Karakol

Crítica de Santiago García - Leer Cine

El padre de Clara falleció recientemente y ella se encuentra profundamente afectada. Mientras sus familiares van saliendo de la angustia, ella necesita hacer un proceso distinto. Revisando las cosas de su padre, encuentra pistas que indican que había en él un secreto que la lleva a un lejano pueblo en Tajikistán. ¿Valdrá la pena ir hasta allá para averiguar algo más? ¿Será una manera de hacer un duelo definitivo o se abrirán nuevas heridas?

La película se divide en dos partes. Toda la historia familiar en Buenos Aires, con las interacciones entre las diferentes personalidades que componen la familia y el descubrimiento de un misterio ocupa la primera sección del largometraje, teñido de un naturalismo de cine argentino con algunas presencias actorales de gran nombre, como Dominique Sanda, Soledad Silveyra y Luis Brandoni. La segunda parte es el viaje, donde todo cambia, la protagonista está alejada de todo, los espacios abiertos parecen a la vez claustrofóbicos. No hay aire, le dice el guía a Clara, y aunque se refiere a la altura, también puede que le hable de sus angustias.

Un cierto desvío hacia textos más literarios que cinematográficos, le saca a la película lo que debería ser un tono pausado pero auténtico. También hace un poco de ruido el estilo de la primera parte, muy estándar para el cine argentino, y que tal vez no permita que el espectador conecte con el viaje posterior, que tiene algunos de los mejores momentos de la película.