Kékszakállú

Crítica de Jessica Johanna - El Espectador Avezado

En la película de Gastón Solnicki, su primera ficción tras dirigir un par de documentales, los personajes dudan antes de tirarse a la pileta –literal-, no se animan, no saben qué estudiar, se mudan a un departamento donde de repente se encuentran con la heladera vacía, se quedan encerrados y se escapan por la terraza pero tampoco saben a dónde ir. No hay muchas cosas que sepan, y no hacen mucho más que deambular, caminar sin rumbo, hacia un destino incierto.
Kékszakállú es un retrato del mundo femenino desde lo generacional, y para eso utiliza la improvisación, es así que no hay un conflicto principal (aunque sí uno que predomina un poco más que el resto), sino más bien una sucesión de momentos en la vida de estos tres personajes femeninos principales.
El uso de ciertos espacios, el modo de utilizar la arquitectura desde lo visual y narrativo (tanto en interiores como exteriores, sucediéndose escenas en piletas, la facultad, una fábrica de salchichas, etc), imprimen al relato de una belleza tal que sólo se intensifica con la música de ópera. Justamente, el título raro e impronunciable del film, es el nombre de la ópera que funciona como una especie de inspiración, El castillo de Barba Azul, en húngaro. De ella toma su formato (es una ópera corta) y la música de Bartok.
Sin una narración clásica, sin un conflicto específico, Kékszakállú combina la espontaneidad y frescura que desprenden sus protagonistas, con la frialdad y el encierro que despliegan ciertos lugares. Con planos fijos y una fotografía cuidada, la intención de Solnicki parece ser la de retratar a esta juventud sin rumbo. El problema es que no se puede evitar sentir a la película en sí con esa misma falta de rumbo. Al deambular ésta entre diferentes personajes, uno nunca logra conectar o interesarse por ninguno en particular.
Bella en su envoltorio, con un nivel audiovisual destacable (la fotografía es su punto más fuerte), la falta de un eje narrativo claro y una idea principal que se termina tornando reiterativa y subrayada, Kékszakállú es una película corta (dura poco más de 70 minutos) que se la siente estirada y lenta.
¿Qué hacer con nuestras vidas, ahora que somos responsables de ella? ¿A dónde quiero ir? Preguntas que todos nos hemos hecho seguramente al crecer y convertirnos a la fuerza en adultos. Estas incertidumbres son el eje principal de una película que no termina de funcionar y que a la larga se la siente pretensiosa.