Koan

Crítica de Jessica Johanna - Visión del cine

Koan se estrena hoy y es la ópera prima dirigida por Osvaldo Ponce y Karina Kracoff.
Lao y Olkar son iguales en apariencia. Pero no son hermanos ni tienen relación familiar alguna. Uno es un sanador que vive en la Patagonia. Olkar es un fotógrafo de extensa carrera que vive en Buenos Aires. La aparición de una mujer con una enfermedad de nacimiento a la que no puede curar y el encuentro entre dos desconocidos idénticos dan vida a un relato extraño, que juega mucho con lo onírico y lo mágico, poético y sutil.

Un Koan es un problema que el maestro plantea al alumno para comprobar sus progresos, algo que a veces puede parece absurdo, banal, ilógico pero permite al alumno desligarse del pensamiento racional, de preconceptos, de prejuicios. Y con la película pasa lo mismo.

Los realizadores invitan a disfrutar de una experiencia más sensorial que lógica. La historia de un sanador que por primera vez falla como tal es una excusa para adentrarse en diferentes terrenos. La figura del doble, claro, también está presente, y de esa unión surgirá una idea para lograr lo ¿imposible?
Claudio Giovannoni, como el sanador y el fotógrafo, entrega un protagónico correcto al igual que el resto del elenco. La fotografía, con bellos paisajes como marcos, y la música, que le imprime más psicodelia al relato, son dos atractivos plus. Su punto más bajo es quizás el nivel narrativo, especialmente en la primera parte de un film que dura apenas poco más de una hora, donde los ritmos lentos no nos ayudan a ver hacia dónde quiere ir. Y su punto más alto el final a toda música, más allá de una resolución subrayada innecesariamente.

Koan es un film extraño, hipnótico, potente y luminoso. Se nota lo experimental, pero es un ejercicio visual valiente.