Kick-Ass

Crítica de Diego Maté - Cinemarama

El comienzo de Kick-Ass es una muestra de cómo la industria norteamericana ve al género de superhéroes: cristalizado, gastado, un terreno apto para la parodia más tonta posible. Aunque esto no es algo que aparezca por primera vez en Kick-Ass: películas como Hancock o la pobrísima Una película de superhéroes ya ponían en cuestión las convenciones y temas del género. Las películas de superhéroes tuvieron una escalada meteórica en el panorama cinematográfico estadounidense (toneladas de cómics y personajes fueron adaptados a la pantalla grande en poco más de una década) y es por lo menos curioso que, justo en el punto más álgido del género, cuando se ponen en marcha los mecanismos industriales de autodepuración (como la parodia), sea también el momento de un evidente crecimiento estético y narrativo: para atestiguarlo están las dos Hellboy, Batman inicia, El caballero de la noche, Iron Man 1 y 2. Y no se trata de películas crepusculares a la manera de lo que ocurre con Más corazón que odio o Un tiro en la noche respecto del western; al contrario, las películas nombradas antes hablan más de un nuevo comienzo que de un final porque abren caminos y permiten imaginar horizontes posibles para un género que, hasta la llegada de Christopher Nolan, Guillermo del Todo y Jon Favreau, amenazaba con extinguirse sin dar sus mejores frutos. Pareciera que hay un desfasaje entre los tiempos de maduración de un género en relación a los de la industria y su capacidad de producir y reciclar. Hollywood no puede esperar a que el cine aprenda a contar historias nuevas como las de superhéroes, así que apuesta por la explotación rápida y sin riesgos: hay que sacar la mayor cantidad de películas en el menor tiempo posible, y si esas películas dejan ver un desgaste, enseguida se les pasa por el cuchillo de las parodias estilo Scary Movie. Por suerte, aunque el género muestre signos evidentes de agotamiento, empiezan a perfilarse sus primeros autores: Nolan, del Toro, Fravreau, los tres son responsables de algunas de las mejores películas de los últimos años.

Por suerte, esa parodia fácil que se mencionaba arriba dura bastante poco en Kick-Ass: los chistes ramplones sobre el cómic y los superhéroes son pocos, cada vez más aislados y funcionan casi como pasaje, como invitación a sumergirse en el mundo del film. La de Matthew Vaughn es una película adolescente en el mejor de los sentidos: Kick-Ass cuenta la historia de Dave, un chico al que no le va bien con el sexo opuesto (ese parece ser su único problema) y que, de un momento a otro, decide probar suerte convirtiéndose en superhéroe. Lo valioso de la película es que, tanto las acciones de Dave como las de otros personajes, nunca son explicadas del todo: sabemos algo de los motivos de Dave e intuimos algo de sus razones, pero el guión nunca termina de transparentar del todo qué lo empuja a comportarse como lo hace. Algo similar pasa con Big Daddy y Hit-Girl: es claro que los mueve la venganza, pero de a ratos los dos parecen fuerzas ciegas que se resisten a las reducciones de la psicología. Ambos son inverosímiles, y lo exagerado de su misión (y de los medios que emplean para llevarla a cabo) los desplaza hacia el campo de lo increíble y de la ficción, bien lejos de las explicaciones con pretensiones de realismo.

De a poco, la parodia del principio se revela como accesoria y deja paso a un humor que sí, es autoconsciente y trabaja sobre la materia misma del género, pero que siempre se ríe a la par suyo y nunca de él. El tradicional sidekick del protagonista es reemplazado por dos amigos medios bobotes que se la pasan deconstruyendo los cómics de superhéroes y hablando de tener sexo; la pérdida trágica de algún ser querido que marca a fuego al protagonista y lo empuja hacia su deber de superhéroe brilla por su ausencia (Dave cuenta que su madre muere de manera inesperada aunque no terrible, sin responsables a los que culpar); algunas de las razones de Dave para calzarse el traje de Kick-Ass están a la vista (como ser querido por los demás o ayudar a gente en problemas) pero en el personaje se nota una zona gris que nunca llega a abordarse del todo, dejándole una dosis de misterio que es uno de los puntos más fuertes de la película (los superhéroes suelen tener las cosas bien claras, y las películas se encargan de traslucir los motivos de sus elecciones); la torpeza de Dave a la hora de pelear contra los villanos pone en cuestión el tipo clásico del superhéroe, que echando mano ya sea a poderes, técnicas de combate o tecnología, siempre tiene las armas necesarias para luchar contra el mal (Dave no las tiene, y eso, además de colocar al género patas para arriba, signa la épica del personaje).

Cerca del final, la parodia y la comicidad van a tornarse cada vez más negras: traiciones, asesinatos a sangre fría, venganzas que finalmente se consuman o torturas largas y terribles; el mundo de Kick-Ass se oscurece y deviene inhabitable, nos hace querer salirnos de él, escapar, irnos bien lejos de ese ambiente cargado de muerte e injusticia. La película, que al principio nos había invitado a zambullirnos en su historia, ahora nos muestra la otra cara de la parodia despreocupada de la primera parte: la violencia, el engaño y el dolor (sobre todo físico, que se siente en el cuerpo) restituyen algo del equilibrio que se notaba le faltaba al comienzo, por momentos demasiado dicharachero, demasiado optimista. La película se balancea y su mundo antes inofensivo y casi fantástico, en el que los malos eran castigados a sangre fría pero de manera justa y donde un chico común y silvestre que juega a ser superhéroe podía toparse con superhéroes de verdad, se enrarece hasta volverse amenazante y asemeja cada vez más al nuestro, en el que las acciones tienen consecuencias y donde convertirse en superhéroe no puede ser más que un sueño adolescente imposible. Cuando Dave descubre que es feliz y que ahora tiene mucho para perder la película pega un volantazo hacia el realismo y nos arranca violentamente del universo liviano y despreocupado que había construido hasta el momento. Crecemos de golpe y a los golpes; pasó el tiempo de jugar a los superhéroes. Maduramos a la par de la película y sus protagonistas, pero esa maduración es dolorosa y tiene un precio muy alto: después de Kick-Ass volver a creer en superhéroes parece algo imposible, incluso uno se pregunta cómo hicieron los superhéroes de todas las épocas para no pensar como Dave cuando se enamora y decide guardar el traje de Kick-Ass para siempre.