir, ya que al reunirlos logrará hacerse invencible y podrá enfrentar así a su temible abuelo. Para ello Kubo contará con la ayuda de la Simia y de un extraño guerrero samurai, el Escarabajo, quien se ofrece a protegerlo y le jura lealtad incondicional. Esta historia tiene que ver con el equilibrio natural entre la fuerza y el peligro, entre la belleza y el horror; en saber ver no solo con los ojos físicos sino con el alma; con el poder de la memoria, en especial con la de nuestros seres queridos que ya no están y con sus historias; con la tradición oral porque Kubo es un gran narrador de historias, y con el hecho de que cada historia debe tener un final; con la manera en que el Rey Luna ve a los humanos por ser inmortal, para él son seres inferiores y débiles, pero como es frío y no tiene humanidad, no siente dolor ni nada, por ende tiene que ver con aquello que nos hace humanos como el amor y la compasión; por último en relación a la frase del inicio, con cual sería la cruzada de cada uno en la vida. El nuevo trabajo cinematográfico del estudio Laika, responsable de “Coraline y la puerta secreta”, “ParaNorman” y “Los Boxtrolls”, es un film de aventuras y animación que combina varias técnicas: CGI, 3D y Stop Motion, con una maestría sin igual, para dar lugar a un relato poético y mágico, con toques de misterio, misticismo, mucha profundidad, y una narración sólida y coherente que atrapa al espectador desde el primer dibujo hasta el final, acompañado por una atractiva banda sonora que incluye un cover del tema de George Harrison “While my guitar gentle weeps”, interpretada por la cantante y pianista de origen ruso Regina Spektor en una versión excelente.
Un acto de magia hecho cine de aventuras El cine de animación no para de sorprender con su inventiva y su ferviente convicción respecto de la idea del cine, como, ante todo, un acto de magia. Eso es “Kubo y la búsqueda del Samurái”. Un acto de magia hecho cine de aventuras. La escena inicial desploma la mandíbula hacia el piso por su nivel de realización. Mas allá de un leve uso de CGI, este estreno utiliza la técnica de Stop-Motion, tan popularizada por Tim Burton en, por ejemplo, “Frankenweenie” (2013), sólo que aquí se ha logrado algo cercano a la perfección, además de ser hoy la de mayor duración de la historia del cine usando esta forma. Parece mentira el tiempo que a veces lleva escribir o pensar sobre un hecho artístico. Si alguien resumiese esta obra alegando una historia sobre un niño que utiliza la magia como atracción popular para contar una parte de su propia vida (presente y futura), sería correcto;, pero también podría ser un relato sobre un abuelo con el alma contaminada por el mal que intenta destruir una generación intermedia, entre él y su nieto, para poder detentar un poder absoluto. Así mismo, quien asegure haber visto un cuento sobre una madre que entre su vida terrenal y su paso hacia la eternidad está decidida a proteger y guiar a su hijo contra los peligros del mundo, amparándose en la fuerza de las virtudes puras, seguramente estará en lo cierto. Es más, en IMDB, el sitio web por excelencia de catálogo cinematográfico, dice: “Un pequeño niño llamado Kubo debe encontrar una armadura usada por su difunto padre para defenderse de un espíritu maligno del pasado que desea venganza”. También vale, y sin embargo; ninguna de estas descripciones abarca el contenido total de esta película. Todas estas certezas se apoyan en la multiplicidad de temas abordados por un guión prodigioso que en ningún momento renuncia al género de la aventura en estado puro. Empecemos por el director, ya que descubrir el relato es parte del acto de magia y por eso no vamos a ahondar en la trama. Travis Knight debuta al frente de un proyecto, pero ha sido el jefe de animación de otras tres joyitas: “Coralina” (2009), “Paranorman” (2012) y “Los Boxtrolls” (2014). No debería sorprender entonces el prodigio visual expuesto en éste estreno. Bueno, sí: sorprende y mucho. No sólo por el alcance de realismo logrado con la técnica más difícil, sino por toda la concepción artística y poética puesta al servicio de la incontable cantidad de metáforas sobre la vida pasibles de ver en nuestro planeta. Tanto los paisajes como los personajes tienen su impronta narrativa. En el primer caso para emplazar el contraste