Juegos de muerte

Crítica de Santiago García - Tiempo Argentino

Un festival sangriento

El cine de terror ha adquirido nuevas formas en la última década. El subgénero conocido como gore, aquel donde la mutilación del cuerpo humano y la violencia se hacen explícitas, ha escalado a una nueva fase dentro de sus propios códigos.

El gore nació paródico, en parte porque hubiera sido insoportable ver tanta sangre sin la chance de un escape para tanta tensión, en parte porque los efectos especiales eran tan burdos que sí o sí debían causar gracia. No hay fuera de cuadro en el gore. Allí donde los demás cortan la toma o elipsan la violencia, el gore se lanza con todo. Pero films como El juego del miedo y Hostel decidieron dejar el humor de lado, dándole una nueva dimensión al género. Dimensión que alejó por completo a los que no eran cultores del cine de terror en general. Nadie ve películas como estas por error, nadie se las cruza, como se pueden cruzar con una comedia romántica o un film de acción. Y si se las cruza por error, difícil que llegue a verlas completas.
En 2009 –en los Estados Unidos– se estrenó The Collector, una película cuyo nacimiento fue el crear una precuela de El juego del miedo (Saw) pero que terminó yendo en otra dirección completamente diferente. En otra dirección en la historia, pero no en el gore, en el asesino implacable y en las escenas truculentas. Al éxito de esa primera película le corresponde, claramente, una secuela. Juegos de muerte (The Collection, 2012) es esa secuela que comienza allí donde la otra película termina. Como una ceremonia que los pone en duda y los muestra frágiles e indefensos, los adolescentes del mundo aman este género y siguen todas y cada una de estas secuelas. Acá la apuesta es grande.
El comienzo, digno de una película gore oriental, no deja títere con cabeza, casi literalmente. Pero hay una sobreviviente y se convierte en la nueva presa de "el coleccionista". Será entonces el sobreviviente de la última película, quien deba –obligado– dirigir un grupo hacia la guarida del asesino y liberar a la joven, por presión del padre de ella, un poderoso millonario. La guarida, un hotel abandonado transformado por el asesino, será el lugar ideal para un festín de trampas, cadáveres y escenas exclusivamente ideadas para quienes ven esta clase de películas. Para quienes lo hacen, la película es recomendable. Impacta, divierte y se gana, porque al final siempre aparece, alguna sonrisa cuando la truculencia alcanza niveles imposibles. Así es el gore.