Koan

Crítica de Matías Orta - A Sala Llena

Misticismo, conciencia, naturaleza, búsqueda, maestro, discípulo, esperanza. Son algunos de los términos fundamentales para adentrarse en el universo de Koan, reciente y muy intrigante producción nacional.

Por un lado tenemos a Lao (Claudio Giovannoni), un sanador que reside en el sur argentino. Por otro lado está Olkar (también encarnado por Giovannoni), un obsesivo fotógrafo español ahora en Buenos Aires, que viaja a esa parte del país para capturar imágenes de fuerte impacto emocional. Aunque ninguno de los dos tiene parentesco sanguíneo ni se conocen mutuamente, Lao y Olkar son fáciles de confundir. Y no pasará mucho tiempo para que se produzca el encuentro entre ambos; un encuentro que será crucial para la vida de Minervina, una muchacha con una enfermedad aparentemente incurable hasta para Lao.

La película fue filmada mayormente en la Patagonia, pero Osvaldo Ponce y Karina Kracoff aprovechan los paisajes respetando la esencia de una premisa anticonvencional, sin caer en postales turísticas. El guión deja un poco de lado la narración clásica y el aspecto visual acapara la atención, de manera que el público pueda ser transportado a una experiencia que incluye momentos oníricos. La cuidada y muy pensada puesta de cámara y la iluminación (Ponce es también el director de fotografía), más la música de Bosques, contribuyen a generar un clima especial. Además, los directores, a través del personaje de Olkar, también reflexionan sobre la fotografía, la luz, la imagen.

También aparece el tema del doble, explorado tantas veces desde el cine mudo en films como El Estudiante de Praga y, recientemente, en El Hombre Duplicado, de Denis Villeneuve. Por supuesto, aquí no hay connotaciones siniestras sino que se apuesta más a lo positivo de la unión de estos Otros Yo. Claudio Giovannoni se destaca en ambos roles, haciendo creíbles al curandero y al fotógrafo. Las escenas entre ambos personajes son los puntos más interesantes de la historia. El resto del elenco está compuesto por actores como Coni Marino y Toti Glusman y caras menos conocidas pero funcionales al resultado final.

Con un extenso recorrido por festivales, Koan propone algo distinto al cine que se pueden encontrar en cartel actualmente (nacional y extranjero), apostando a la contemplación, a la ensoñación, a la reflexión, y no a los trazos gruesos ni a los golpes de efecto. Una película para descubrir y dejarse llevar.