entre la fragilidad humana (con la responsabilidad máxima puesta en un chico) y la dureza del recorrido por tierras inermes al paso del tiempo. En el segundo, está implícita en todo momento la creencia en la reencarnación del alma, y por si fuese poco alimentan la esperanza de un niño que termina por entender que no hay pérdidas totales, sino transformaciones. En este punto la vida y la muerte están decantadas entre la presencia de luz o la ausencia de ella. En realidad, por suerte esto también se ve, “Kubo y la búsqueda del samurái” habla de oscuridad constante con destellos de luz. Tomándose de la mano de las creencias mayas en “El libro de la vida” (2014), el recuerdo o el olvido marcan la diferencia entre el eterno acompañamiento o la desaparición de quienes nos preceden. Habrá mucho más para descubrir gracias a la generosidad creativa de la película. Tal vez es injusto el título local en este sentido. La traducción sería “Kubo y las dos cuerdas”. Cuando el espectador descubra la razón del título, y por la cual se eligió un instrumento como arma contra las dificultades, la emoción estará a flor de piel para agradecerlo. En efecto, la madre es quien utiliza primero el shamisen. Un instrumento de origen chino parecido al laúd, cuyo sonido remite inmediatamente a la geografía en donde se desarrollan los hechos, pero que aquí representa también la unión familiar en una de las escenas de clímax mejor logradas de los últimos años en el cine. ¿Guindas del postre? Tres. Todas al final. La versión de Regina Spektor del clásico de George Harrison, “While my guitar gently weeps” para aplaudir de pie, la secuencia que revela al público los trucos de la animación, y la banda sonora de Darío Marianelli hasta la última palabra de los créditos. Aun cuando encontramos frente a un relato de confección tradicional y a la vez cíclica (dado por el cuento contado por el chico en concordancia a lo que le sucede en la vida real), estamos en presencia de una narración que se permite reinventar los momentos de transición, para otorgarles el verdadero secreto para descubrir la profundidad de los temas tratados. Sin dudas Coppola, Huston, Spielberg o John Ford (en especial éste último) están homenajeados desde la forma, pero uno fantasea con que ellos mismos irían varias veces a ver ésta maravilla que va directo al Oscar del año que viene.
La animación está llegando a cimas increíbles; técnicamente -e incluso narrativamente en muchos casos- supera el cine de acción en vivo que nos atosiga semana a semana. Kubo es un film realizado con la técnica de stop-motion (en pocas palabras: muñequitos) de quienes nos dieron joyitas como Paranorman o Coraline. Es una aventura fantástica que transcurre en un Japón fantástico, que lleva a un niño a una búsqueda épica para salvar a su familia y descubrir el misterio de la muerte de su propio padre. El juego incluye la música -el arma de Kubo es un instrumento con dos cuerdas- y lo que la película intenta y logra es recuperar el estado de maravilla que implican los viejos y queridos cuentos de hadas. Aquí se trata, más que de la venganza, de otra cosa: el valor del arte, su sentido, su neesidad en el mundo. Y eso está mostrado con otro arte, realizado con amor por la artesanía y las ganas de comunicar un cuento. En un año donde la belleza escasea (la belleza con sentido, agreguemos), Kubo es de esos films que merecen una visita y otorgan esperanzas en el presente -quién sabe qué será el futuro- del entretenimiento.
En el 2009 una nueva productora de animación sorprendió al mundo con el estreno de “Coraline“. Laika, que había trabajado en “El Cadáver de la Novia“, se convirtió en una original y distinta representación audiovisual en el mundo stop-motion. Tres años más tarde, produjeron “ParaNorman” y, pese a que el resultado no tuvo el impacto del primer filme, se afianzaron como una empresa con calidad digna de competir con las grandes productoras de Hollywood. “Kubo” es su cuarto largometraje y un maravilloso deleite visual para los ojos de niños y adultos. Kubo es un tranquilo joven japonés que un día su vida se ve revuelta a causa de un espíritu del pasado que regresa para cobrar venganza. La única manera que él tiene para defenderse es encontrar la mágica armadura de su padre, uno de los samuráis más poderosos de la historia.